Hermandad chileno – peruana

Ha sido dolorosa la relación con los peruanos. Nosotros chilenos preferimos no recordar, tal vez nunca siquiera hemos caído en la cuenta de lo tremendo que debe ser que hayamos invadido el territorio peruano.

Terminada la guerra quedaron en la memoria de los pueblos algunos hechos gloriosos. La mayoría, sin embargo, son hechos lamentables que aún duelen a nuestros vecinos cuando los recuerdan. Ellos, lo sabemos, nos quieren poco. Muchos no nos quieren, quizás la mayoría. No todos, también lo sabemos. Quienes tenemos amigos o amigas peruanas no los perderíamos por nada del mundo. Los peruanos son gente de primera. Las heridas siempre quedan, pasan de una generación a otra. Pero estas no tienen la fuerza de contaminar el cariño que ha nacido entre nosotros.

Los últimos años -hablemos  ya de décadas- la inmigración peruana en Chile ha sido una ocasión para conocernos mejor y querernos. Los inmigrantes compiten con los nacionales por puestos de trabajo. Nada nuevo. Se da en todas partes del planeta. Por eso se dan fricciones. Palabras hirientes. Recelos. Pero esta cara triste de la realidad no oscurece lo positivo.

Muchas mujeres peruanas han cuidado con amor y han educado a niños chilenos. Estos han llegado a quererlas entrañablemente. Han aprendido de ellas a hablar, a expresarse bien; han memorizado historias de tierras lejanas y más de una rareza que alguna vez en la vida los niños recordarán con simpatía.

Hay niños peruanos que estudian en colegios chilenos. A veces son discriminados. Incluso en estos casos, a poco andar, se generan entre los compañeros de curso lazos de amistad notables. Ocurre también, y a menudo, que nacen niños chilenos de padres peruanos. Se dan familias en las cuales hay de todo. Y no faltan los matrimonios mixtos. Matrimonios felices y difíciles como en todas partes.

Incluso en el plano religioso los chilenos hemos recibido el influjo peruano. A los católicos chilenos nos impresiona la piedad de nuestros hermanos peruanos. El Señor de los Milagros, San Rosa de Lima, por no hablar de los místicos laicos como Vallejo. No me detengo en la literatura y en la comida. Sería largo considerar cómo los peruanos nos han alegrado la vida.

Es triste ver reducidas nuestras relaciones con Perú a una cuestión de guerras y fronteras. Esta es una realidad problemática que no podemos ocultar. El problema existe. Pero también existen otros aspectos de una relación que debiera fortalecerse aún más.

Tal vez ahora nos toque perder a los chilenos. Los debates en torno a la frontera marítima que tienen lugar en La Haya serán irritantes. Comienzan a serlo. Dudo que haya un ganador absoluto de la contiende jurídica. Espero, sí, que ambos países, puesto que han aceptado el tribunal, acepten también su fallo. Espero, sobre todo, que esta contienda remueva un obstáculo a la concordia y favorezca relaciones entre personas que, para los cristianos, han de ser  relaciones fraternas.

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