MEDITACIÓN ECO-ESPIRITUAL

El siguiente modo de oración parte de la base de la relación entre el Creador y sus creaturas, y de la relación de estas entre sí. Las creaturas dependen completamente de Él y, a la vez, unas de otras. Dios las lleva a su realización integral y definitiva, pero sin forzarlas, sino moviéndolas amorosa y compasivamente a coincidir con su voluntad. La oración, al unirnos con Dios, hace que Él nos libere de las relaciones que nos oprimen y de los apegos mundanos que nos impiden ver y tomar las decisiones que se nos exigen en la vida ordinaria y a lo largo de los años.

Este texto consta de dos partes. En la primera parte, se ofrecen unas explicaciones teológicas útiles para entender de qué tipo de meditación es esta. En la segunda parte se dan instrucciones llevar una vida de meditación.

  1. NECESIDAD DE DESINTOXICACIÓN

Somos creaturas de Dios. Dios nos formó por amor y para amar. El Espíritu Santo está presente en toda la creación de múltiples maneras: en las personas, en los seres vivos y en la materialidad de los demás seres. Las creaturas estamos interconectadas, coexistimos y co-pertenecemos; nada existe al margen del Espíritu que habita en lo químico, lo físico y lo biológico, en lo intelectual y lo espiritual.

También hemos de considerar que los seres humanos acumulamos elementos contaminantes, tanto materiales como espirituales. Respiramos aire puro y aire sucio; el ambiente que habitamos está lleno de buenas y malas vibras. Al compartir un entorno ecológico deteriorado, inhalamos impurezas y exhalamos toxinas. No obstante, en ese mismo espacio vital insumimos también amor, esperanza y sintonizamos con las otras criaturas que, como nosotros, quieren ser felices.

El Espíritu Santo que entra a nuestros pulmones rectifica nuestros pensamientos, sana nuestras emociones y aviva nuestra existencia. Repara nuestras relaciones con todo lo creado y llena nuestro corazón de amor por el mundo.

Somos creados por el amor de Dios; comulgamos con todas las creaturas, dependemos de ellas, las cuidamos y nos dejamos cuidar por ellas. La alegría de Dios es que seamos felices.

II. AGRADECIMIENTO POR LA VIDA

El cuerpo humano es una unidad viva de lo biológico y lo espiritual. Estas son dimensiones distintas por sus funciones, pero inseparables. Nuestra fisiología tiene capacidad espiritual, y nuestro espíritu se expresa corporalmente. Dios nos ha creado de esta manera para que nuestra existencia se realice encarnadamente, en este planeta y en estos tiempos. Nuestra muerte no es el final: gracias a la muerte y resurrección de Cristo, nuestra precaria vida terrenal será transformada en vida plena.

Somos seres vivientes y sintientes, hermanos de las plantas y primos hermanos de los árboles. Somos el cuerpo que nos ha encomendado a nosotros mismos el Creador. Pero cada uno de nosotros apenas es dueño de sí mismo: dependemos casi totalmente de los otros y de los materiales de la Tierra: oxígeno, hidrógeno, calcio, mercurio…. Los otros merecen nuestro respeto, pero no podemos exigirles que nos den o aseguren la vida. No tenemos derecho a vivir. Vivimos. Punto. Nadie se merece a sí misma/o: la vida se nos da gratuitamente. Somos la vida así no más.

La interacción entre los seres de la Tierra puede ser destructiva, pero está llamada a ser armónica, fraterna y solidaria; es entrópica, autodestructiva, erosiva, pero está abierta a nuevas posibilidades. Somos un cuerpo entre otros cuerpos, pero no sin ellos. Estos nos incorporan.

Somos Gaia: participamos dinámica y espiritualmente en la gestación incesante de este planeta maravilloso. Gaia vive, es nuestra, nosotros en ella y ella en nosotros.

En tanto Gaia, constituimos también el cuerpo viviente de Cristo. Cada cristiana/o encarna a Cristo. La encarnación del Hijo de Dios continúa material y espiritualmente en quienes gozan de la Tierra y la agradecen. La cota espiritual más alta es hacer coincidir a Gaia consigo mismo, mediante el Espíritu del Cristo resucitado que está llevando a la Creación a su máxima expresión posible.

  1. LECTURA DE UN SALMO

Dios habla. No lo hace en voces extrañas. Si alguien oye voces, tal vez no es a Dios a quien escucha.

Dios habla en la naturaleza. En lo bello se deletrea lo que Dios quiere comunicar de una criatura a otra: de la flor al insecto, de la nube al río, del chincol al mirlo, de la uva al viñador. La Tierra conversa de Dios consigo misma. Habla también en los grafitis de la ciudad, en un árbol solitario, a través de sus hojas y colores; en un edificio diseñado con amor por algún arquitecto que no conocemos. El arte es un instrumento fino de la comunicación divina: la música, el cine, la pintura, la escultura y todas las expresiones de belleza. En el libro del profeta Isaías de la Biblia Hebrea encontramos poesía de máxima calidad.

Dios habló definitivamente a través de Jesús, su Palabra hecha carne. Antes de Él, habló en la Biblia hebrea. En ella se fue preparando lo que el Padre de Jesús ha querido decir a cada persona en lo hondo de su ser: algo único, irrepetible e inesperado. Los salmos son un lenguaje poético que facilita la comunión de Dios con nosotros. Lo que el Señor nos dijo ayer, anteayer o la semana pasada puede ser aún más significativo si lo repite hoy: se insinuaría una dirección o se confirmaría una decisión. Si nada dice, tal vez sea porque Dios espera a que nos hallemos bien dispuestos para oír su voz y comprenderla.

La lectura serena de los versos bíblicos debe activar uno o varios pensamientos que merecen una mayor consideración.

  1. ESCRITURA EN UN CUADERNO

Los evangelios fueron escritos para dar testimonio de la historia de Jesús. Se escribieron para contarnos que esta historia —los gestos y palabras con que Jesús anunció el Reino de Dios, y su entrega hasta el final— tenía un valor trascendente.

Los diarios de vida, en cambio, normalmente se escriben para uno mismo. En ellos podemos advertir una revelación personal de Dios. El Espíritu que inspiró a Jesús a lo largo de su vida, también hace trascendente nuestra vida. No damos lo mismo. En un cuaderno podemos distinguir lo que realmente vale de lo provisional, superficial, esclavizante o pasajero. Cristo habla en la vida de las personas que prestan atención a lo que Él puede querer decirles.

En el cuaderno —en el que se escribe día a día o de vez en cuando— importa mucho anotar lo que nos va ocurriendo en el trato con las personas; nuestras reacciones ante lo que nos sucede; emociones o sentimientos predominantes; los sueños; las ideas que nos dan vuelta en la cabeza. También podemos escribir planes para el futuro u organizarnos para la jornada.

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