Dice Jesús: ἐγώ εἰμι τὸ φῶς τοῦ κόσμου: “Yo soy la luz del mundo”. “El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8, 12).
Jesús gritó y dijo: “El que cree en mí no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo” (Juan 12, 44-47).
Jesús habla en tiempos de tinieblas. Sus palabras tienen por objeto sacar a sus contemporáneos de la oscuridad. Jesús pide una sola cosa: que crean que Él es el Hijo de Dios, enviado para salvar y no para condenar.
τὸ φῶς = Luz: foto, fotocopia, fotogénica, fotoluminiscencia, fototerapia, fotosíntesis.
Me gusta la palabra “fotosíntesis”. Recuerdo los tiempos de la primaria. Si entendí bien, la fotosíntesis es el proceso mediante el cual los vegetales absorben la luz y la convierten en energía. Sin luz no habría flores ni lentejas. Tampoco maleza. Me pregunto si, en el fondo del mar —no sé, a unos tres mil o cinco mil metros de profundidad, donde todo es oscuro— habrá plantas. Da lo mismo. Estamos en otro tema. “Fotosíntesis” es una linda palabra para hablar de la experiencia espiritual. ¿Existirá la palabra “fototropía”? Pudiera servir para hablar de crecimiento espiritual.
La luz es vida. No se ve, pero es hermosa. Nadie la mira, pero es indispensable. Hace ver, pero también puede impedirlo. Uno de los grandes problemas de nuestra época es la contaminación lumínica. En las ciudades grandes no se ven las estrellas. Es triste. En el norte de Chile preocupa que las luces perturben el trabajo de los observatorios astronómicos. En este caso la oscuridad es fundamental. Es que a veces necesitamos la oscuridad. La noche es buena. Por esto es diabólico el exceso de luz en los malls. Nos hacen sentir que podemos seguir comprando todo el día. Peor aún son aquellos galpones en los que se mantienen las luces encendidas para que las gallinas pongan más de un huevo al día. ¿Existe todavía esta crueldad o se prohibió?
Existe también un enceguecimiento psicológico. Hay personas —y a todos nosotros nos pasa— a quienes ciertas realidades nos deslumbran y enceguecen. El enamoramiento tiene algo de engañoso porque nos hace ver más de la cuenta, pero sin discernimiento. Si baja el voltaje, aparece otra cosa.
Se da también un oscurecimiento moral. Podemos quedar atrapados en el pecado. No digo que, en determinados momentos, no distingamos el bien del mal. Pensemos en las veces en que, sabiendo perfectamente que habitamos en las tinieblas, no queremos salir de ellas. Pero también existe el engaño. En la película de Kazantzakis La última tentación de Cristo, el demonio prueba a Jesús no como un diablo de cola y horqueta. Satanás, en esta ocasión, comparece como una niñita rubia y dulce que habla de un modo convincente. Es una adolescente luminosa. En la tradición espiritual de la Iglesia hay conciencia sobre este modo de actuación de Lucifer. “Lucifer” alude a un tipo de luz. San Ignacio de Loyola hablaba de “Luzbel”. En los Ejercicios Espirituales, el jesuita advierte a las personas ejercitantes acerca de la posibilidad de una tentación sub angelo lucis: algo que se presenta como bueno, en realidad es malo. ¿Un ángel? No, un demonio. Jesús, los evangelios, la Biblia y la extensa tradición de la Iglesia son un acervo de criterios para reconocer la luz verdadera de la falsa; la que ilumina, de la que enceguece y extravía.
También dice Jesús en el Evangelio de Mateo:
“Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5, 14-16).
Dicho de otro modo, los cristianos habrían de sintetizar la luz de Cristo. Dice Wikipedia que la palabra “fototropismo” sí existe. Servirá para entender que la vida espiritual puede consistir en ser atraídos por la luz de Cristo e iluminar con nuestro amor a los demás.
Esta metáfora, sin embargo, es insuficiente. Debe tenerse en cuenta que Cristo nos ilumina y habla a través de las criaturas: los animales nos hablan, el cielo, el viento, los colores, los mismos artefactos humanos o los grandes edificios. A través de cualquier criatura Dios puede estarnos diciendo algo.