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Chile, Perú, el fallo de la Haya, oportunidad de fraternidad

El inminente fallo de la Haya obliga a poner las cosas en orden. Es una oportunidad para distinguir lo principal de lo secundario en las relaciones de Chile y Perú. En mi opinión, en estas relaciones la fraternidad entre los pueblos constituye un fin; y someterse a un juicio internacional y acatar su resultado, es un medio. Un medio, sin embargo, de máxima importancia. Sin él la fraternidad se arruina. Pero un medio, no un fin, lo que debiera ayudar a no perder la perspectiva.

¿Qué es fraternidad entre los pueblos? El concepto se aplica de un modo análogo. Hermanos son quienes comparten un padre y/o una madre. ¿Qué compartimos los países latinoamericanos? “Algo” que se asemeja a un origen y a una formación común y compleja. ¿Qué? Una historia pre-colombina; un lengua que  fue sintetizada aquí y allá con acentos e influjos  originales; una organización política colonial extensa en el tiempo; unos procesos de independización asistidos entre los vecinos; unos intercambios culturales y un amor entre pueblos vecinos; una fe religiosa que hasta hoy, para muchos, les hace reconocerse hijos de Dios y de la Virgen. En suma, bien  puede hablarse de una profunda hermandad chileno-peruana.

La analogía también sirve si consideramos que las discordias y tragedias entre los hermanos son fenómenos tan antiguos como la humanidad. La historia bíblica ofrece varios casos. El peor de todos es el de Caín y Abel. Las guerras entre Chile y Perú han sido fratricidas. Odiosas, injustas, incomprensibles para tantos inocentes, como lo son las peleas entre hermanos. Han dejado cicatrices, igual como ocurre en las familias. Y, como sucede también en estas, la violencia ejercida o padecida entre nuestros países no logra, empero, cancelar el vínculo y la vocación a vivir en justicia y paz.

Estas guerras no fueron causadas por los pueblos pobres de aquí y de allá. Por lo menos de este lado de la línea de la Concordia, ellas fueron llevadas por la oligarquía nacional. Esta enroló al roto y al indígena en las tropas y le infundió entusiasmo por la patria; hasta que el conflicto acabó y ella se quedó con el botín tras licenciar a los soldados para que volvieran a su miseria.

¿Le interesa la patria a las pesqueras de hoy? ¿Les interesa más a las oligarquías chilenas que a las peruanas? ¿Anteponen las grandes empresas del pescado la fraternidad a los límites marítimos o todo lo contrario? También cabe recordar que la Independencia americana rompió con el monopolio comercial de España, que enriqueció a la Corona a costa de las colonias. Los criollos, por su parte, no fueron mejor que los españoles. En Chile la elite, sirviéndose del Estado, emprendió una guerra genocida contra el pueblo mapuche. 

La fraternidad es el fin. Estos días conviene no olvidarlo. Es exactamente lo que debe ser recordado y avivado. ¿Por qué no alegrarse de lo que ocurrirá dentro de poco? Este es un momento privilegiado para considerar que  la tierra es para la humanidad. La tierra nos pertenece a todos. Los mares, los llanos y las montañas deben ser devueltos a sus verdaderos dueños. Esto es lo que está realmente en juego.  Al más alto nivel de las relaciones de Chile y Perú está por darse otra vez más lo que debiera predominar para siempre: el amor al vecino, el deseo que le toque lo que le corresponda, que se cumpla el derecho aunque nos duela, y todo esto porque, si efectivamente se da, augura  una convivencia feliz, amén del término de recelos y resentimientos históricos.

La claridad en el fin no excusa del recurso a los medios. El irenismo es una tentación que debe ser rechazada. Los medios son la diplomacia, las fronteras, la información de los ciudadanos a través de los instrumentos de comunicación social y la observancia del derecho internacional. También las policías y los ejércitos han de poder controlar los eventuales arrebatos bélicos.  Sería imposible ejercer la fraternidad sin todos estos medios. Debe ser subrayado que los chilenos tenemos una tradición juridicista que, en estas circunstancias, bien vale apreciar. La postura chilena ha apostado a la argumentación jurídica y a poner la confianza en el tribunal. Esto y aquello ha inhibido a los últimos gobiernos de conseguir un fallo favorable mediante presiones directas o indirectas sobre los jueces. ¿No se debió hacer más lobby? ¿Faltó ganarse a la opinión pública internacional? Ha habido algunos reclamos de este tipo. La predominancia del derecho, someterse estrictamente a sus fallos, a mi parecer, constituye un medio, no un fin, pero un medio sin el cual la fraternidad con nuestros vecinos se precariza.

Temo que estos días muchos de nosotros, de tanto poner atención en un resultado de corto plazo, olvidemos la fraternidad que sabe a eternidad. En los últimos años se han dado en la frontera esfuerzos de integración territorial mediante el encuentro y la cooperación. La iglesia de la zona lidera encuentros llamados de tri-frontera (que incorpora a Bolivia). La hermandad chileno-peruana es una realidad practicada por muchos de nosotros que somos amigos, tíos, sobrinos, esposos o esposas de peruanos, colegas en la universidad, en la empresa constructora, socios en los negocios, padrinos o madrinas. ¿Cuántos niños chilenos han recibido de sus nanas peruanas más tiempo, atención, y a veces cariño, que de sus propios padres? Los peruanos son trabajadores. Han mejorado nuestro país. Hablan bien. ¿Por qué no comer con ellos, que cocinan de maravilla, y celebrar con un vino chileno?

El fallo de la Haya debiera ayudar a ambos países a organizar la tenencia de una tierra que debe ser compartida. Los verdaderos enemigos de Chile y Perú son el egoísmo, el individualismo y la ambición capitalista. Los amiga, en cambio, la observancia del derecho en cuanto medio y, en cuanto fin, la fe en una humanidad que se conjuga bien cuando se comparte al máximo.