¿Se necesita realmente un Papa?

No hay Papa. El mundo no se ha venido abajo.

 No pasaría lo mismo si de un día para otro dejara de existir el amor. Sin amor, el cristianismo y el catolicismo no son nada. Sin amor el mismo mundo reventaría en discordias y guerras de todo tipo. El amor sostiene la existencia, une la historia, ofrece una esperanza a la humanidad. El amor es la red que sostiene el universo e impide que se caigan las galaxias. El día que deje de haber amor, dejará de existir la creación. Porque Dios es amor, y Dios hizo el cielo y la tierra.

 No hay Papa, pero sí hay amor. ¿Para qué elegir un Papa si podemos vivir del amor? Es más, ¿acaso los papas, los sacerdotes y las religiones en general no son exactamente articulaciones rituales y simbólicas que complican la existencia? ¿No asfixian la posibilidad de amar a rienda suelta? ¿No mataron a Jesús? Ciertamente los católicos percibimos a veces que nuestra religión nos oprime. Ahora último estamos estremecidos por los escándalos de personas que, habiendo debido darnos testimonio de qué significa amar, han hecho daños incalculables a seres humanos que confiaron en ellas.

 Esto es verdad, pero no es toda la verdad. Pues si el amor tiene un rostro profano y secular, también necesita de configuraciones rituales y simbólicas que expresen que su realidad tiene un valor eterno.

 El amor es profano y secular: cualquier ser humano que ama, cumple su razón de ser. Una persona puede ser atea. Si ama, basta; dicho  en cristiano, “se salva”. Porque a Dios, que es amor, solo se le honra cuando se ama.

 Sí, pero las personas necesitamos de palabras y gestos, de expresiones artísticas que representen el amor. Un enamorado que no regala flores a su amada puede talvez escribirle poemas. Pero si no le regala flores, no le escribe poemas, no simboliza de ninguna manera sensible que la ama, arriesga perderla.

 Exactamente por esto los católicos necesitamos un Papa. El representa –debiera representar- el Evangelio. Jesús hablaba en parábolas para exigir a las personas que se quisieran y perdonaran. El Evangelio hoy necesita de una Iglesia, y de un Papa, que nos hagan saber simbólica y sacramentalmente que el amor es lo más grande.

 No solo los católicos. El mundo mismo necesita de varias religiones, varias sabidurías, varios poemas para entender qué es el amor y practicarlo. La humanidad, en este sentido, sí necesita un Papa; necesita machis, gurúes, lamas… 

 El pluralismo es uno de los grandes descubrimientos del Concilio Vaticano II. Concédasenos a los católicos creer que el planeta necesita, además de pluralismo, a un Papa que encarne el anhelo de ser amados como Jesús amó el mundo. No cualquier Papa, ¡cuidado! No un anti-papa que simbolice el oro y el poder. Solo el amor es absolutamente necesario. Por esto queremos un Papa que sea sacramento de la bondad, de la justicia y del perdón.

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