Ninguna revolución en marzo

Cunde el susto por marzo. Algunos se dedican a aterrorizar a los demás. ¿Se repetirá la violencia desatada en octubre del 2019? Tal vez está en curso una revolución, podrá alguien pensarlo. Pero habría que aclarar qué se entiende por revolución, pues ha habido varias y de naturaleza muy distinta.

La salida de Buda del hinduismo fue revolucionaria. Un hombre hizo con su religión una filosofía espiritual. La irrupción de un monoteísmo trinitario dentro del monoteísmo judío también fue revolucionaria. El cristianismo, además, transformó la escatología: la Iglesia naciente sostuvo que en el juicio final triunfaría el amor. Pero no. No creo que en marzo pueda estallar una revolución de tales magnitudes.

Otras revoluciones han ocurrido en la filosofía occidental. Por ejemplo, el triunfo de Parménides sobre Heráclito que sirvió para evitar los cambios y los brotes de rebelión o el triunfo de Kierkegaard sobre Hegel, que rescató la impredictibilidad de la libertad de las garras de la razón. También la superación de las filosofías de la sustancia y del sujeto gracias a la fenomenología, que invita a pensar la realidad como manifestación que se nos da y nos transforma y no como un objeto separado. ¿Alguien espera algo equivalente para marzo? Lo dificulto.

Galileo probó con su telescopio la hipótesis de un sistema planetario. Desde entonces los seres humanos invertimos la visión: de mirar las estrellas desde la Tierra pasamos a observar esta desde aquellas. Newton dio otra vuelta a la tuerca de la revolución científica moderna: estableció que la Tierra y el universo son regidos por las mismas leyes. Revoluciones científicas así de importantes es imposible que se den en marzo.
Tal vez en marzo tendrá lugar el desencadenamiento de la violencia, propio de las revoluciones sociales. La explosión social de octubre fue de este tipo. Nos dejó una pregunta: ¿no estará en curso una gran revolución social subterránea que todavía no muestra todos sus dientes?

La Revolución Francesa cambió los ejes de estructuración de la sociedad europea. Terminó con la separación en tres estados: nobleza, clero, Estado llano y asignó de otra manera la propiedad. Dividió en tres los poderes políticos y estableció derechos universales.
A escala latinoamericana, la Revolución Cubana instauró con las armas el comunismo en el área de influencia del capitalismo norteamericano. La revolución en libertad de Eduardo Frei Montalva y la revolución socialista de Salvador Allende fueron la alternativa democrática a la gesta del Che y de Fidel. Pero la Revolución “silenciosa” de la que habló en su momento Joaquín Lavín, y que él mismo auspició, acabó con el sentido comunitarista de las de Frei y Allende. El neoliberalismo de los Chicago boys convirtió a los chilenos de ciudadanos en consumidores. Le dio una estocada certera a la política.

Dudo que en marzo vaya a tener lugar una revolución. Me gustaría que hubiera una, por cierto pacífica, que revirtiera la revolución de la dictadura. Pero dudo que ocurra. Un millón doscientas mil personas reunidas en la Plaza Baquedano, ¿fue una concentración de ciudadanos(as) chilenos(as) que velan por los intereses del país o por los particulares de cada uno? Me apena pensar que ha sido más una aglomeración de individuos –que reclaman al Estado derechos– que una reunión de personas que saben que se deben al prójimo y a Chile. Se escucha: “El pueblo unido jamás será vencido”. Otra vez se alza la demanda por derechos sociales y por la dignidad de los tiempos de la Unidad Popular. Pero en la actualidad, la que parece que “jamás será vencida” es la prioridad del interés individual sobre el colectivo

Por cierto, es impensable que un país chico pueda sustraerse a las reglas del juego de una globalización internacional. La revolución económica iniciada con las tropas por el general Pinochet es una expresión más del arrollador triunfo del capitalismo mundial. No debe extrañar que Lavín vuelva a ser el mejor candidato. Si de individualismo se trata, unos irán a darle el voto en la primera elección que se presente y, otros, exactamente por el mismo motivo, no irán a sufragar.

No habrá revolución en marzo. No lo creo. Tiendo a pensar que las chilenas y los chilenos, como solemos hacerlo con la vida, avanzaremos con las contradicciones. Avanzaremos, en vez de retroceder, si contrarrestamos lo más posible las tremendas injusticias sociales generadas por el neoliberalismo que fue cautelado por una Constitución implantada con dolo. Saldremos adelante, en primer lugar, si en vez de menospreciar nuestra democracia, fortalecemos los partidos y dejamos de menospreciar a nuestros políticos.

 

 

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