¿Qué está pasando?

Me pregunto de nuevo: ¿Qué está pasando?

Desde hace ya bastantes semanas los estudiantes se han sublevado contra la injusticia de la educación chilena. La población, en su gran mayoría, los apoya. El gobierno, por su parte, va cayendo en la cuenta de que sus demandas son razonables. No puede acogerlas todas, pero va ofreciendo soluciones. Los estudiantes estiman que estas no son suficientes, porque no van a la raíz del problema. El gobierno no entiende cuál es verdaderamente el problema. La “derecha”, en particular, no tiene la empatía para entender un problema típico de izquierdas. El gobierno debe resolver el problema, lo esperamos. Pero probablemente no llegue a entender nunca que lo que está operando aquí es un cambio de paradigma, un nuevo modo de comprender, es decir, de sentir y de entender lo que el país debe ser.

 ¿Qué hay en el fondo? No se trata de una molestia contra este gobierno en particular. La molestia se dirige contra los políticos de todos los sectores. El modelo en cuestión tiene 30 años (ley de 1981). Durante tres décadas este modelo se ha desarrollado en todas las direcciones de sus posibles abusos. Los estudiantes han perdido la paciencia en contra del abuso neoliberal en el plano que más afecta su presente y su futuro: la educación. La queja se centra en el “lucro”. ¿Qué se entiende por tal? Algunos estudiantes pueden distinguir entre “cobrar” y “lucrar”, distinción básica para avanzar en la solución del problema. En lo que sí todos concuerdan, es que nadie puede ganar dinero a costa de ellos. Esto es visto como una tremenda injusticia. No la van a dejar pasar.

 También se considera injusticia que no haya educación pública gratuita para los más pobres. ¿Cómo no puede haber universidades públicas que garanticen posibilidades gratuitas a quienes no pueden pagar? ¿Que les eviten endeudarse gravemente ellos y sus familias, comprometiendo su futuro?

Tercera injusticia: si en el ámbito universitario la posibilidad de gratuidad no existe, en el ámbito de las escuelas y colegios de básica y media la gratuidad tiene visos de catástrofe. Los niños pobres que no pagan en las instituciones municipales reciben una pésima educación. Tendrían mejor educación si no hubiera colegios subvencionados, en los cuales “se salvan” los niños cuyos papás puede pagar algo para que tengan mejor educación y mejores amistades.

En fin, en los tres casos el factor económico es decisivo. Por ende, el reclamo por un “derecho constitucional” a una educación igualitaria y de calidad será letra muerta sino no se termina con la educación como “negocio”.

¿Qué hay todavía más al fondo? Aquí ya entramos al terreno de las hipótesis: a) Estamos ante el ocaso del neo-liberalismo, es decir, el término de la desregulación de la educación que ha hecho de ella un “bien de consumo”, permitiendo gigantescas inversiones y pingües negocios. Los estudiantes y la sociedad han reaccionado furibundos contra la mercantilización de la vida: esto de poner precio a todo y vender cualquier cosa. Lo que ha llevado a estafar con los precios de los remedios, los créditos de consumo, los recursos naturales… La crítica al signo peso ($$$) aparece por todos lados. En este caso, se advierte también un hecho notablemente positivo: una re-politización de la juventud. Toda una generación que reacciona políticamente contra la clase política. Jóvenes que dejan atrás el individualismo y comienzan a pensar en términos de país. Y, poco a poco, van trenzando alianzas con quienes, en situaciones semejantes, han debido aguantar abusos parecidos bajos otros conceptos (Mapuches, trabajadores, etc.).

 La otra hipótesis: b) Estamos ante el mayor de los éxitos del mismo neoliberalismo: lo que estaría ocurriendo es un reclamo “individualista” y “materialista” de un sector de la población que ha logrado juntar fuerzas para darle una tajada a la torta sin importarle que otros más pobres salgan perdiendo e incluso arriesgando la viabilidad del desarrollo del país. Lo cual coopta la amargura social de quienes han visto a los demás ganar dinero y comprar a destajo, y hoy quieren resarcirse  de un país que tiene plata y un Estado rico. Ocasión propicia para el festín del lumpen, que si no logra robar algo puede al menos destruir un semáforo.

Mi opinión es que en este fenómeno social hay de ambas cosas. Creo que estamos ante un cambio de paradigma extraordinariamente positivo. Desgraciadamente los cambios grandes suelen acarrear desmanes. Pero, independientemente de lo que sea, sumo mi fuerza a la primera posibilidad. Apuesto a los jóvenes y a los viejos que reaccionan contra la sociedad mercantilista que nos consume.

Hoy estuve en un panel en el College de la UC y me hice esta pregunta: ¿qué está pasando?:

Esto es lo que pienso:

1.- Observo un movimiento de jóvenes,  estudiantes, que se ha levantado exigiendo justicia para la educación en Chile. Este movimiento ha captado la simpatía de una enorme cantidad de chilenos porque, según parece, tiene la razón. Los ciudadanos no entienden bien los detalles del problema ni saben cómo se podría solucionar. Pero han captado intuitivamente que la demanda por una educación de calidad y gratuita para la mayoría, es justa y debe conseguirse.

2.- Observo, además, que está teniendo lugar una cambio de paradigma en la comprensión de la educación, es decir, se está dando otro modo de pensar y de sentir lo que debe ser la educación en Chile, especialmente en cuanto a su responsabilidad y financiamiento. Estamos pasando del paradigma neo-liberal instalado hace 30 años (ley 1981), de acuerdo al cual la educación ha debido ser preferentemente «pagada», a la idea de que debe ser ojalá «gratuita»; de ser responsabilidad de las «familias» a ser responsabilidad del «país»; de ser «desregulada», entregada fundamentalmente las leyes del mercado, de la competencia feroz y del lucro, a ser «regulada» por el Estado.

3.- Veo, en suma, algo extraordinario: el surgimiento de una generación política de jóvenes. Sí, una re-politización de Chile, en el mejor sentido de la palabra, pues estos estudiantes están pensando y luchando por una causa colectiva, común, solidaria. Algo muy distinto al individualismo, al consumismo y a la mercantilización de la vida de las últimas décadas y que nos está comiendo con zapatos. La fricción se nota precisamente en el choque entre esta nueva y la antigua manera de ver la política. El gobierno está descolocado. No entiende el nuevo paradigma. Hace esfuerzos y ojalá logre llegar a un acuerdo en favor de una educación inclusiva e integradora. Pero no tiene ni la sensibilidad ni las categorías mentales que tienen los jóvenes, y según parece la oposición política, la concertación, tampoco entiende mucho,  aunque trata de sacar partido de las circunstancias.

En vez de estar inquietos y aterrados, habría que estar llenos de esperanza. Vamos ganando. Este país sí tiene futuro. Apuesto a Giorgio J, la Camila y al resto de los dirigentes. Apuesto también a mis colegas académicos de la UC (cf. declaracionuc@gmail.com).

 

                                                          Vivimos un gran momento. Algo realmente nuevo puede surgir. Parece despertar una generación que cambiará el paradigma materialista e individualista del neo-liberalismo predominante en Chile desde hace 30 años, por un paradigma de vida social hondamente humano y solidario. Los jóvenes se han alzado no solo por conseguir algo para ellos. Luchan contra la desigualdad del modelo económico-social imperante, piensan en los otros y no solo en sus legítimos intereses personales y tienen una inquietud política en el más noble sentido de la expresión. Ellos quieren otro país del que han recibido y que, en buena medida, se les ha impuesto cultural y constitucionalmente.

Gran momento: las universidades tendrán que revisar su misión. Ya no bastará con universidades que formen profesionales si estos no tienen una visión de bien común. Especialmente las grandes universidades debieran replantear y reorientar su investigación y su docencia. ¿Cuál podrá ser el perfil de sus egresados? Ciertamente la universidad «negocio» que le ha chupado la sangre a los estudiantes no debe continuar. Universidades que para ganar alumnos gastan fortunas en publicidad que, por cierto, terminan pagándola los mismos estudiantes a 5, 10 ó más años plazo.

Estamos apunto, como país, de sacudirnos la mentalidad mercantilista que nos ha lleva a medirlo todo en plata. ¡Nada es gratis!, se nos dice. ¡Este es exactamente el problema! No se quiere reconocer que hay cosas que todavía son gratis, aunque en las escuelas de economía (incluso de las universidades católicas) hayan enseñado a ponerlo todo en cifras. Tal vez no estemos tan cerca de liberarnos de la cultura de los precios, las ofertas, las demandas y de los cálculos en moneda. Quizás el mordisco de Mamón, lo llamaría Jesús, ha sido muy profundo. El Dios-dinero parece invencible. Pero talvez aprenderemos a reconocerlo y a conjurarlo en ámbitos de nuestra vida en los cuales no se debiera comerciar.

 

MOMENTO DE CREACIÓN

Los chilenos vivimos un momento delicado. Las justas demandas por una educación de calidad e integradora de parte de los estudiantes universitarios y secundarios, han puesto, no solo al gobierno, sino al Estado y a Chile en una situación de entrampamiento. No son ellos los responsables de este cuello de botella. Por supuesto que aquí y allá han podido equivocarse en las maneras de pedir las cosas. Pero la clase política y el país, todos nosotros, tenemos una responsabilidad aun mayor. La situación es preocupante. Las tomas son la negación misma del diálogo. Peor aún fue el abuso de la fuerza del gobierno contra los estudiantes el 4 de agosto. La impresión de naufragio crece. Sería muy triste que prosperara porque, si algo hay que hacer, es no impacientarse y desesperar. Suele ser lo peor.

Pienso que hay tomar las cosas en la óptica totalmente contraria. Los tiempos de creación, como el actual, son inéditos. Toda construcción histórica de algo nuevo y mejor, pasa por momentos de duda, de incertidumbre, de conflicto y de riesgos que correr. Lo que ocurre a las personas también puede ocurrirle a las sociedades. A esta hora nuestro futuro como país, a propósito de este alzamiento por una educación justa, no está asegurado. La crisis siempre puede terminar en lisis. La salida no es automática. Pero habrá que concentrar todas las fuerzas para encontrarla. Chile hoy está llamado a la creatividad. Los chilenos debemos mantener la calma, recurrir a nuestra gente más sabia y experimentada, y a los espíritus más libres e ingeniosos. No podemos olvidar que tenemos una historia que nos indica una dirección. No vamos a cualquier parte. En 20 años hemos prosperado mucho. No podemos involucionar. Tenemos que recordar que somos un pueblo de poetas, que juegan con lo imposible.

En estas circunstancias me parece necesario recurrir a los materiales e instrumentos que más nos servirán para ejecutar la obra:

* En vez de sacarnos los ojos unos a otros atribuyéndonos las culpas, las que probablemente estén bien atribuidas, es el momento de cuidar a los representantes que harán de interlocutores autorizados para el diálogo. Tendríamos que evitar desautorizar a las autoridades gubernamentales y estudiantiles, y a cualquier otra persona o institución que colabore a llegar a un entendimiento.

* Bien podríamos disponernos a perder algo para ganar algo. Las diversas partes deben empatizar y entender la razonabilidad que hay en el argumento contrario, y desearle el máximo éxito dentro de lo posible. Ninguna parte puede perderlo todo. Todas las partes deben salir triunfantes, contentas de haber conseguido, no sin los adversarios, crear algo nuevo gracias al diálogo y la buena voluntad. Ojalá nos persuadamos que de ésta todos saldremos ganando, y nos dispongamos a lograrlo con los demás aunque sea arduo obtenerlo.

* Los medios de comunicación tienen una responsabilidad enorme en lo anterior. En vez de darle voz y prestarle micrófono a las fuerzas anárquicas y a la violencia, deben hacerlo con los espíritus más constructivos. Urge detectar autoridades y respaldarlas. Estas pueden surgir de los lugares menos pensados de la población. Esta, por lo mismo, merece estar mejor informada de lo que está ocurriendo. Necesita información más completa y más verdadera. Los medios de comunicación tienen que abrir un espacio amplio a la información y a la libre circulación de las opiniones, y superar con generosidad la estrechez de sus líneas editoriales.

* Hay que mirar todavía más al fondo del asunto: ha surgido una generación de jóvenes capaz de reaccionar contra la injusticia y de pensar en la suerte del país en su conjunto. Ellos están remando en contra de la sociedad de consumidores en la que nos hemos convertidos. Lo que despunta es una nueva sociedad de ciudadanos. ¿Despunta? ¿Podrá esta generación barrer con el neo-liberalismo que le ha puesto precio a todo? No sé si es exactamente esto lo que está en juego. Me gustaría que lo fuera.

Estamos en un momento de creación. Invoquemos a nuestros poetas. Confiemos que estamos haciendo algo importante.

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