La ley de matrimonios mixtos de Lito Ma Sama

La última ley de Lito Ma Sama fue la de los matrimonios mixtos. Su gobierno duró poco

 La ley constó de dos partes y escasos artículos. El primero bonificaba los matrimonios entre chilenos y bolivianos con un suculento asado de llamo, bien regado, en cualquiera de los respectivos países. Un beneficio similar se otorgaba a las mezclas de mujeres chilenas con hombres peruanos y de mujeres argentinas con hombres chilenos.

            El segundo fomentaba las alianzas de colonias rivales. Las de judíos y árabes serían las mejor recompensadas con una significativa exención de impuestos.

             El tercero concedía un derecho vitalicio para asistir a los estadios, además de banderines, “sánguches de potito” y poleras a las parejas formadas por hinchas de clubes antagónicos.

            En la segunda parte y en artículo único, la ley penalizaba algunos matrimonios homogéneos: ricos con ricos, católicos con católicos, carabineros con paquitas, negros con negros y blancos con blancos. Por ejemplo, los matrimonios entre ricos se castigaban con expropiaciones y los matrimonios entre católicos incurrían en excomunión.

             Los matrimonios aumentaron en proporciones alarmantes. Contra las más sesudas suposiciones, la expectativa de desposar una pareja de otro color resultó excitante. No faltaron los criollos que se circuncidaron con la esperanza de acariciar una árabe. Las solteras se mantuvieron en celo ininterrumpido. Los divorciados mejoraron su expectativa de una segunda oportunidad. Los hijos mayores de los fanáticos de la “U” y del Colo-Colo nacieron con “garras azules”. Todos los demás salieron “cruzados”.

            En poco tiempo, la mutación social siguió todos los cursos posibles. El financiamiento de los incentivos matrimoniales y la aceleración de la economía, hicieron que la inflación se disparara por encima de todos los pronósticos. Ante acosos externos, los matrimonios estables se consolidaron aún más, aunque para lograrlo algunas esposas impusieron toque de queda a sus maridos. Aumentaron los homicidios por celos. Los traficantes de armas cayeron en bancarrota. Los más altos grados militares de la nación se acuartelaron hasta que decidieron, no sin disenso, licenciar las tropas. La República argentina cerró su frontera. Habiéndose enterado del propósito del Congreso peruano de redactar una ley similar a la de Lito Ma Sama, el presidente del Brasil clausuró las aduanas limítrofes con el país incásico. Confundidos, unos predicadores evangélicos anunciaron la inminencia de la venida del Señor, mientras otros profetizaron su retardo.

            A poco andar fraguó la conspiración. La aristocracia menguante se volcó en favor del primer mandatario y unió su sangre con la de los fabricantes de camas y somieres, enriquecidos de la noche a la mañana. Pero la burguesía ascendente avivó la envidia de la “tercera edad” y embolismó a los políticos con el himno nacional. Feministas de pelo en pecho, la cadena de peluquerías uni-sex y los viejos cracks del nazismo autóctono, asumieron los gastos de la operación. Agotados de correr de aquí para allá, incapaces de entender tanta novedad y habiendo descuidado sus propias familias, los periodistas optaron por la tradición y sumaron sus letras al colapso de Lito.

            El gobierno de Lito Ma Sama duró poco. El Parlamento lo depuso. Ideas tenía muchas. Su ley de los matrimonios mixtos fue la primera y la última. Derogada la ley, el país volvió a la normalidad.

Pub: Jorge Costadoat Cristo para el Cuarto Milenio. Siete cuentos contra veintiún artículos, San Pablo, Santiago, 2001.

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