Falta una convención constitucional en la Iglesia

La Convención constitucional mueve a pensar en algo parecido para la Iglesia Católica. Los acontecimientos son tan extraordinarios que hacen muy relevante que los católicos enciendan los motores y colaboren en una reedición política y cultural del país. Estimo que para que esta iglesia participe en esta gesta, bien pudiera tener lugar a una convención mediante una auto convocación. No veo necesario esperar a que sea promovida por la jerarquía eclesiástica.

Auto convocación, esta tendría que ser la modalidad. En ella pudiera participar cualquiera. Las actuales comunidades, de naturalezas muy distintas, pudieran activarse, mirarse unas a otras e iniciar conversaciones entre ellas y todo el que quiera, laicos u obispos. Podrían también crearse agrupaciones nuevas, lo más plurales posibles, ecuménicas, interreligiosas e interculturales, en las que la meditación, el diálogo, la publicidad y las publicaciones fueran la metodología.

Los medios para establecer la comunicación están. Internet ofrece hoy la posibilidad de abrir blogs y páginas web. Las comunidades y nuevas agrupaciones podrían crear los suyos para que la conversación sea lo más ancha posible. Con Twitter, Facebook y otros medios se podría avisar lo que se quiera compartir. No se está en cero. Actualmente hay iniciativas de este tipo. Existe Kairós, También somos Iglesia, Mujeres Iglesia y seguramente otras, además de iniciativas de personas individuales que difunden el Evangelio a su manera como ser Peregrinos.

El tema número uno debiera ser cómo conjugar el Evangelio con las inquietudes y necesidades de Chile. Bien pudieran las bienaventuranzas de Jesús animar, acompañar y dar voz, por ejemplo, a los familiares y amigos de los casi cuarenta mil compatriotas muertos a causa del Covid 19; a los funcionarios públicos, como quienes sirven a los reclusos(as) privados(as) de libertad, y otros más; a los campesinos que amanecen y se acuestan lamentando la terrible sequía. Una evangelización para estos tiempos verdaderamente revolucionarios debiera elucidar los contenidos de la Dignidad que se reclama y que se hace necesario estipular en una nueva constitución. El documento Gaudium et spes del Concilio Vaticano II, hace más de cincuenta años, hizo de la Dignidad humana un concepto clave para el diálogo de la Iglesia con el mundo de hoy. Esta constitución apostólica está totalmente vigente. Lo que está faltando es hacerla jugar con los nuevos tiempos.

Este servicio hacia afuera exige, empero, una revisión hacia adentro. Los católicos necesitan conversar sobre cómo están viviendo su cristianismo. Las señales son extremadamente preocupantes. La desafección de los(as) bautizados(as) con la jerarquía eclesiástica, y la fuga, no tienen precedentes. Las causas son muchas. Las comunidades, las nuevas agrupaciones y los freelancers de auto convocados pudieran empezar por el tema que les parezca más relevante.

Otro asunto doméstico es hacer un examen de conciencia personal e institucional. La Iglesia en Chile tiene casi quinientos años. El cristianismo ha inspirado prácticas y testimonios profundamente humanos, pero también ha sido colonizador y religión de opresores. La Vicaría de la Solidaridad rescató seres humanos de las garras de agentes del Estado que se declaraban cristianos. Pero la Iglesia Católica trató a las religiones originarias como paganas. Sin humildad y sentido de arrepentimiento, la Iglesia puede trasmitir otras cosas, pero no el Evangelio.

Entre los procesos en curso más interesantes en Chile hoy está la emergencia de sujetos históricamente negados, y la aparición a la luz del sol de nuevas y antiguas injusticias. El país avanzaba al barranco con piloto automático. Despertó. Las tradiciones religiosas y culturales tienen ahora una oportunidad única para ayudar a discernir lo que ocurre, para sumarse a la reivindicación de las minorías y defender los valores que harán a los chilenos más humanos. Se necesita una auto convocación.

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