El papa Francisco remece la enseña católica sobre sexualidad. Al aprobar la posibilidad de uniones civiles entre personas del mismo sexo, Francisco aprueba de hecho que haya relaciones sexuales legítimas fuera del matrimonio en todos los demás casos. Si a las personas homosexuales se reconoce el derecho a ejercer su condición, también se ha de reconocer esta posibilidad a los jóvenes que conviven antes de casarse y a todo tipo de parejas que lo hacen responsablemente.
Esta innovación parecerá intrascendente a muchos. La cultura cambió. Pero no es intrascendente para los católicos conservadores norteamericanos ni para muchos africanos. PEl África negra se opone a la homosexualidad. Para los católicos conservadores occidentales que a lo largo de toda su vida han procurado ser fieles a la encíclica Humanae vitae (1968), la postura del papa les parecerá irresponsable cuando no una traición.
Humanae vitae del papa Pablo VI desautorizó relaciones sexuales matrimoniales que no tuvieran por objeto engendrar un niño. La encíclica se hizo famosa por condenar el uso de medios artificiales para controlar la natalidad. Si la jerarquía de la Iglesia solo ha reconocido como legítimas las relaciones sexuales entre católicos al interior del matrimonio, con mayor razón el uso de la píldora anticonceptiva y de preservativos ha debido considerárselo prohibido en las relaciones extramaritales. La postura de Francisco ha sacado una de las cartas de abajo del castillo de naipes de la moral sexual de la Iglesia.
Talvez el papa o quienes quieran interpretar moderadamente sus dichos sostengan que estos solo se aplican al caso de las personas homosexuales. Quizás digan también que reconocer la condición homosexual no significa autorizar su práctica. Pero esto y aquello, por razón de coherencia argumentativa, son interpretaciones inaceptables. Desde un punto teológico incluso, no es posible pensar que Dios haya creado personas homosexuales y les haya prohibido amarse y expresarse corporalmente su cariño.
¿Qué ha pasado para que Francisco llegue tan lejos? La postura de la ciencia y de la misma Iglesia acerca de la homosexualidad haN variado a lo largo de los años. La Iglesia, por su propia fe en el Creador de la razón humana, ha debido acoger la argumentación científica que pasó de considerar la homosexualidad una perversión a considerarla una enfermedad, y de considerarla una enfermedad, a tenerla como una variante de la sexualidad humana. El común de los católicos hoy lo entiende así.
¿Qué sucederá en adelante? Lo normal y responsable de parte de la autoridad eclesiástica, sea este el papa o el próximo, será remirar la doctrina de la Iglesia a la luz del Evangelio. El Evangelio es un fin, las doctrinas son un medio. El pueblo cristiano católico merece una explicación. Ha sufrido ya demasiado la incomprensión y el abandono.
El caso es que la jerarquía eclesiástica se encuentra en un callejón sin salida. Con razón el obispo de Providence, Thomas Tobin, sostiene que “la declaración contradice las enseñanzas de la Iglesia sobre las uniones del mismo sexo”. La disyuntiva es clara: la máxima autoridad de la Iglesia ajusta la doctrina al Evangelio o persevera en ella exacerbando el desconcierto de los católicos que, además de no entender la enseñanza oficial, se hallan estremecidos por los abusos sexuales de los sacerdotes y los encubrimientos de estos de parte de obispos y cardenales.
En la conversación del chileno Juan Carlos Cruz con Francisco tiempo atrás, él mismo víctima de abusos eclesiásticos, el papa le dijo: “que tú seas gay no importa, Dios te hizo así y te quiere así”. En realidad, sí importa y mucho. Es muy relevante que lo haya acogido, le haya exculpado e invitado a vivir el amor plenamente. Importó a Cruz y, por extensión, importa muchísimo al resto de los católicos.