La opción preferencial de Dios por los pobres

El amor de Dios por los pobres es una convicción cristiana. La Iglesia es infalible cuando opta por los pobres. Esto no quiere decir que Dios deplore a los ricos y, en consecuencia, los y las cristianas deban hacer lo mismo. De los ricos, y aun de los mismos pobres, Dios espera y estimula su conversión.

Fundamento bíblico

Esta convicción de la Iglesia arraiga en las Sagradas Escrituras. Israel tuvo viva conciencia de haber sido un pueblo liberado de la opresión de la esclavitud por quien terminó de reconocer como el único Dios misericordioso y justo. En el futuro, los y las israelitas habrían de ser con los huérfanos, las viudas y los extranjeros tal como Dios había sido con ellos. Jesús anunció a los pobres la llegada del Reino: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Lc 4, 18). Declaró a los pobres que habrían de ser felices por el mero hecho de ser pobres (Lc 6, 20). La práctica misericordiosa de Jesús, sus acciones de sanación y sus enfrentamientos con los líderes de su época, lo cual terminó por costarle la vida, está ampliamente acreditada en el Nuevo Testamento. Incluso en el Magníficat quedó la huella del conflicto: “A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías” (Lc 1, 53). Pero Jesús también anunció una bienaventuranza a los “pobres de espíritu” (Mt 5, 3). A sacer, gente que, como los pobres, confiaban en Dios y, a la vez, hacían propia las opciones de Jesús. Bien puede decirse que los “pobres de espíritu” son aquellos que optan por los pobres.

Lugar en la Revelación y la Tradición

Esta Revelación neotestamentaria ha sido transmitida por la Iglesia a lo largo de más de dos mil años[1]. Entre otras pertenencias culturales y religiosas, la Tradición de la Iglesia se reconoce en una sensibilidad y un amor a los pobres que a muchos ha podido desconcertar. Lamentablemente aun cristianos y cristianas suelen rechazarla. Pero los más grandes santos y santas indican a la Iglesia el camino de la fe auténtica.

En la antigüedad son de recordar las palabras de Juan Crisóstomo: “¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? No lo desprecies, pues, cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí, en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez” (homilía sobre Mateo 5,3-4). También otros santos/as: santa Rosa de Lima, san Vicente de Paul, santa Isabel de Hungría, Alberto Hurtado y Madre Teresa de Calcuta. A algunos, el cuidado y la defensa de los pobres les ha costado la vida. San Oscar Romero representa a numerosos/as mártires.

Últimamente el Concilio Vaticano II repetidas veces ha insistido en esta prioridad que tiene para la Iglesia los pobres. Lumen Gentium ofrece este ejemplo: “Cristo fue enviado por el Padre a «evangelizar a los pobres y levantar a los oprimidos» (Lc 4,18), «para buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10); así también la Iglesia abraza con su amor a todos los afligidos por la debilidad humana; más aún, reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo” (Lumen gentium, 8; 38, 41; GS 1, 63, 69, 88; SC 5).).

La recepción latinoamericana y caribeña del Concilio

La Iglesia Latinoamérica y caribeña no ha sido original al haber optado por los pobres. La suya es una nueva versión de la Tradición. La novedad estriba en haber recibido el Vaticano II en estos términos. Las iglesias de otros continentes han podido llegar a sus propios hallazgos teológicos. Estas iglesias, sin embargo, han de reconocer en el modo latinoamericano de entender el amor de Dios por los pobres valor universal.

La segunda conferencia general del episcopado reunida en Medellín (1968) hizo de la justicia social la condición para evitar la violencia que asolaba el continente: “Si el cristiano cree en la fecundidad de la paz para llegar a la justicia, cree también que la justicia es una condición ineludible para la paz… América Latina se encuentra, en muchas partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia institucionalizada” (La Paz 16). Pablo VI confirmó documento final de Medellín y él mismo, haciéndose presente en Colombia con motivo de un Congreso Eucarístico, dijo a los campesinos de Mosquera: “El sacramento de la Eucaristía nos ofrece su escondida presencia, viva y real; vosotros sois también un sacramento, es decir, una imagen sagrada del Señor en el mundo, un reflejo que representa y no esconde su rostro humano y divino”[2].

La III Conferencia general reunida en Puebla (1979) hizo suyo este compromiso de Pablo VI y de Medellín (DP 1134). Le dio el nombre de “Opción preferencial por los pobres” (DP 1134ss). La Iglesia ha de reconocer su dignidad, sea auspiciando su derecho a luchar por sí mismos, sea como personas capaces de evangelizar a la misma Iglesia (DP 1147). También Juan Pablo II confirmó las conclusiones de esta conferencia. Es más, el papa polaco promovió decididamente esta opción en sus numerosos viajes por el mundo.

Años después, Juan Pablo II confirmó las conclusiones de la IV Conferencia (1992). La reunión episcopal realizada en Santo Domingo, en continuidad con Medellín y Puebla, renovó el llamado a una opción por los pobres y amplió considerablemente la lista de Puebla de los rostros de Cristo encarnados en personas concretas (DP 31-40), en quienes la Iglesia ha de reconocer el nombre de Cristo (DSD 178).

En la V Conferencia celebrada en Aparecida (2007), Benedicto XVI, en su discurso inaugural, sostuvo: “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9)”[3]. El documento final registró estas palabras del Papa (DA 393). Y, en línea con las conferencias anteriores, amplió de un modo prácticamente ilimitado la lista de los rostros de diversos tipos de pobres en los cuales se ha de reconocer el rostro de Cristo (DA 65, 393, 402-407-430).

Ahora último el papa Francisco ha encarnado esta opción en persona. La ha proclamado en sus discursos por doquier, pero sobre todo significándola con gestos proféticos. Ella ha tenido un lugar prioritario en sus principales documentos (Evangelii Gaudium, Laudato si’, Fratelli tutti). Su expresión “cuánto querría una Iglesia pobre y de los pobres” ha caracterizado su pontificado. En los comienzos del siglo XXI, cuanto la humanidad enfrenta el peligro de su extinción, y la de muchas otras especies, el Papa ha pedido “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49).

Conclusión

La Opción por los pobres es inherente al cristianismo. No se puede ser cristiano si no se opta por quienes Dios ama con predilección. Esta convicción, que en cierto sentido representa la recepción del Vaticano II de la Iglesia en América Latina y el Caribe, también puede serlo en otros continentes.

Jorge Costadoat


[1] Cf. Vincenzo Paglia, Storia della povertà. La rivoluzione della carità dalle radici del cristianesimo alla Chiesa di Papa Francesco, Saggi Rizzoli, Milano, 2014.

[2] AAS LX, 619-623.

[3] Día 13 de mayo de 2007.

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