La palabra “agenda” viene del latín: “lo que ha de hacerse”. La palabra “meta” proviene del griego: “lo que está más allá de”. Metafísica, por ejemplo, quiere decir más allá de la física, de la naturaleza, de lo constatable sensorialmente. Metadata son informaciones más allá de los datos.
Entonces, ¿qué es la meta-agenda? Todo aquello que está “más allá” de la agenda.
Las agendas las conocemos. Importa poco que hoy haya agendas electrónicas que sustituyan a las tradicionales en papel. Da lo mismo el material. La agenda es un instrumento útil para proyectar o recordar asuntos que hemos de cumplir. Compromisos, celebraciones, aniversarios…
La meta-agenda no tiene que ver con el “qué” haremos, sino con el “por qué” lo haremos. ¿Qué sentido tiene una agenda? ¿Qué sentido tiene la vida?
La vida tiene sentido cuando la agenda radica “más allá” de la vida misma. Es decir, cuando lo que ha de hacerse depende, al final del día, de algo mayor que nuestras acciones y que, no sabemos cómo, hace razonable preocuparse por el “más acá”. La meta-agenda la programa Dios.
¿Qué Dios?
El Dios dinero, ciertamente. El Dios trabajo, lujo, justicia, belleza. Dios es eso a que le reconocemos un valor absoluto, aunque para otros no lo tenga. El judeo-cristianismo podría decir que aquellos son ídolos pues Dios, el verdadero Dios, es irrepresentable, intangible y, sobre todo, irreproducible e improducible. Cada uno es dueño de creer lo que quiera. Pero, cuidado: no creer en nada, en algunos casos, equivale al modo más serio de creer. El mejor de los ateísmos conjura la idolatría. Una pizca de este ateísmo ayuda a los cristianos a no hacer de una hostia un fetiche, de un cura un hombre sagrado o de un papa un semi-dios.
¿Cuál será nuestra meta-agenda para 2024? Algo o alguien que nos mueva a trascender, a interesarse en los demás antes que en uno mismo o dar la pelea contra enemigos más poderosos. Hay madres y padres cuya alegría es la alegría de sus hijos e hijas. Estos, y otra gente, viven para que los suyos sean felices. Se sacrifican, con la esperanza de su realización.
Entre enero y febrero, en vacaciones, se ofrece un tiempo privilegiado para pensar qué hacer para que la meta-agenda prevalezca, esto es, elegir las actitudes sin las cuales no ocurrirá aquello que realmente vale la pena. Las actitudes son las siguientes:
Vigilia: alerta a que suceda algo imposible de prever.
Apertura: atención a que durante el año puedan ocurrir hechos o encuentros extraordinarios.
Magnanimidad: disposición a dar más de lo debido.
Empatía: sensibilización a que el prójimo, a través de su pasión, nos revele la senda por dónde seguir.
Y si la agenda tiene que ver con el hacer, la meta-agenda, en cambio, con el dejar hacer o el dejar de hacer, con lo impredecible y la impreparación. Pregúntesele a gente que vive de sorpresas y milagros.
Los animales no usan agenda. Los seres humanos sí usan o, al menos, tratan de programar mínimamente el futuro. A los animales se le impone la obligación de vivir. A los seres humanos también, pero con una diferencia: en su caso, ellos pueden elegir vivir y por qué, o para quiénes hacerlo, pues cuentan con una meta-agenda que los capacita para hacer planes, para cancelarlos o para cambiarlos. A los animales la vida se les da escrita con lápiz a pasta. A las personas, en cambio, se exige que, en sus agendas, escriban sus compromisos con lápiz a mina.