
Los grafitis dan para todo. Las murallas del centro de la ciudad están rayadas por completo. Contienen mensajes de varios tipos: a veces son solo rayas ininteligibles, otras veces siglas, insultos, obscenidades, junto a verdaderas obras de arte. En suma, los barrios céntricos especialmente son un horror.
“Ke viva la bala ke mató a Moyano”. ¿Qué malo hizo Moyano?
Los grafitis, ¿desde cuándo existen? ¿Desde los tiempos de la antigua Roma? Es probable que hoy ensucien todas las ciudades del mundo. Hay costumbres que se contagian de un país a otro. He sabido que incluso Roma, que en sí misma es una hermosura, está comenzando a ser pintarrajeada.
Dice san Juan que Jesús, sentado en el suelo, escribía en la tierra (Jn 8, 1-11). ¿Grafiteaba una idea? Quizás dibujaba círculos o cuadrados como cuando oímos una charla que no requiere mayor atención, o ninguna. Nadie sabe. El evangelista no aporta más información.
El caso es que le trajeron una mujer infiel para apedrearla, porque la ley, la Torá, castiga el adulterio con la lapidación. Los que la acusaban invocaban el cumplimiento de las Escrituras. Jesús puso atención: miró a la mujer, a los hombres que la denunciaban, consideró la ley y pidió misericordia para ella. Lo hizo de un modo sorprendente: “El que esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”. Juan relata que, comenzando por los más viejos, se fueron retirando uno a uno. ¿Por qué se fueron? Más años, más pecados. ¿O más viejos, más compasión?
Jesús no dijo nada que contradijera la ley, solo apeló al corazón de los acusadores, recordándoles su propia necesidad de misericordia. No los juzgó, les pidió que hicieran propia la mirada compasiva de Dios: “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?”. “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más”. Jesús no se saltó la ley, no la derogó, pero la interpretó según el espíritu del legislador, el Dios del amor.
Volvamos a los grafitis. Muchos ciudadanos estamos indignados contra quienes destruyen la estética de nuestra ciudad. ¿A quién puede gustarle que le garabateen los muros de su casa? Seguramente existe una ley que sanciona a quienes grafitean las tiendas, las gasolineras, las iglesias, los tribunales, los paraderos, los edificios o el pavimento.
Tal vez a Moyano lo mató un marido traicionado. No lo creo. Seguramente debió hacerlo un sicario contratado por una agrupación criminal. Sea lo que sea, es aún más triste que alguien haya celebrado el balazo con un grafiti. No tiene perdón de Dios.
¿O lo tiene?