Se cumplen diez años del pontificado de Francisco. ¿Qué es de recordar? El actual papa ha dado pie a muchas críticas. Ha promovido cambios, cambios mayores, muy necesarios. Pero a veces lo ha hecho sin suficiente cuidado. Su estilo cautiva a los periodistas atentos a respuestas de titulares hechas en el avión de regreso de sus visitas a diversos países. Este modo de desenvolverse tan libre ha generado libertad en la Iglesia. Pero su exceso de confianza en sí mismo más de una vez le ha costado caro.
Los chilenos hemos quedado con un saber amargo de su gestión. El caso del nombramiento del obispo Barros en Osorno fue resistido legítimamente por los laicos/as. Después, haber llamado a la Conferencia episcopal chilena a Roma para pedirles la renuncia a los obispos y devolverlos desautorizados fue humillante. El escándalo por los abusos sexuales, de conciencia y de poder del clero, y su posterior encubrimiento ha sido enorme, pero el modo de solucionar el problema ha podido ser menos espectacular.
Esto no obstante, los mismos católicos/as chilenos debemos celebrar la decidida opción por los pobres de Francisco. Él ha sido el mejor representante de esta opción en América Latina y el Caribe, el continente que la forjó. Desde el día uno socavó con su sencillez el estilo rebuscado del estamento eclesiástico, criticó abiertamente la riqueza de algunos prelados y ha tratado de acortar la distancia del clero y el Pueblo de Dios en su conjunto. “Cuánto querría una Iglesia pobre y para los pobres”. Francisco ha recordado a los cristianos/as que es Dios quien opta por los pobres. El papa “franciscano” –jesuita de origen, pero simbólicamente franciscano- ha hecho gestos maravillosos de amor a los excluidos, los descartados y los más humildes. Menciono uno solo: instaló duchas en el Vaticano para los sin techo de Roma.
El Papa latinoamericano ha clamado por el fin de la guerra rusa contra ucrania y por una solución a la muertes de miles de africanos que ahogados en el Mediterráneo. Evangelii gaudium, Fratelli tutti y Laudato si’ han sido documentos que reponen a la Iglesia en la senda del Evangelio que Jesús anunció a los enfermos/as, despreciados y marginados. Laudato si’ debe considerarse la encíclica social más importante desde Rerum novarun (1891). Con ella el Papa hace un llamado de atención sin precedentes para salvar el planeta Tierra. Francisco exhorta a oír “el grito de los pobres y el grito de la tierra”.
Otro asunto de importancia mayor ha sido su intento por hacer una reforma en la Curia romana. Esta es hueso duro de roer. Pero Francisco no se impacienta. Desde el comienzo de su pontificado no quiso ocupar espacios sino “iniciar procesos”. No ha pretendido ganar más poder o cerrar los temas, sino generar cambios en el largo plazo. Ha obrado con sabiduría. Una Iglesia antigua dos mil años de antigüedad no puede renovarse de un día para otro. Los sectores ultraconservadores le han hecho la guerra. En estos momentos impulsa una reunión episcopal internacional sobre el tema de la sinodalidad (es decir, el “caminar justos”, de un modo más horizontal, más democrático). ¿Cuál será el resultado? Unos esperan mucho. Otros, algo. No falta quien no espera nada. Según algunos la Iglesia ha perdido toda capacidad de reforma. Una Iglesia milenaria y que se incultura en tan diversas continentes y países, en tiempos de transformaciones gigantescas, tiene problemas para conservar su unidad.
En temas de género la inculturación del Evangelio avanza muy tímidamente. ¿Cómo ha podido abrirse la posibilidad de bendiciones a las parejas homosexuales y, al mismo tiempo, calmar a los africanos que no quieren oír hablar del tema? “Quién soy yo para juzgar a los gay”. El papa no fue más lejos. Apenas pudo en Amoris laetitia conseguir que se diera la comunión a los separados y vueltos a casar. Las palabras e iniciativas de Francisco para dar participación de las mujeres en la Iglesia han sido más bien simbólicas. Algunas puertas les han abierto. Pero continúa su exclusión. El caso es que hoy, bajo muchos respectos, la cultura evangeliza a la Iglesia mucho más que lo que esta evangeliza la cultura.
¿Cuánto queda a su pontificado? Unos anuncian su próxima renuncia. Él, en cambio, no da señales de querer renunciar. Avanza en silla de ruedas como si nada.