De regalo de Pascua, un sacerdote

Sucedió la Pascua recién pasada. Un niño de siete años pidió de regalo un traje y utensilios de sacerdote. Su papá quiso complacerlo. Recorrió todas las jugueterías y no encontró nada. Quién se extraña: cualquier padre normal anda en busca de disfraces militares, médicos o espaciales. Acudió a las tiendas de artículos religiosos, y nada. Cuando explicó su intención, lo miraron con recelo. Le pidieron el carnet. ¿Por qué? No le interesó averiguarlo, siguió buscando sin éxito, hasta que decidió él mismo fabricar el regalo.

            Pidió a una costurera que le hiciera un alba, un cíngulo y una estola. La misma costurera le cosió un corporal y dos purificadores. El padre continuó su empeño: compró una copa metálica que podría hacer de cáliz y un platillo como patena. Compró también un cuaderno de tapa dura que adornó con una cruz, y las figuras del buey, el león, el águila y el ángel. En su interior y a su modo, transcribió la misa entera. Como si estas cosas no bastaran, el padre inventó para su hijo un juego de salón parecido al Metrópolis o a las carreras de caballos. Trabajó con amor y cuidado, tratando de inculcar en su hijo el amor por el sacerdocio.

            El día de Navidad todos tuvieron su regalo. Pedrito fue el primero en abrir el suyo. Se puso el alba y la estola, y bendijo al papá, la mamá, a hermanos, primos y tíos. La estola era bordada en colores vivos. Su padre le pasó el cáliz y le explicó que debía jugar con él con sumo respeto. Como hostia bastaría pan corriente. Pero habría que comérselo todo, y no dejarlo endurecer ni extraviar.

            El padre ansioso tomó el juego en sus manos y explicó sus reglas. Consistía en un circuito largo y sinuoso, que representaba el prolongado camino a la santidad sacerdotal. El circuito incluía dos partes: la primera, dedicada a la preparación al sacerdocio y, la segunda, al ejercicio del sacerdocio. Para alcanzar la ordenación sacerdotal, había que responder a las siguientes tarjetas, dependiendo de la suerte de los dados: 

            * Un sacerdote es un profesor que enseña porque escucha: Verdadero o Falso.

            * Un sacerdote es una mamá con una fantasía gigante para contar cuentos y para responder a todo tipo de preguntas: V o F.

            * Un sacerdote es un mendigo contradictorio, que debe pedir limosnas para los pobres y rechazar favores de los que recortan a los pobres su salario: V o F.

            * Un sacerdote es un vigía que debe estar alerta para ser interrumpido en cualquier momento del día y de la noche, por una mujer machucada por su marido o un marido traicionado por su esposa que se siente solo y necesita que lo abracen fuerte para seguir respirando: V o F.

            * Un sacerdote es un temerario que no lo detiene la noche ni la enfermedad; que pasa los puentes a oscuras y cruza los callejones peor afamados; que le sonríe al obispo porque lo quiere y no porque tema perder la parroquia que tiene a su cargo: V o F.

            * Un sacerdote es un papá que se deja pasar algunos penales para enseñar a los niños a jugar a la pelota: V o F.

            En la parte segunda, el jugador que hubiere recibido la estola del sacerdote, debía avanzar hasta la meta de la santidad sorteando un sinfín de dificultades. Si los dados le fueren adversos, podría caer en un espacio malhadado. En él se leería, por ejemplo:

* SACERDOTE RETA A LOS QUE SE CONFIESAN: VUELVE AL PUNTO DE PARTIDA.

* SACERDOTE BUSCA EN LAS CARTERAS DE LAS SEÑORAS, ENTRE LOS COLORETES Y LAS ESCOBILLAS, FRASCOS, PASTILLAS…: LOS DEMÁS SACERDOTES LE TIRAN LAS OREJAS.

* SACERDOTE INSCRITO EN PARTIDO POLÍTICO: AUNQUE ALEGUE QUE SE TRATA DE UN PARTIDO INSTRUMENTAL, PIERDE UNA JUGADA.

* De todas, la sentencia más drástica sería la siguiente: SACERDOTE TRANSFORMA EL EVANGELIO EN UNA LEY: ¡PIERDE EL JUEGO! SE LE RETIRAN LOS DADOS Y LA FICHA.

            Pero sólo algunos espacios connotaban una censura. Caer en otros constituiría el deseo de todo sacerdote-jugador. Por ejemplo:

* SACERDOTE MÁS HUMANO QUE DIVINO: AVANZA CINCO ESPACIOS.

* SACERDOTE LLORA CON LAS PELÍCULAS ROMÁNTICAS: JUEGA DOS VECES.

* SACERDOTE HACE SUYA TODA LA DESGRACIA DE SU GENTE, COME MAL, DUERME PEOR, PERO DE ÉL NADA MÁS SALEN PALABRAS DE ALIENTO: ¡AVANCE HASTA LA META!

            En el cuaderno decorado con los símbolos de los evangelistas, donde venía incluido el Orden de la Misa, el papá a su manera le escribió un canon que decía:

            «Tomen y coman todos de él,  porque este pan es más que pan:  soy Yo mismo hecho pan,  alimento de alegría para todos los que sufren y vienen a mí.  Pan mío y vida mía, para que nadie olvide  que mientras haya hambre en el mundo, el hambriento Soy Yo».

             Las demás prescripciones eucarísticas subrayaban la importancia de acoger a los fieles y dar espacio a sus vidas en la liturgia. Tanta importancia adquiría la participación comunitaria, que los signos de solidaridad y reconciliación harían pensar más en una fiesta que en una ceremonia protocolar.

            Pedrito estaba radiante. Varias instrucciones del juego no las entendía, pero se las haría explicar. El papá estaba igual de contento o más. Sin embargo, un tío observaba esta situación rígido como si se hubiera tragado un plumero. Conteniendo los nervios, categórico en sus ideas, sentenció:

 – “¡Simulación!”

 – “¿Cómo?”, dijo el papá.

 – “La Iglesia prohíbe la simulación”. El tío sacó de un bolsillo el Código de Derecho Canónico y leyó a los presentes: ‘Quien simula la administración de un sacramento, debe ser castigado con una pena justa’ (1379). Recordó a los presentes algo que todos ignoraban, menos él: que el Código castiga a los que juegan a ser sacerdotes, diciendo misas o perdonando pecados.

          El papá tomó el Código, leyó los artículos pertinentes y de un tirón arrancó las páginas que trataban del asunto. Quién sabe si para camuflar su arrebato, posiblemente ni él sabría decirlo, hizo chayas del papel y las arrojó como nieve sobre el árbol de Pascua. El episodio fue incómodo para los mayores, indiferente a los niños concentrados en los juguetes.

           Esa noche el tío canonista fingió estar enfermo del estómago y no probó bocado. Serio como siempre, urdía el modo de denunciar a su cuñado y suspender la catequesis de primera comunión a su hijo. Avinagrado, el padre comió con desgano.

            El niño, en cambio, se comió toda la comida y rápido, ¡ilusionado! Que lo más importante esa noche, ¿sólo esa noche?, era ser sacerdote.

Pub: Jorge Costadoat, Cristo para el Cuarto Milenio. Siete cuentos contra veintiún artículos, San Pablo, Santiago, 2001.

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