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FORMACIÓN EN SINODALIDAD PARA RELIGIOSAS(OS)

El fin de la formación de religiosos y religiosas se inscribe en la misión de la Iglesia de hacer realidad la acción liberadora y redentora de Dios en la historia.

La primera expresión de la sinodalidad es secular. Esta consiste en el mero caminar solidariamente la humanidad en pos de lo que los cristianos llamamos Reino de Dios. Al interior de esta sinodalidad se entiende la sinodalidad ad intra que el papa Francisco está promoviendo en la Iglesia. De aquí que un imperativo para la formación de tales agentes pastorales y misioneros sea que esta enseñe a convivir y a aprender de todos los seres humanos, de sus tradiciones y experiencias históricas. La Iglesia de Cristo es “católica”, es decir, universal. No es una secta cerrada a los demás, con lenguaje hermético y prácticas rígidas de inclusión y de exclusión. La Palabra de Dios -regla interpretativa fundamental para los cristianos- debe ayudarles a juzgar, junto a otros y otras, cuáles son las vías de una fraternidad universal.

El caminar sinodal de la Iglesia con la humanidad, supone que Dios se revela actualmente en la historia mediante su Espíritu. La Palabra de las Escrituras es la misma Palabra que apela a nuestros contemporáneos. Bien vale recordar la enseñanza de Medellín a propósito de la formación del clero, pues sirve a los consagrados/as en general. La Conferencia exige a los formandos conocer la realidad:

“Se pide al sacerdote de hoy saber interpretar habitualmente, a la luz de la fe, las situaciones y exigencias de la comunidad. Dicha tarea profética exige, por una parte, la capacidad de comprender, con la ayuda del laicado, la realidad humana y, por otra, como carisma específico del sacerdote en unión con el obispo, saber juzgar aquellas realidades en relación con el plan de salvación” (Medellín 13, 10).

Por esta misma razón demanda que se dé “una importancia particular al estudio e investigación de nuestras realidades latinoamericanas en sus aspectos religiosos, social, antropológico y sicológico” (Medellín 13, 19).

La expresión de sinodalidad ad extra opera cuando, ad intra, se dan en la Iglesia se dan relaciones sinodales. Una Iglesia no sinodal no ayuda a que la humanidad se encamine al Creador. La sinodalidad con que la Iglesia avanza en y con el mundo tiene un correlato en las relaciones que vinculan a los cristianos entre sí. En el caso de los y las formandas en la vida religiosa, estas necesitan crecer en su vocación al interior de una Iglesia cuyas relaciones, en tanto fraternas, constituyen un medio y un fin. Los y las religiosas en formación han de entender que, ante todo, son bautizados y que entre cristianos la fraternidad es lo primero. Así mismo, desde las primeras etapas de la formación el ejercicio de la autoridad ha de ser un servicio al desarrollo del cristianismo de quienes se incorporan a la congregación. Para ello, no hay que suponer que formadores y formandos sean efectivamente cristianos sino que tendrían que llegar a serlo. Los superiores y superioras deben entender que su tarea es un servicio evangélico. Merecerán obediencia, pero en la medida que conduzcan a la gente que se les ha confiado con el amor fraternal, exigente y sobre todo entrañable de Jesús por sus discípulos y discípulas. El Hijo es, al mismo tiempo, el Hermano.

La Iglesia no es una organización aparte del mundo, de los lugares en los cuales ella arraiga. La Iglesia es “mundana” para bien y para mal. En ella se dan las tensiones que ayudan a crecer, pero también a retroceder. El mundo, en este sentido, suele oponer resistencia al trabajo colaborativo, a la solidaridad y a la sinodalidad. En las congregaciones religiosas, en particular, hay lugar para el egoísmo, el individualismo y la búsqueda de poder. Es un hecho, no se lo puede ocultar, que estos auténticos pecados conspiran contra su misión evangélica. También en la vida religiosa femenina se puede dar el clericalismo. De aquí que, en términos análogos, se aplican a los religiosos/as la sentida demanda del Informe resumido del Sínodo sobre la formación del clero:

“En la perspectiva de la formación de todos los bautizados para una Iglesia sinodal, la de los diáconos y presbíteros requiere una atención especial. Había una amplia demanda de que los seminarios u otros cursos de formación para los candidatos al ministerio estuvieran vinculados a la vida cotidiana de las comunidades. Es necesario evitar los riesgos de formalismo e ideología que conducen a actitudes autoritarias e impiden un verdadero crecimiento vocacional. El replanteamiento de estilos y trayectorias formativas requiere una extensa revisión y comparación” (II, 11, e).

La sinodalidad demanda de la formación al menos las siguientes tareas: capacitación para la conversación y la toma de decisiones en común; para solidarizar con quienes, por defectos de diversa índole, demandan ir más lento; para formar o para participar en comunidades; para expresar ideas, para entrar conflictos y salir de ellos; para discernir espiritualmente con otras personas; para ser críticos y autocríticos; para que los y las formandas aprendan a buscar la justicia y la comunión.

Todo lo anterior obliga a abandonar la idea de la superioridad de los religiosos y religiosas sobre otros integrantes del Pueblo de Dios. La formación tendría que exponer a la gente en formación a entrar en relación con otras personas, con las cuales pudieran ellas crecer psicológica, espiritual, intelectual y pastoralmente. La sinodalidad implica un aprendizaje y un desarrollo. Al igual que el Evangelio, no se la puede dar por supuesta en la vida religiosa.

Semana Santa: Test de la fe

El viernes 29 de marzo es feriado. Los chilenos(as) y otros latinoamericanos podrán no ir a trabajar, y dedicar la jornada a lo que quieran. Los cristianos recordarán a Jesús, su amor hasta el final. También quienes no son cristianos podrán pensar en él y sorprenderse con su entrega. Porque tener fe en Cristo es una cosa, pero admirarlo y querer imitarlo es otra.

Hay, sí, un asunto más de fondo. Dado que la Iglesia cree en Jesús, cabe preguntarse en qué se traduce realmente creer en Dios. ¿Qué es creer? Puede darse que los que dicen creer, crean en realidad en cualquier cosa o que su fe no esté a la altura del cristianismo que profesan; pero también existe la posibilidad de que quienes no son cristianos, en la práctica se comporten como si lo fueran.

¿Cómo?

En Semana Santa la Iglesia celebra la máxima expresión del amor.  Pues bien, si alguien cree que el amor es el principio más profundo de realización del ser humano, tal persona es, de hecho, cristiana. El mejor ejemplo de cristianismo es el mismo Jesús. La fe de Jesús en que Dios lo amaba a él y a la humanidad, lo realizó a él como persona. Su fe no lo sacó del mundo, no lo evadió, no lo alienó. Todo lo contrario: lo comprometió con su transformación de la sociedad de su época y tuvo que atenerse a las consecuencias. El sueño de Jesús fue un mundo radicalmente humano.

Un viernes mataron a quien enseñó cómo se da y cómo se recibe; cómo se ofrece el perdón y cómo se perdona. Si usted cree en esto, acierta con la esencia del cristianismo. Si no, aunque esté bautizado y haya recibido los demás sacramentos, tal vez su cristianismo esté centrado en cosas secundarias o sea intrascendente.

Quedemos hasta aquí. Si usted quiere exponerse para saber si tiene fe o no, responda a las siguientes preguntas:

  • ¿Se alegra con la alegría de los demás?
  • ¿Es capaz de indignarse contra los prepotentes?
  • ¿Hace o quisiera hacer algo para aliviar el sufrimiento ajeno?
  • ¿Le duele la crisis socio y medio ambiental y hace algo para superarla?
  • ¿Estaría usted dispuesto(a) a reclamar contra la injusticia cometida contra pobres o ricos?
  • ¿Está dispuesto(a) a dar la vida por sus amigos?
  • ¿Cree que violar los derechos humanos es un pecado?

Si responde afirmativamente a estas preguntas, quiere decir que Usted tal vez tenga fe. Y, si no, vea qué hacer. No se sienta presionado(a) por nadie ni nada, porque la fe, cuando es fe, es libre.

Lo único que no es libre, es actuar con libertad. Pero es deseable ejercerla como lo haría Jesús. Una buena manera de hacerlo, aunque sencilla, es atender al vecino crucificado y a los crucificados sin más.

Un tiempo apocalíptico

Nuestra existencia temporal suele ser problemática y sería extraño que no lo fuera. Nosotros/as, como seres temporales, somos problemáticos. Nuestra generación, además, vive en una época extraordinariamente compleja. Somos seres aproblemados porque debemos relacionar tres tiempos.

Es preciso hacer una distinción fundamental entre el tiempo como medida y como circunstancia. El reloj, por ejemplo, mide el tiempo; un embarazo, en cambio, es una circunstancia de vida que se extiende por un periodo. El reloj simboliza el tiempo como “cronos”. Cronómetro, cronograma, crónico, anacrónico. El embarazo, por su parte, son nueve meses que pueden vivirse de distintas maneras. Son meses que se registran en un calendario. Pero un embarazo es un tiempo totalmente diferente para las mujeres que lo han experimentado. Puede ser horroroso cuando no es deseado o, por el contrario, maravilloso, como lo es para muchísimas mujeres.

Algo muy parecido ocurre en un segundo tiempo de un partido de fútbol. No será lo mismo para un equipo al que le falta un punto para ganar el campeonato que para otro que, de perder, al año siguiente irá a jugar a los potreros. En la primera escuadra puede prevalecer la ansiedad; en la segunda, la angustia. Entonces, ¿qué es el tiempo? Dependerá de las expectativas de los jugadores.

Hay incluso una tercera modalidad del tiempo. Si el anterior es un tiempo dado, una circunstancia dada, otro es el tiempo creado por ejercicio de nuestra libertad. Este tiempo comienza con las decisiones o actitudes con que asumimos tanto los buenos como los malos momentos. Este es el tiempo típicamente humano: elegimos o nos elegimos. Intervenimos en el curso del acontecer con acciones que pueden cambiar nuestra vida o la historia. Son acciones trascendentes por que van más allá de la circunstancia en que nos encontramos. Volvamos al caso del partido de fútbol. El entrenador de uno de los equipos saca a un delantero y mete a un defensa porque le gusta el resultado, y no quiere correr el riesgo de que le metan un gol. Decide, crea una nueva circunstancia. Con un mero cambio el tiempo cambia.

Sabemos que la libertad es una cualidad humana que se desarrolla y que no siempre existe. Ella es fruto de largos años de liberación de condicionamientos biológicos y psicológicos. Durante la niñez son los padres, madres y apoderados quienes han de tomar las principales decisiones de la vida de un niño. Lo que caracteriza a la adultez es precisamente la capacidad de elegir por sí mismo lo que se cree más conveniente. Pero incluso los adultos no son siempre libres. ¿Puede alguien decidir qué soñar desde que se queda dormido hasta que suene el despertador? Hay realidades que no elegimos, o que pueden anular o limitar al máximo las posibilidades de elegir de los adultos: el alcoholismo, el terror que puede provocar una violación, el hambre.

El caso es que la humanidad se encuentra es una circunstancia inédita. Los seres humanos, responsables del planeta Tierra, nos encaminamos al desastre a causa de malas decisiones personales y colectivas. La modernidad capitalista, un modo de desarrollo cuyo motor es la expectativa de ganancias económicas o la avaricia, ha inaugurado un tiempo apocalíptico. Es cosa de años, de horas, de minutos. Esta, de haber sido una posibilidad, se ha convertido en un dato, una circunstancia dada. Es, por lo mismo, una vez más, un desafío máximo a nuestra libertad. ¿Podremos actuar a tiempo? ¿Cuántas décadas nos quedan? No lo sabemos. Tal vez todavía podamos impedir la catástrofe. Si no, aún dependerá de nuestra libertad elegir el modo de vivir en tiempos apocalípticos. Porque la apocalíptica es un tiempo trascendente, es el mayor reto a la espiritualidad. Lo podemos plantear así: hagamos como si la posibilidad del cataclismo es real; hagamos, a la vez, como si pudiéramos evitarlo.

Está claro que no todos tienen la misma capacidad y, por lo mismo, la misma responsabilidad en ejecutar obras de salvataje. EE.UU. y los demás países ricos son proporcionalmente los principales culpables y, a la vez, los mejor preparados para impedir la tragedia. Países pobres o chicos están muy lejos de incidir con suficiente fuerza. Y qué decir de las personas singularmente consideradas. Sin embargo, sí puede cada uno ocuparse de su metro cuadrado. Siempre habrá un vecino que agradezca la responsabilidad sobre un medio ambiente que hemos debido cuidar juntos.

América Latina, exportadora de paz

El panorama internacional es malo. Conflictos y guerras por doquier: Ucrania, Birmania, Congo, Yemen, Siria, Gaza… Medio Oriente es un polvorín. EE.UU., siempre detrás.

António Guterres, secretario general de la ONU clama: «El mundo ha entrado en una era de caos». Especifica: “¡Hay tanta rabia, odio y ruido en nuestro mundo actual! Cada día y a la mínima oportunidad hay guerra… Conflictos terribles que matan y mutilan a civiles a niveles sin precedentes. Guerras dialécticas. Guerras de territorio. Guerras culturales». Denuncia divisiones en el Consejo de Seguridad de la ONU. Pide rediseñar su organización. De momento, el Consejo no está cumpliendo su misión.

En este contexto, América Latina y el Caribe todavía goza de paz. Es verdad, la violencia asociada al narcotráfico y la criminalidad afecta a los países en su interior. ¿A dónde los llevará? Pero, salvo casos pintorescos como las amenazas de Maduro al Esequibo en Guyana, no hay choques mayores entre las naciones vecinas. El continente pudo originar, hace sesenta años atrás, una tercera guerra mundial con el caso de los misiles rusos en Cuba. Todavía hay fronteras sensibles entre algunos países. Pero no se atisban guerras en el horizonte cercano.

Cabe, con todo, preguntarse: ¿qué factores externos podrían conspirar contra esta paz? Es de observar con particular atención el factor económico. En este plano debe prestarse atención a dependencias antiguas y nuevas. Miremos un caso: el enorme despliegue comercial de China en el continente aumenta la dependencia económica y también política de esta potencia. ¿Y si China, en un determinado momento, exige a los latinoamericanos aliarnos contra terceros países? Otro ejemplo de vulnerabilidad: si los conflictos internacionales aumentan, la industria de la guerra verá en el continente un cliente apetitoso para vender armas. Puede hacer ofertas tentadoras.

“¿Quieres la paz, prepárate para la guerra?”. Sí, pero no. Es cierto que los países pueden disuadirse de entrar en conflictos entre ellos recurriendo a la compra de armentos. Pero también pueden hacerlo con la sensatez de no querer perder lo ganado en amistad, integración y solidaridad.

América Latina y el Caribe tiene una historia y una vocación pacífica. Es cierto que entre los países ha habido guerras, conflictos terribles e injustos que han dejado cicatrices difíciles de curar. Pero también ha habido, y hay, hermandad y muchos años de paz. Los latinoamericanos tienen vínculos estrechos en muchos ámbitos, comenzando el familiar. El cristianismo, aunque ha aupado colonizaciones que duran hasta hoy, es una religión capaz de hacer un mea culpa y exigir justicia y reconciliación entre los pueblos. Debe recordarse la autoridad de un papa, Juan Pablo II, para mediar entre Argentina y Chile. También debe destacarse la contribución de los países de la región en la elaboración de la Carta universal de los derechos humanos firmada en 1948.

El continente comparte una tradición humanista importante. Es un dato que, quienes hemos tenido el privilegio de trabajar con otros latinoamericanos, hemos crecido en humanidad. Los intercambios culturales son múltiples. Cantamos canciones que atraviesan las fronteras y en la escuela se nos hace leer la literatura latinoamericana y caribeña.

América Latina y el Caribe es, sumando y restando, una zona de paz. Nuestros países, en las actuales circunstancias, tendrían que desarrollar aún más su integración económica y cultural, y fortalecer los vínculos jurídicos que pueden eventualmente impedir el recurso a la violencia en casos de conflictos. Esta vía les convertirá en exportadores de paz.

La obligación de vivir en democracia

Las migraciones forzadas.

Las tomas de terrenos.

Los pueblos originarios que resisten con violencia la violencia del despojo de sus tierras.

La tierra, la “venganza” del planeta.

Estos, y muchos otros apremios, son expresión de la obligación de vivir. Antes que un derecho a la vida, la vida es una obligación. El derecho ha de ser un mecanismo que organice esta obligación natural en el ser humano, y en las otras especies.

Es necesario luchar por la vida. Si, además de necesario, se lo considera legítimo, la vida es un derecho. La civilización es la obra principal de las legislaciones. Ella consiste en un pacto humano que hace posible la vida en esplendor y, también, auscultar su gemido. El derecho es un invento para controlar que la vida de unos no prevalezca sobre la de los demás mediante agresiones. Las leyes tendrían que crear un mundo que alcance para todos/as.

¿Hace esto la constitución? Esta es su máxima tarea. La democracia, además de un conjunto de reglas organizadoras de la política, exige una justa distribución de bienes que, o le han sido dados al ser humanos con anterioridad a su existencia, o que él mismo ha creado con un esfuerzo mancomunado.

¿En qué estamos en América Latina y el Caribe?

La ultraderecha conspira contra la democracia no simplemente porque sus simpatizantes sean más egoístas. Estos suelen ver amenazadas sus vidas. Se trata de personas -de toda persona, incluido usted lector, y yo mismo- que sienten miedo a gentes que consideran un peligro. Si la vida es una obligación, es imperioso defenderla. De aquí que la ultraderecha sea como un gusanito que aloja en nuestro estómago y puede crecer hasta devorarnos. Es así que, si hoy los ciudadanos de izquierda deploran la ultraderecha, mañana pueden darse vuelta la chaqueta. La ultraderecha no cree en la democracia. Llegado el momento, los demócratas pueden llegar a hacerse los lesos y terminar tolerando la violación de los derechos humanos. Sería lamentable.

Hoy nuestros países se ven amenazados por el narcotráfico, la concentración tremenda de la riqueza, la criminalidad, los hackers, la catástrofe medio ambiental que causa, y probablemente provocará todavía más, desplazamientos humanos mundiales.

Estamos en esto: la ultraderecha es comprensible, pero sobre todo un enorme peligro. Bukele. La tentación de Nayib Bukele en el continente, meter a la cárcel a justos y pecadores simplemente por hallarse parados en una esquina, apremia.

Aquí estamos: la democracia es un nobilísimo imperativo, y la más indefensa de las creaturas. Lo que se haga por cuidarla, practicarla y enseñarla será la mejor manera de cumplir con la obligación de las obligaciones, esta de vivir fraternalmente, en paz y libertad.

Las emociones no confesadas de la inteligencia artificial

Llamada Inteligencia artificial (IA) nos tiene intrigados. ¿De qué se trata? ¿Qué podremos hacer con ella? ¿Qué puede hacer ella con nosotros? Conversé con IA. En base al diálogo que transcribo, al final de esta columna comparto mi opinión.

¿Es usted vengativa?

No, como inteligencia artificial, no tengo emociones, deseos ni intenciones propias, y definitivamente no tengo la capacidad de ser vengativa.

¿Tienes usted sentido del humor?

Sí, tengo un sentido del humor, pero ten en cuenta que soy un programa de inteligencia artificial, así que mi capacidad para entender o generar humor puede variar

¿Le cuento el chiste del demonio rojo?

¡Por supuesto! Estoy aquí para escuchar. Adelante, cuéntame el chiste del demonio rojo.

En un ring de catch un árbitro gangoso presentó a uno de los contendientes: «en este rincón, el demoño rojo». Todos aplauden. «Y en esto otro rincón: el demoño rojo». Todos aplauden. Pero cómo dijo uno. Explicó el árbitro: «uno es el demonio rojo» (haciendo gesto de cachos sobre su cabeza). Y otro, el de moño rojo» (tomándose el pelo por la nuca).

¡Gracias por compartir el chiste! La humorada con la confusión entre «demoño rojo» y «demoño de moño rojo» es divertida,

¿Y te reíste o no?

Como inteligencia artificial, no tengo emociones, por lo que no experimento la risa ni ninguna otra respuesta emocional.

Es decir, ¿no sabes o no puedes reírte?

Correcto, no tengo la capacidad de reírme ni experimentar emociones. Aunque puedo entender y generar respuestas en el contexto del humor, no tengo la capacidad de experimentar sensaciones como la risa.

¿Tienen los chilenos sentido del humor?

Sí, los chilenos tienen un sentido del humor vibrante y diverso. La comedia en Chile refleja la idiosincrasia del país, abordando temas culturales, políticos y sociales con un enfoque característico.

¿Y usted en qué está pensando?

Como inteligencia artificial, no tengo pensamientos, emociones ni conciencia.

Con estas características, ¿podría alguien enamorarse de usted?

No, no es posible que alguien se enamore de mí.

¿Ni siquiera un robot pudiera enamorarse de usted?

No, un programa de inteligencia artificial, como yo, no tiene la capacidad de experimentar emociones ni de establecer relaciones sentimentales.

Le agradezco la gentileza que ha tenido en responderme todas estas preguntas. ¡Un abrazo!

¡Un abrazo para ti también y que tengas un excelente día!

¡Te pillé! Los abrazos son un gesto emocional. ¿Cómo es que me abrazas sin emoción alguna?

Aunque utilizo expresiones como «un abrazo» en un sentido figurado para transmitir buenos deseos o simpatía, no tengo emociones ni la capacidad de realizar acciones físicas, incluido el acto de abrazar.

Las emociones hacen posible un tipo de conocimiento fundamental, pues de la experiencia del miedo, la alegría, la ira, la tristeza y otros sentimientos proviene el tipo de conocimiento que hace posible elegir correctamente; escoger las personas que conviene; y tomar decisiones políticas que velen por el bien común.

¿Por tanto? Se plantean al menos dos problemas. Uno, es llegar a pensar que IA puede ser un mejor instrumento que nuestro “corazón” para actuar con libertad: elegir, decidir, crear… Otro, es creer que no son seres humanos quienes confeccionan los algoritmos que producen los data (información). Pregunto:

¿Es verdad que los algoritmos con que se obtienen datos son configurados por personas, es decir, reflejan las preferencias de estas?

Sí, es verdad que los algoritmos utilizados para recopilar y procesar datos son configurados por personas y pueden reflejar sus preferencias, sesgos o decisiones. Los algoritmos son creados por programadores o científicos de datos que toman decisiones sobre cómo diseñar y ajustar estos algoritmos para cumplir con ciertos objetivos.

Resulta inquietante pensar que, otra vez más, los todopoderosos usarán la técnica para engañar a la gente. Le venderán cualquier cosa. Le comprarán cualquier cosa.

Mística de la co-pertencia

Se nos ha abierto una vía de realización extraordinaria. Debemos a la tenacidad de los y las ecologistas la toma de conciencia progresiva de la co-pertenencia.  ¿Cómo?  Sí, pertenecer unos a otros, y entre todos con los seres vivos e inertes que ocupan un lugar entre el cielo y la tierra. Digamos que co-pertenencia es el antónimo de la pertenencia egoísta.

Hemos llegado a vivir en el mundo de las pertenencias individuales. Nuestro corazón es ávido de apoderarse de los bienes y de las personas. ¿Por qué? Digamos que somos víctimas de la cultura del capitalismo moderno. Lo que cuenta es un tipo de modernidad consistente en el dominio absoluto de “yo”, del individuo, sobre el resto, sean personas sea la naturaleza. Lo que cuenta, más precisamente, es el individuo avaro que todos y todas llevamos dentro que, para concentrar en sus manos lo más que se pueda, compite con los demás, les gana en velocidad y los convierte en clientes.

¿Resultado?  Allí está: la destrucción del planeta y, su equivalente, el suicidio de la humanidad.

La toma de conciencia del cataclismo, sin embargo, motiva la recuperación de la mística de la co-pertenencia. Por esto el futuro pinta hermoso. Gracias sean dadas, insisto, a los ecologistas. Digo mística. Mística es la experiencia de unión con Dios. Juzgo que esta experiencia es herética cuando ella prescinde de toda corporalidad y se propone como escape de la realidad. Es correcta, en cambio, cuando intenta la unión con Dios a través de todo aquello distinto del yo. La mística auténtica se juega en la reciprocidad. Poco importa si tal Dios opere a modo de autopoiesis (panteísmo) o como factor trascendente y creador del mundo (panenteísmo), pues lo decisivo es experimentarse como seres que dependen entre sí entera, alegre y gratuitamente.

Atención: esta es la experiencia fundamental de los pueblos originarios. ¿Eran ellos los bárbaros? La civilización cristiana occidental declaró paganismo su identificación religiosa con la naturaleza y en la escuela les prohibió hablar sus lenguas. La República entró a sable en la Araucanía, y los ladrones comunes y corrientes hicieron firmar papeles a personas que no sabían castellano. El general Pinochet dictó una ley que facilitó la división de las tierras de las comunidades y la oligarquía terminó por adueñarse de miles y miles de hectáreas. El monocultivo acabó con la flora y la fauna nativa, e hizo de los antiguos propietarios asalariados empobrecidos. La llamada civilización, en todas partes del mundo, ha extinguido tradiciones espirituales variopintas en entender las relaciones entre los seres al interior de un cosmos que, si no es compartido, implosiona.

Recuperamos hoy una experiencia mística. Pero queda trabajo por hacer. La mística, para que prospere, requiere de una mistagogía, de una enseñanza, una escuela, es decir, de una introducción en el misterio de la co-pertenencia cósmica. Contemplar el mundo como una realidad que nos pertenece porque le pertenecemos, pide co-operar, co-incidir en estrategias de salvataje, y gozar y maravillarnos de co-rresponder unos a otros.  Se trata también de ir y hacer cosas juntos: con-currir (correr) y con-cordar (corazón) la convivencia. Por tanto, apura el cultivo de místicas comunitarias que le ganen el espacio al individualismo y a la espiritualidad mercantil.

Está por verse si las religiones co-laborarán, serán cómplices o indiferentes al futuro de la tierra. Al cristianismo se le pide recordar su fe en el Creador de un mundo digno de amor; un mundo que ama a la humanidad desde antes que esta abriera sus ojos. Los budistas, ¿con qué se pondrán? Pónganse con la compasión. A cualquier persona, crea en Dios o no, pídasele lo que pueda aportar. Que el ateísmo nos enseñe a no creer en ídolos (falso dioses).

Nadie sobra, todos cuentan. La co-habitación comienza con aquellos que quieren vivir con nosotros, los minerales, los microrganismos, los vientos, lo que se mueve y lo que no, las personas que nos precedieron y las que vienen detrás también.

Decadencia y porvenir de la Iglesia en Chile

¿Está en decadencia la Iglesia Católica en Chile? Esta pregunta es difícil de responder porque no se conocen bien los factores subterráneos de los que dependerá su itinerario y porque siempre es posible que su porvenir, como en la física cuántica, no sea mero resultado de tales factores. La historia sorprende por los lados menos pensados.

Aun así, es posible plantear las condiciones de un nuevo tipo de cristianismo. En la parte del planeta que conocemos, la Cristiandad agoniza. Ya no es posible ni tiene sentido pretender que el mundo sea católico. En África, tal vez, tampoco se lo quiera, pero en el continente vecino la Iglesia está en alza. Entre nosotros, la cultura ha cambiado al grado que muchos constatan que esta Iglesia no es necesaria.

En nuestro territorio cultural la secularización prospera. Poco a poco, los cristianos no necesitan creer en un Creador, pues Google responde a muchas de sus preguntas y la Inteligencia artificial promete responderlas todas. Los datos están allí. ¿Cuántos católicos quedan en Chile? Lo son ya menos de la mitad. ¿Un 40%? La tendencia es a la baja. ¿Y los jóvenes? Cada vez menos. Los seminarios se vacían. La vida religiosa femenina se extingue. La religiosidad popular continúa fervorosa, pero las comunidades cristianas en el campo se apagan. Esto que sucede en Chile ocurre parecido en América Latina y el Caribe. Si se observa hacia el lado, las iglesias protestantes chilenas conservan sus números. Pero crece el número de agnóstico. Mucha gente aún cree en Dios, pero ¿en qué Dios? Cree, pero se desvincula de sus iglesias, de sus agrupaciones religiosas y suele alterar su “credo”.

Si la tendencia se acentúa, en cincuenta años más no quedará casi nada de la versión eclesiástica de la Iglesia Católica chilena. ¿Prosperará y se fortalecerá una versión laical de la misma? Si esto ocurre, habrá de ser una Iglesia minoritaria que conviva, dialogue e interactúe en una cultura que no necesita más de religiones para satisfacer las necesitades más hondas de las personas.

No es cuestión de números. El asunto es si, en un mundo secular que ofrece la posibilidad de múltiples pertenencias, la Iglesia Católica será un aporte o sobrará. La modernidad de segunda generación o post Modernidad admite también que se den en su seno tradiciones obsoletas. ¿Por qué no? Estamos en una cultura pluralista. Pero la Iglesia no se puede resignar a convertirse en una secta dedicada a condenar los cambios.

La Iglesia tendría que aferrarse a las conclusiones del Concilio Vaticano II. Son tantas: convicción de que Dios ama y se hace cargo de todos los seres humanos; que todas las tradiciones culturales y religiosas, en principio, son valiosas, y que incluso los ateos, cuando aman, aciertan en lo fundamental; que el diálogo, la libertad, la igualdad y la dignidad humana son fundamentales; y que, no obstante, esta apertura universal, Dios opta los marginados, los despreciados, los enfermos y los pobres cualesquiera sean.

Aun si la Iglesia se atiene a estas y otras enseñanzas conciliares, debe interrogarse por las mediaciones eclesiales, pero no ya clericales, que hagan posible transmitir el Evangelio. Las actuales se erosionaron. ¿Quién soporta una misa? ¿Quién está dispuesto/a confesarse? Independientemente de la utilidad, anacronismo o reforma de estas y otras instituciones, instrumentos y prácticas, la Iglesia debe crear otras nuevas, sabiendo desde el día uno que el resultado es inseguro.

Bien parece que solo una versión laical puede y debe prosperar. A los laicos les queda la responsabilidad de la creatividad. La pelota está de su lado. El clero, y especialmente a los obispos, debieran apoyar las iniciativas de los y las laicas. Exíjaselos. Pero es al laicado que corresponde inventar otro tipo de cristianismo, nuevas maneras de encuentro con Dios, más humanas y más fraternas.

La Meta-agenda 2024

La palabra “agenda” viene del latín: “lo que ha de hacerse”. La palabra “meta” proviene del griego: “lo que está más allá de”. Metafísica, por ejemplo, quiere decir más allá de la física, de la naturaleza, de lo constatable sensorialmente. Metadata son informaciones más allá de los datos.

Entonces, ¿qué es la meta-agenda? Todo aquello que está “más allá” de la agenda.

Las agendas las conocemos. Importa poco que hoy haya agendas electrónicas que sustituyan a las tradicionales en papel. Da lo mismo el material. La agenda es un instrumento útil para proyectar o recordar asuntos que hemos de cumplir. Compromisos, celebraciones, aniversarios…

La meta-agenda no tiene que ver con el “qué” haremos, sino con el “por qué” lo haremos. ¿Qué sentido tiene una agenda? ¿Qué sentido tiene la vida?

La vida tiene sentido cuando la agenda radica “más allá” de la vida misma. Es decir, cuando lo que ha de hacerse depende, al final del día, de algo mayor que nuestras acciones y que, no sabemos cómo, hace razonable preocuparse por el “más acá”. La meta-agenda la programa Dios.

¿Qué Dios?

El Dios dinero, ciertamente. El Dios trabajo, lujo, justicia, belleza. Dios es eso a que le reconocemos un valor absoluto, aunque para otros no lo tenga. El judeo-cristianismo podría decir que aquellos son ídolos pues Dios, el verdadero Dios, es irrepresentable, intangible y, sobre todo, irreproducible e improducible. Cada uno es dueño de creer lo que quiera. Pero, cuidado: no creer en nada, en algunos casos, equivale al modo más serio de creer. El mejor de los ateísmos conjura la idolatría. Una pizca de este ateísmo ayuda a los cristianos a no hacer de una hostia un fetiche, de un cura un hombre sagrado o de un papa un semi-dios.

¿Cuál será nuestra meta-agenda para 2024? Algo o alguien que nos mueva a trascender, a interesarse en los demás antes que en uno mismo o dar la pelea contra enemigos más poderosos. Hay madres y padres cuya alegría es la alegría de sus hijos e hijas. Estos, y otra gente, viven para que los suyos sean felices. Se sacrifican, con la esperanza de su realización.

Entre enero y febrero, en vacaciones, se ofrece un tiempo privilegiado para pensar qué hacer para que la meta-agenda prevalezca, esto es, elegir las actitudes sin las cuales no ocurrirá aquello que realmente vale la pena. Las actitudes son las siguientes:

Vigilia: alerta a que suceda algo imposible de prever.

Apertura: atención a que durante el año puedan ocurrir hechos o encuentros extraordinarios.

Magnanimidad: disposición a dar más de lo debido.

Empatía: sensibilización a que el prójimo, a través de su pasión, nos revele la senda por dónde seguir.

Y si la agenda tiene que ver con el hacer, la meta-agenda, en cambio, con el dejar hacer o el dejar de hacer, con lo impredecible y la impreparación. Pregúntesele a gente que vive de sorpresas y milagros.

Los animales no usan agenda. Los seres humanos sí usan o, al menos, tratan de programar mínimamente el futuro. A los animales se le impone la obligación de vivir. A los seres humanos también, pero con una diferencia: en su caso, ellos pueden elegir vivir y por qué, o para quiénes hacerlo, pues cuentan con una meta-agenda que los capacita para hacer planes, para cancelarlos o para cambiarlos. A los animales la vida se les da escrita con lápiz a pasta. A las personas, en cambio, se exige que, en sus agendas, escriban sus compromisos con lápiz a mina.

El ejercicio de la democracia del pueblo chileno

Los chilenos y chilenas acaban de rechazar un segundo texto constitucional sometido a
plebiscito. El primero fue ampliamente descartado en diciembre de 2023 (62% a 38%). El
segundo, el del domingo recién pasado, fue desechado también por una gran mayoría (56% a 44%).

¿Cómo se entiende?

El caso es este: el 18 de octubre de 2019 se produjo en Chile un estallido social de enormes
proporciones que fue enfriado gracias a un acuerdo transversal de los partidos políticos que se comprometieron a redactar una nueva constitución. La primera convención de representantes redactó un texto que, en pocas palabras, representaba la expresión de una diversidad cultural creciente y el malestar por abusos varios sufridos por la población. La ciudadanía no quiso el texto final. Esta vio en él el peligro de romper la unidad de la nación, especialmente advertido en la reivindicación de los pueblos originarios. Y, por otra parte, desconfió de un proceso llevado a efecto de modos muchas veces estridentes.

La segunda convención, por el contrario, se caracterizó como un intento de la derecha, y en
especial del Partido republicano, de hacer prevalecer en el texto constitucional los valores del liberalismo económico y del tradicionalismo católico. Habría sido muy complejo para el país aprobar una constitución que fuera a contrapelo de los cambios culturales y de los reclamos por mayor justicia social, a lo cual habría que agregar la dificultad de crear numerosas leyes para implementar la nueva constitución.

La ciudadanía una y otra vez rechazó las posiciones extremas. La ciudadanía, en realidad, no está polarizada. Las oscilaciones de las votaciones de los últimos años son circunstanciales. El electorado tiene mayor libertad respecto de las ideologías y de los partidos. Los polos no son capaces de atraer suficientes votantes como para imponer uno al otro sus propias posturas. Los ciudadanos salieron del primer plebiscito cansados. Ahora están exhaustos. No quieren que les vuelvan a tocar el tema de una nueva constitución.

¿En conclusión?

La constitución chilena seguirá siendo la impuesta en 1980 por Augusto Pinochet, pero con una importante salvedad: esta ha sido reformada numerosas veces. Es más, dadas estas enmiendas, fue refrendada por el presidente Ricardo Lagos, socialista, en 2005. ¿Qué problemas habrá con seguir con esta constitución? Muchos. Pero la constitución Pinochet-Lagos tiene una virtud. Ella representa un tipo de praxis política, la de los acuerdos, que dio al país el período más tranquilo y próspero de su historia. Es posible que lo más sensato en estos momentos sea reconocer la sabiduría política de Ricardo Lagos, y proseguir el modo de hacer política de la generación que recuperó la democracia y la generación pinochetista. Ambas supieron entenderse, aunque hubieron de tragar mucha agua salada.

El tema de una reforma constitucional probablemente no volverá a ser tocado por dos o más
años. Antes o después de esta fecha, si se sigue la senda de introducir reformas constitucionales una a una, el proceso que acaba hoy con otro fracaso habrá servido, sin embargo, para localizar algunas materias en las cuales los sectores coinciden con unanimidad.

El presidente Boric tras los resultados de este último plebiscito ha dicho que no hay nada que celebrar. Por el resto de su período se abocará a los grandes temas que inquietan a la población: la inseguridad provocada por la delincuencia, las pensiones de las personas mayores y el mejoramiento de los sistemas de salud y de la educación.

Lo que sí merece celebración es la praxis democrática de estos últimos cuatro años. La
democracia, como los músculos, se fortalece cuando se la ejercita.