Archive for Jorge Costadoat

Diez años de un papa muy particular

Se cumplen diez años del pontificado de Francisco. ¿Qué es de recordar? El actual papa ha dado pie a muchas críticas. Ha promovido cambios, cambios mayores, muy necesarios. Pero a veces lo ha hecho sin suficiente cuidado. Su estilo cautiva a los periodistas atentos a respuestas de titulares hechas en el avión de regreso de sus visitas a diversos países. Este modo de desenvolverse tan libre ha generado libertad en la Iglesia. Pero su exceso de confianza en sí mismo más de una vez le ha costado caro.

Los chilenos hemos quedado con un saber amargo de su gestión. El caso del nombramiento del obispo Barros en Osorno fue resistido legítimamente por los laicos/as. Después, haber llamado a la Conferencia episcopal chilena a Roma para pedirles la renuncia a los obispos y devolverlos desautorizados fue humillante. El escándalo por los abusos sexuales, de conciencia y de poder del clero, y su posterior encubrimiento ha sido enorme, pero el modo de solucionar el problema ha podido ser menos espectacular.

Esto no obstante, los mismos católicos/as chilenos debemos celebrar la decidida opción por los pobres de Francisco. Él ha sido el mejor representante de esta opción en América Latina y el Caribe, el continente que la forjó. Desde el día uno socavó con su sencillez el estilo rebuscado del estamento eclesiástico, criticó abiertamente la riqueza de algunos prelados y ha tratado de acortar la distancia del clero y el Pueblo de Dios en su conjunto. “Cuánto querría una Iglesia pobre y para los pobres”. Francisco ha recordado a los cristianos/as que es Dios quien opta por los pobres. El papa “franciscano” –jesuita de origen, pero simbólicamente franciscano- ha hecho gestos maravillosos de amor a los excluidos, los descartados y los más humildes. Menciono uno solo: instaló duchas en el Vaticano para los sin techo de Roma.

El Papa latinoamericano ha clamado por el fin de la guerra rusa contra ucrania y por una solución a la muertes de miles de africanos que ahogados en el Mediterráneo. Evangelii gaudium, Fratelli tutti y Laudato si’ han sido documentos que reponen a la Iglesia en la senda del Evangelio que Jesús anunció a los enfermos/as, despreciados y marginados. Laudato si’ debe considerarse la encíclica social más importante desde Rerum novarun (1891). Con ella el Papa hace un llamado de atención sin precedentes para salvar el planeta Tierra. Francisco exhorta a oír “el grito de los pobres y el grito de la tierra”.

Otro asunto de importancia mayor ha sido su intento por hacer una reforma en la Curia romana. Esta es hueso duro de roer. Pero Francisco no se impacienta. Desde el comienzo de su pontificado no quiso ocupar espacios sino “iniciar procesos”. No ha pretendido ganar más poder o cerrar los temas, sino generar cambios en el largo plazo. Ha obrado con sabiduría. Una Iglesia antigua dos mil años de antigüedad no puede renovarse de un día para otro. Los sectores ultraconservadores le han hecho la guerra. En estos momentos impulsa una reunión episcopal internacional sobre el tema de la sinodalidad (es decir, el “caminar justos”, de un modo más horizontal, más democrático). ¿Cuál será el resultado? Unos esperan mucho. Otros, algo. No falta quien no espera nada. Según algunos la Iglesia ha perdido toda capacidad de reforma. Una Iglesia milenaria y que se incultura en tan diversas continentes y países, en tiempos de transformaciones gigantescas, tiene problemas para conservar su unidad.

En temas de género la inculturación del Evangelio avanza muy tímidamente. ¿Cómo ha podido abrirse la posibilidad de bendiciones a las parejas homosexuales y, al mismo tiempo, calmar a los africanos que no quieren oír hablar del tema? “Quién soy yo para juzgar a los gay”. El papa no fue más lejos. Apenas pudo en Amoris laetitia conseguir que se diera la comunión a los separados y vueltos a casar. Las palabras e iniciativas de Francisco para dar participación de las mujeres en la Iglesia han sido más bien simbólicas. Algunas puertas les han abierto. Pero continúa su exclusión. El caso es que hoy, bajo muchos respectos, la cultura evangeliza a la Iglesia mucho más que lo que esta evangeliza la cultura.

¿Cuánto queda a su pontificado? Unos anuncian su próxima renuncia. Él, en cambio, no da señales de querer renunciar. Avanza en silla de ruedas como si nada.

Obsolescencia del sacramento de la reconciliación

El cataclismo en la confianza de los fieles en los ministros consagrados a causa de sus abusos sexuales, de poder y de conciencia, y de su posterior encubrimiento, exige en la actualidad revisar los ámbitos del ejercicio del oficio del presbiterado. Las y los católicos con razón están airados. Se precisan conversiones de la mirada y del corazón. Pero sobre todo se requieren reformas de instituciones y de procedimientos.

Esto se aplica al sacramento de la reconciliación. La confesión es un instrumento peligroso. Siempre lo fue, solo que en otros tiempos a nadie le llamaba la atención que lo fuera. En la actualidad, especialmente cuando la Iglesia quiere avanzar en sinodalidad, se hace necesario evaluar el ejercicio de este sacramento; pero, sobre todo, es preciso revisar este instrumento en sí mismo.

Es un dato ampliamente conocido por presbíteros y fieles que mediante la confesión se cometen abusos de diversa gravedad. Lo saben las/los laicos. Más de uno, en más de una ocasión ha tenido una pésima experiencia. No me refiero a los casos más preocupantes como el de la solicitación (petición sexual). Ellas/os han podido ir de un cura a otro, dependiendo de los pecados que este acostumbra absolver o de la misericordia que tenga, hasta dar con quien le convenga. Es lo que han debido hacer muchas mujeres a causa de la píldora. Los sacerdotes, por nuestra parte, hemos tenido que reparar personas que algún cura diez, veinte o treinta años atrás maltrató con su dureza o alguna reprimenda. O “dar permisos” para que las personas comulguen en misa.

¿Cómo se puede evitar que estos hechos puedan seguir ocurriendo? Se dirá que no habría que preocuparse tanto. La gente ya casi no se confiesa. Pero, ¿habrá que dejar caer simplemente el sacramento por inútil? Antes que algo así ocurra, debe evitarse que haya personas que actualmente se sientan obligadas a confesarse. Debe indagarse cómo un modo de relación entre los ministros y los fieles impide su encuentro con Dios, lo daña incluso, en vez de facilitarlo. ¿Cómo pudiera instar en la actualidad a las laicas/os a confesarse un presbítero que puede ser un abusador? ¿Quién puede pedir a una niña/o que se confiese antes de su primera comunión?

El perdón es un aspecto clave en el cristianismo. Pero la Iglesia no tiene una única manera de ofrecerlo. Por ejemplo, en la misma eucaristía hay por lo menos dos momentos de perdón, al comienzo de la misa y cuando los participantes se dan la paz. Las autoridades eclesiásticas cumplen bien su trabajo cuando exhortan a los y las católicas a pedirse perdón; o cuando llaman a una sociedad a reconciliarse. Pero, ¿puede aún considerarse normal que se exija a una persona revelar a otra su intimidad? ¿A una persona conocida o desconocida? ¿No es, en realidad, una barbaridad que se espere de una cristiana/o que abra su corazón a cualquiera? Esto fue normal años atrás. Hoy, no. En la cultura actual la intimidad de las personas es un aspecto de su dignidad humana. La intimidad solo ha de compartirse con plena libertad. Podrá decirse que en esta época se acude voluntariamente a psicólogos a quienes las personas les cuentan todo. Pero la naturaleza de la obligatoriedad en ambas instancias es muy distinta.

¿Y si la confesión fuera absolutamente voluntaria? En este caso la Iglesia tendría que justificar cómo autoriza la existencia de un instrumento religioso, como es el sacramento de la reconciliación, a sabiendas de los riesgos mencionados. En el mejor de los casos, ella tendría que capacitar a los ministros con conocimientos psicológicos y teológicos, además de establecer controles a esta actividad como sucede con el ejercicio de otras profesiones.

El proceso sinodal en curso exige superar las asimetrías eclesiásticas que impiden la eclesialidad como la que tiene en lugar en la confesión, originada a su vez por el sacramento del orden que ubica a los ministros en un grado jerárquico superior. La triada de los sacramentos de la eucaristía, la reconciliación y del orden suele hacer de corral dentro del cual se menoscaba la libertad de los hijos e hijas de Dios. Su libertad, y su dignidad. Ha de recordarse, en cambio, que en la intimidad pidió Dios a María ser la madre de Jesús. Lo hizo sabiendo que su respuesta podía haber sido negativa. La libertad es uno de los nombres del cristianismo (Gál 5, 1).

Es preocupante lo que ocurre en la Iglesia a propósito del sacramento de la reconciliación. Este es un aspecto, un asunto o una dimensión de un distanciamiento muy profundo entre las prácticas sacramentales y la emergencia cultural de nuevos valores. Mucha gente hoy espera de su Iglesia instrumentos que le ayuden a desarrollar un cristianismo vivo. No están dispuestas/os a que su fe en Cristo pase obligatoriamente por un “hombre sagrado”, se llame sacerdote, cura u obispo. La “sacerdotalización” de la Iglesia, en muchas partes, llega a su fin. El sacramento de la reconciliación no cumple con los estándares de humanidad de la época.

La Virgen de los detenidos-desaparecidos

Se culpa al Ministerio de las Culturas de patrocinar la exhibición de una imagen de María que la humilla gravemente. Es verdaderamente chocante. Según Mauricio Toro Goya, el autor, no se trata de la Virgen, sino de una santa que él inventó y que no tiene nada que ver con la Iglesia católica.
Para quienes no hemos visitado la exposición en el Museo de La Serena, y solo nos hemos informado por El Mercurio, se trata de la Virgen. Es cosa de ver la foto. La explicación del autor no es clara. Se entiende la indignación de la presidencia de la Cofradía Nacional del Carmen. Dice Mauricio Toro que la venda de los ojos de la santa alude “falta de justicia” para con los detenidos desaparecidos. Lo que no se entiende es si la santa es ciega a los problemas de justicia o es la representante de las personas que buscaron justicia y no la hallaron. Otra información importante. En su manto aparecen las fotos de personas que aún son buscadas. ¿Ratifica este dato que la santa clama por justicia para las víctimas?
Pido a los fieles católicos un momento de atención.
La interpretación de una expresión artística es compleja. Se puede dar incluso un conflicto de interpretaciones. Una puede ser la intención del autor. En este caso la explicación dada por Toro. Vemos que es poco clara. Otro momento de la interpretación corresponde a la de la imagen misma. ¿Hasta dónde da para que unos digan esto o aquello de ella? Un obispo cree que se representa a María como indiferente a los crímenes de la dictadura. Pero también las madres y esposas de los detenidos desaparecidos podrían decir que ella es su diputada: con los ojos vendados la Virgen no logra encontrar a sus hijos. ¿O alguien puede excluir que estas madres hayan rezado a María más de una vez para recuperar a sus seres queridos?
Como es de ver, la interpretación no es fácil por el contexto en que se realiza la exposición. Estamos en Chile. Si fuera en un museo de Pekín nadie se quejaría. En Chile con la Virgen no se juega. Pero, por otra parte, María misma ha sido asociada por los chilenos con actos o gestas violentas. A ella el país le debe la Independencia. En la batalla de Maipú murieron unos 1.500 soldados de la Corona española. ¿Deben adjudicarse a la Virgen estas bajas? O’Higgins hizo un voto. La Virgen, según la patria, cumplió. Allí está el Templo.
Hace algunos años se dio el caso de las Apariciones de la Virgen de Villa Alemana. El obispado de Valparaíso ordenó al padre Jaime Fernández Montero que hiciera una investigación. La conclusión del sacerdote, expresada a El Mercurio de la región, fue esta: “El Gobierno (militar) armó todo esto, porque los obispos habían comenzado a reclamar por los atentados contra de los derechos humanos, como torturas y desapariciones”.
Años después, el 7 de septiembre de 1987, el general Pinochet dijo: “La Virgen me salvó”. El atentado en su contra falló. El proyectil lanzado contra la ventana del vehículo no explotó. Quedó el vidrio astillado. En este vieron algunos a María. Augusto Pinochet y muchos de sus simpatizantes atribuyeron a ella el milagro. Horas después del atentado, en la madrugada del día 8, el gobierno asesinó a Felipe Rivera, Gastón Vidaurrázaga, Abraham Musklabit y José Carrasco.
En la iconografía cristiana numerosas veces se representa a la Virgen ejerciendo violencia contra Satanás. No contra una persona, sino contra el mal. María clava una lanza al demonio, lo decapita con una espada o le pega con un palo. Otras veces aparece pisándole la cabeza a una serpiente. Este también es un ícono violento, también se ejecuta contra el Demonio. Nadie puede decir que con estas imágenes los pintores y escultores hayan avalado la violencia.
El criterio bíblico para llegar a esta conclusión es fundamental. En el Nuevo Testamento, la Virgen engrandece a Dios. Durante su visita a Isabel, la madre del Bautista, proclama: “Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava (…). Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos” (Lc 1, 46-55). Póngase atención: la Virgen toma partido en favor de las víctimas de la violencia de los poderosos. Debe recordarse también que ella nunca abandonó a Jesús, su hijo ajusticiado injustamente. Stabat Mater al pie de la cruz.
Un tercer momento de la interpretación de una expresión artística corresponde a la intención del intérprete, en este caso yo: ¿qué pretendo con esta columna? Solicito que la imagen de la Virgen sea llevada al Museo de la Memoria. Désele un lugar de honor. De lo contrario la meterán en una bodega. Si llegara a ser el caso, le pido al bodeguero que imprima esta columna, la doble en dos, la meta en una manga del vestido de María y le diga que se la dedico. Dígale así. Ella me conoce.

Ensayos de Micro-Teología para Santiago del Nuevo Evo

¿Los últimos treinta años? No, los últimos cincuenta

Los últimos treinta años (más o menos) se comprenden mejor dentro de los últimos cincuenta. Es decir, desde que perdimos la democracia hasta ahora que hacemos esfuerzos por sacar al país adelante por una vía democrática. El intento (sumando y restando) está siendo exitoso. En cien años más, probablemente, afinaremos nuestras explicaciones históricas.

El golpe acabó con la democracia. Por supuesto que su comprensión exige remontarse más atrás de 1973. Se trata del desgarro de la convivencia entre los chilenos más grave en casi quinientos años. Suspendamos la búsqueda de sus causas por el momento. Concentrémonos, en cambio, en valorar el lugar de llegada. A esta altura puede decirse que en 2023, desde un punto de vista político, está por ser superada aquella crisis, y también esta otra del 2019 que tiene mucho de hija suya, todo de un modo democrático.

Pero hay razones para preocuparse. Miremos el problema en el contexto geopolítico. ¿Qué se ve? Tal vez el modelo de las democracias occidentales a China le sea como una piedra en el zapato. ¿Pudiera quizás sacársela? En el continente americano los ciudadanos han elegido a Trump y a Bolsonaro e, independientemente de estos peligrosos personajes, otras democracias de nuestra región están en vilo. Human Rights Watch llama la atención sobre un deterioro de las democracias latinoamericanas en 2022.

Sin duda, los gobiernos del resto del mundo experimentan las presiones que nos apremian a nosotros. Pensemos solo en la globalización que aprieta cada vez más la convivencia entre las naciones; en la incidencia de la corrupción y el narcotráfico que nos están comiendo de a poco; en los movimientos migratorios, en los desplazamientos internos y en los refugiados políticos, problemas que no se solucionan por la fuerza; en reivindicaciones culturales muy justas, como las del feminismo; en la crisis ecológica y socioambiental.

Estos fenómenos afectan a las naciones por parejo. Además, hay algunos asuntos que complican a Chile en particular. Nombro dos –son varios más–. Una, la desigualdad económica y la segregación social. Otra, el trance constitucional en el que estamos. No quisiéramos que en el próximo plebiscito gane de nuevo el Rechazo. La frustración sería gigante. No habremos podido cambiar la Constitución del 80 que tiene al país atascado.

El ajuste constitucional que estamos haciendo, sin embargo, no es suficiente para fortalecer la democracia. Esta también tiene que ver con una cultura democrática. Si una nueva Constitución podrá ser un mejor macetero, es preciso además regar la planta. ¿Cómo?

Declaro mis intenciones: deseo que las nuevas generaciones aprendan a valorar la democracia. Esta es más que un modo de gobierno. Es la punta del iceberg de una versión de humanidad que honra la dignidad del ser humano. La cultura democrática, antes que un voto en la urna, es una especie de conversación entre personas que apuestan a que es posible discutir, alzar la voz a veces y a la larga llegar a acuerdos. Lo hemos visto estos últimos meses. Los políticos siguen logrando acuerdos democráticos.

Vuelvo al principio. No: los últimos treinta años son insuficientes para juzgar qué pasos políticos daremos. Prescindir de los años que llevaron a las fuerzas democráticas a recuperar la posibilidad de gobernar, es una actitud adolescente que puede costarle caro a la misma generación que hoy toma las decisiones. La adolescencia en sí es buena, es necesaria para afrontar el futuro con riesgo y garra. Pero por algo la vida tiene más etapas. Los mayores ven más lejos porque ven para atrás. Aunque, en estos momentos, pueden dejar caer a las generaciones más jóvenes, aceptando ofrecimientos de beneficios de corto plazo.

El futuro de la democracia en Chile requiere, en primer lugar, amor por un tipo de civilización. Y, segundo, que la experiencia y la inexperiencia hagan una alianza.

Si la paz fuera poca cosa no habría que tomarse en serio la Navidad

Noche de paz.

Si la paz fuera poca cosa no habría que tomarse tan en serio la Navidad. No hablo solo para los creyentes. Es posible ser cristianas o cristianos sin ser cristianos. ¿Me explico? Cristo pertenece a todos. Supongamos que los cristianos lo saben. Los que no, tal vez lo intuyan. La paz incluye, debiera ser de todos, cuidada en común.

El Anticristo, en cambio, trafica con la paz, la compra barata y la vende cara. Hace regalos falsos en Navidad. Tapa la realidad con cintas de colores. No piensa en quienes no le interesan: los ancianos, las personas solas o enfermas, personas que se contentarían solo con una llamada por celular.

Y bien, ¿dónde está ese Cristo que une y reconcilia? ¿Este que nos pertenece, aunque ninguno puede apropiárselo? Es alguien tan versátil como los tiempos que lo requieren. Cada época clama a su Cristo. La nuestra anhela certezas, compañía, ¡una tregua!

En este tiempo, y seguramente en cualquier otro, la Navidad puede ser una estrella en la oscuridad, una tabla tras el naufragio, un momento íntimo, un amigo, una risa porque sí, unos ojos, un poco de calor, una hija que crece, un guiño de consuelo, de perdón, otra oportunidad. Algo así necesita nuestra época, un momento, un rato. Conversar, aunque sea por un rato.

Están tan cansadas. Lo estamos.

Es cosa de mirar alrededor. Hacer propia la pasión de los de allí y allá. Empatizar con los cercanos primero. ¿Y si tal o cual quisiera subirnos sobre sus alas y llevarnos unos diez o veinte kilómetros en vez de caminarlos solos con los pies hinchados? ¿Qué es exactamente lo que más necesitamos? Requerimos algo en común. Como humanidad, como país, queremos algo que podamos conseguir juntos. Pero también hay necesidades familiares o personales, personalísimas, tan únicas que tal vez nadie podría comprenderlas. ¿Alguien supo qué significó para la madre y el padre de Jesús verse obligados a dejar su tierra para ser censados en Jerusalén? ¿O cómo fue que tomaron la decisión de refugiarse en Egipto hasta que muriera el tirano Herodes que quería matar al niño?

Las migraciones forzadas son un signo de este y de todos los tiempos, pero cada persona o familia obligada a migrar tiene algo tan único que contar, como esas penas que no podemos desahogar con nadie. Ellos, ellas, rezan para que sus hijos e hijas no sean despreciados si logran traspasar la frontera.
¿Y usted por quién reza? ¿Cuál es su tema?

También nosotros vamos en busca de una tierra prometida. Peregrinamos o huimos por fuerza. Los tiempos son turbulentos. No sabemos bien por dónde seguir. Que no nos falte una estrella que nos dé una pista. Un Cristo/Crista nos espera.

“Gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra a las mujeres y los hombres de buena voluntad”, dice el evangelista Lucas.

Pax Christi. Este es el día para desear la paz. Para hospedar en la casa a los que perdieron el sendero o sufrieron la pérdida de su esposa, de sus hijos o de sus padres. Es la noche para hacer las paces y dormir en paz.

El giro fundamental de la filosofía

Filosofía griega

La humanidad ha comenzado a dar un giro inédito. Si este no es editado por la filosofía, la filosofía no habrá servido para nada. Es que la filosofía no ha de servir para nada, se dice. Sí, no: la gratuidad es inherente al pensar más alto, pero cuando este pensar no se interesa por la humanidad bajo ningún respecto, pierde el rumbo.

Dentro de poco el tema ecológico, socio y medioambiental será el principal. La humanidad entra a una etapa monotemática, pero no monótona. Estamos por llegar al punto de no retorno. El Apocalipsis vuelve a inquietar, aterrará, como ocurrió en la inminencia del año mil. Entonces abundaron los suicidios. Pero no pasó nada más. Esta vez puede que sí.

Este es el contexto que hace a la filosofía más necesaria que nunca: urge pensar. La filosofía, como ninguna otra ciencia, se revisa incesantemente a sí misma. En la actualidad tendrá que evaluar cómo está respaldando, iluminando y ofreciendo categorías al compromiso ético que están asumiendo los seres humanos por doquier. En este trance, si la filosofía no lo hizo antes, debe ponerse al servicio de una revolución epistemológica. Esta, dicho a la rápida, debe amarrar mente y corazón, y recuperarse a sí misma como sabiduría. Se requiere un tipo de conocimiento como el de los pueblos originarios, las culturas asiáticas y los pobres en general, que amalgame la existencia humana y la ciencia moderna. La ciencia desconectada de la experiencia real del mundo de las personas, aprovechada por la técnica a cuyo servicio está, es el origen exacto de la debacle ecológica. Hay disciplinas distintas, desparramadas, que si no se conjugan en un corazón humano alienan en ambas direcciones: la del cientificismo y, en el caso de religiones como el cristianismo, la del intimismo. El caso es que la ciencia y la técnica modernas son como bueyes uncidos a la carreta del capitalismo que devora el planeta.

Abro paréntesis: nada hay más triste en el campo de las ciencias que la Teología. Esta, salvo en los casos de las Teología india, la Teología feminista y la Teología de la liberación, y otras teologías contextuales, ha cortado todo nexo con la espiritualidad. Las(os) teólogas(os) universitarios(os) son apuradas(os) con la picana del cientificismo para producir papers Wos, Isi, Scopus, Scielo, al igual que los demás científicos universitarios. El divorcio entre la experiencia de Dios y la enseñanza universitaria, provocado por la exigencia de cumplir con los estándares científicos norteamericanos y mantenido a raya por los sistemas de control eclesiástico, es prácticamente total. Si se diera una reconciliación entre ambas, la Iglesia superaría tal vez su crisis; lo haría generando intelectuales orgánicos capaces de luchar contra el statu quo. Si la Teología tuviera que ver con Cristo, otro gallo cantaría. Ella comparte la miopía de las otras áreas de la ciencia, pero en su caso la accountability ante las exigencias del aparato estatal es imperdonable. Ha olvidado que tendrá que dar cuenta de su desempeño al Padre eterno.

Vuelvo al tema de la revolución epistemológica que necesitamos. La localizo en el mundo de los pobres. Estos tienen que enseñarnos exactamente aquello que debemos aprender: ¿cómo se vive con incertidumbre? ¿Cómo se sobrevive? También se puede aprender del modo de rezar de las familias migrantes en las fronteras de los países latinoamericanos. No podemos saber cómo experimentaron el genocidio los pueblos que fueron extinguidos en América Latina y el Caribe. Ellos sí supieron qué es un acabo mundi. Pero todavía se puede oír a quienes son despojados de sus tierras y culturalmente negados. Sabemos que se necesitan más de cinco planetas para dar a la humanidad una existencia digna. Lo que el 50% de los seres humanos sabe, pero el 1% no, es cómo se vive con poco y nada. Endeudados. De fiado. ¿Cómo se vive sin necesidad de robar? ¿Y cómo, cuando es un deber robar para dar de comer a los niños?

Último paréntesis y no molesto más: ¿en qué está la filosofía de nuestro continente que, tras la pandemia, ha vuelto a la pobreza? Sé poco del tema. ¿Tiene espacio en las facultades e institutos de filosofía de nuestras universidades o se la mira con condescendencia, como hacen los europeos con nuestras publicaciones? La dependencia filosófica del primer mundo en nuestro medio es completa. Nuestros investigadores glosan las grandes obras. Pero ¿no consiste la vida intelectual en pensar por sí mismo, tal como hacen los adultos? Quizás Kant les dice desde la eternidad: “Dejen los pantalones cortos. Cítenme menos, cítense más”.

Termino: se necesita una Filosofía fundamental que ponga los fundamentos a la responsabilidad de hacernos cargo del planeta. El resto de la filosofía puede considerarse auxiliar. Será fundamental una filosofía que radique en la episteme de los más pobres, esta es, la sabiduría de quienes y para quienes pensar es un asunto de vida o muerte.

El amor a la verdad versus las Fake news

Noticias falsas

Las noticias falsas echadas a correr son cosa antigua. El concepto de fake news es novedoso porque, en este caso, las mentiras son producidas de un modo industrial. Las redes sociales las viralizan. Gracias a ellas, por ejemplo, hay candidatos que hacen trampa.

Las fake news pertenecen al campo semántico de la verdad. Que la vida humana necesite la verdad para operar es obvio. Verdad, confianza, credibilidad, buena fe, sinceridad, fortalecen las relaciones entre las personas y, en algún sentido, estas simplemente consisten en ellas. Donde hay fidelidad hay verdad. Amor.

Pero la cosa no es tan fácil. Mientras transcurra nuestra existencia en el planeta, el engaño también puede tener ocasiones de legitimidad. Si la policía secreta viene en busca de una persona para torturarla, ¿está mal engañarla, decirle por allá, no por acá? Hay casos complicados: la guerra. En la estrategia militar la mentira es fundamental. ¿Es esencial en la política la cuchufleta? No lo creo. Pero incidental, tal vez sí. No sé.

La vida se está poniendo difícil. Siempre lo ha sido para los pobres, ahora lo está siendo para todos por parejo. Viviremos en un mundo cada vez más inseguro. Lo cierto hoy es que son demasiados los factores que no podemos controlar: la economía financiera, el clima, la emergencia de nuevos virus planetarios, los hackers… La incertidumbre huele a apocalipsis. Si a esto agregamos las fake news que las corporaciones o gente de mala ralea fabrican y divulgan por las redes sociales, la inquietud puede llegar a ser desquiciadora. Agotadora, enfermante.

¿Con qué nos quedamos? De lo micro a lo macro: siempre será bueno contrarrestar la copucha, el cahuín, la “tirá de lengua”, el tráfico de información, la caída de casete, la violación del secreto profesional y otros mecanismos que dañan personas y hacen inseguros los compromisos. También hay verdades, sí, verdades, que no conviene hacer circular porque les pueden cerrar el futuro a personas que merecen una segunda oportunidad. Hay verdades que, en vez de diseminar, es preferible callar.

Por otra parte, siempre será hermoso creer a personas nobles, a amigos que dan una mano y no la sueltan, a papás y mamás con quienes siempre se puede contar, y otra gente digna de fe. Hay gente que cuida sus palabras. En medio de esta nube de nuevas y de viejas noticias, de verdades a medias o de falsedades simplemente, la palabra precisa y los silencios debidos iluminarán el camino. El amor a la verdad fortalece a las personas, a las empresas y a las sociedades.


Parece que predico, perdón. Me preocupa el asunto. La mentira tiene efectos devastadores.

¿Y los poetas dónde están?

Recuerdo esa película sobre Neruda en Capri. ¿El cartero se llamaba? Neruda le explicaba al cartero lo que es una metáfora. Metáforas se necesitan ahora.
¿Y los poetas dónde están?
El futuro del país, para que este país tenga futuro, debe indagar en una esperanza compartida. ¿Es posible pergeñarla? Hay que encontrarla, porque la esperanza nos es dada. Hay que inventarla, porque, a diferencia del optimismo, es trabajosa. Se consigue con esfuerzo y apaleos.
Está claro que en Chile predomina la incertidumbre. No sabemos qué pasará porque no sabemos qué está pasando. ¿Se ve alguna luz al final del túnel? Mala imagen. El tren avanza por rieles que le dirigen automáticamente a la salida. Lo que tendría que importarnos no es una salida, sino la creación de algo nuevo. La incertidumbre se vence con la imaginación.
Tal vez nunca hemos tenido una esperanza común. “Son campanas de palo, las razones de los pobres” (José Hernández, Martín Fierro). Sin duda, el 18-O hizo explotar un proyecto de país que por más de cien años –y no solo desde el imperio del capitalismo– ignoraba o ponía el pie encima a los sueños de liberación de oprimidos por variadas causas. Ha habido muchas esperanzas acalladas. Es insuficiente, por esto, ir a buscar en la tradición el alma del país cuando “nunca hemos tenido un alma” (Vicente Huidobro, Balance patriótico). La pacificación de La Araucanía fue atroz. La partición de las comunidades legalizada por el general Pinochet a instancias de la oligarquía, por la misma oligarquía que en el siglo XIX despojó a los mapuche de sus tierras, ha podido ser una estocada mortal –¡ah!, dirán, pero si los mapuche votaron Rechazo; ¿es que no han podido ellas(os) velar por el interés general del país y no por su causa particular?–.
La nostalgia no sirve porque no hay una esperanza unitaria que avivar. Cabe, sí, mirar hacia adelante y crear algo que verdaderamente aúne a chilenos y pueblos originarios, clases altas y bajas, oligarcas y demócratas, nacionales e inmigrantes (que si Chile tiene algo en común, lo conseguirá pariendo nuevas generaciones de mestizos). La elaboración de una Constitución debiera crear las condiciones para imaginar un país integrador. Una Constitución es un medio. Es un fin, cuando todos sin exclusión contribuyen a su elaboración y en esto estamos, por esto nos cuesta tanto. Demora que los legítimos motivos particulares sean tomados en serio y que ninguno en especial prevalezca sobre los demás.
El futuro es cuestión de esperanza. Pero la esperanza, aunque se expresa en conceptos, no cabe en estos del todo. Se dice mejor en poemas. En otras palabras, se bosqueja con lápices a mina. Nunca con lapiceras a pasta. La esperanza está ya “acá”, se anticipa con acciones congruentes con aquello que promete, pero solo más “allá” se realizará de una vez por todas. Entre las dificultades de la vida o de la historia, aparece y desaparece.

Es la hora de la metáfora. ¿Y los poetas dónde están? Un país de poetisas y poetas tendría que inventar nuevas comparaciones. No una metáfora, varias. Que nadie imponga la suya. Varias. Las de los poetas de salón y las de la autoedición. Los poemas de cuneta también valen, y más.

¿Cómo leer los grafitis?

¿Quiénes son? ¿Trabajan? ¿Estudian? Están destruyendo las ciudades. Los grafitis aumentan aceleradamente. ¿Pero son grafitis los grafitis? Me dicen que hoy se llama grafiti a cualquier porquería, que antes no fue así, que lo fueron obras pictóricas o mensajes de gran calidad. El caso es que en la actualidad cabe en la categoría de grafitero de chincol a jote. Hay cosas hermosas y otras horripilantes. RAYA TODO, escribió un inspirado, ¿inspirado? El Metro en pocas semanas, el ícono del Santiago impoluto, ha comenzado a ser atacado sin piedad. Me han dicho que algunas de las siglas corresponden a marcas territoriales de tribus urbanas. Dan ganas de aforrarle una chuleta al primer cabro que vea uno rayando una pared.

¿Qué se puede hacer? Dos cosas: es necesario contrarrestar los grafitis con los medios legales que corresponda. Pero pueden adoptarse medidas menos violentas, como las de locales comerciales, las casas particulares y el alcalde de Valparaíso que, brocha en mano, repintan con la esperanza de ganar el corazón de sus enemigos. Segundo: la ciudadanía debe auscultar lo que está sucediendo. Hay problemas en la vida que no se tapan con una manito de pintura.

Urge interpretar el fenómeno. Según parece, tiene varias causas. Conocidas las causas, será menos difícil solucionar el problema. Hay algo que arreglar, es obvio.

Comparto unas hipótesis. Los grafitis en sus variados géneros son un modo de expresión. ¿Pero no hay otros mejores? Tal vez para los grafiteros no los hay. Debiera haberlos. Paréntesis: me llamó la atención que, tras el anuncio del primer plebiscito, en una semana los barrios que me son cercanos estaban llenos de Apruebo. Ningún Rechazo. Para el segundo plebiscito, en cambio, ni Apruebo(s) ni Rechazo(s). Los muros hablan.

Otra hipótesis, una psicoanalítica, corresponde a los psicólogos aprobarla: ¿es posible que a las personas se les corten las cadenas? ¿Algo así como una falta de control mental de los esfínteres? Se me ocurre que entre esta gente y “nosotros” la distancia no sea absoluta. Tal vez quepa la posibilidad de que a los grafiteros se les arranquen los monstruos que se apoderan de las personas cuando duermen. Nuestro Yo diurno domeña al Ello que de noche parece una cloaca. También nosotros podríamos eventualmente perder el control y hacer salidas nocturnas a rayar o pintar. Otro paréntesis: cuidado, el Ello es también la sede de la espiritualidad. Es la fuente de la creatividad y de la belleza. Merece respeto.

Tercera hipótesis, por último, es la de la rebeldía. Es evidente que hay una cuota de reacción comprensible, hasta sana, animada por una o varias injusticias sociales o carencias muy tristes. Hay resentimiento. Sufrimiento no oído, penas no consoladas, abandonos. No puede decirse que los grafiteros sean delincuentes. Pero en muchos casos la cuna es la misma. El 93 % de las mujeres privadas de libertad (por delitos menores) son mamás. Se sabe también que dejan a tres niños desamparados en las casas. ¿Quién los educa para que quieran aprender en vez de destrozar? ¿Qué piden los niños vestidos de blanco que destruyen sus propios colegios? ¿Es esto solo divertimento? ¿Existe alguna relación entre los grafiteros y quienes el último año han quemado en Santiago más de cincuenta autobuses? Esta no es simplemente delincuencia y no se resuelve con puros castigos.

¿Qué hacer? Algo anda mal en lo hondo. Adentro de nosotros la mar está revuelta. Hay malestar en la cultura, rabias en los corazones, lágrimas.

Estamos siendo víctimas de violencias de distintas naturalezas: provienen de la mala educación, de promesas incumplidas o de políticas de reinserción de personas que, en realidad, nunca han estado insertas. De todas estas violencias y otras más. Pues bien, es fundamental reconocer cuál es cuál antes de tratar de resolverlas a tontas y a locas.