La "mística social" del Padre Hurtado

La espiritualidad del Padre Hurtado, en cuanto expresión de la espiritualidad ignaciana, es típicamente cristiana. Lo más propio suyo es haber consistido en una «mística social».

 ¿No es un contrasentido hablar de «mística social»? Depende de qué se entienda por mística. La palabra mística es griega. Dice relación con el hecho de cerrar los ojos y mirar al interior; con encontrar a Dios en la intimidad del alma, para lo cual todo lo demás, incluido el prójimo, estorba. El cristianismo tomó del griego esta palabra para expresar su experiencia de Dios, pero alteró radicalmente el concepto.

Mística cristiana

Para el cristianismo, la verdadera mística poco tiene que ver con la intensidad y espectacularidad de la experiencia sobrenatural. Lo que distingue a la mística cristiana es ser participación del amor de Dios por el mundo. Dado que en el cristianismo la unión del hombre con Dios es posible en la unión de Dios con el hombre en Jesucristo, la mística cristiana reproduce en la historia el destino salvador del Hijo de Dios. Hay experiencia mística cristiana allí donde hay rechazo del mundo como pecado y amor del mundo como criatura de Dios; donde liberarse del mundo consiste en salvar el mundo.

En este sentido, la creación no es un obstáculo para la unión con Dios: es el lugar obligado de su encuentro. Por el contrario, el pecado consiste precisamente en pretender una unión con Dios al margen de la historia, huyendo de la vida, quitando el cuerpo a los problemas en vez de enfrentarlos. Por eso, nada expresa mejor la mística cristiana que la indisolubilidad del amor a Dios y al prójimo y ¡al enemigo! Conoce a Dios el que ama lo que Dios ama: la creación entera, al justo y al pecador.

Para Alberto Hurtado, el prójimo, el pobre y la transformación de una sociedad injusta, no fueron una distracción a su oración. Al revés. Su mística es social porque es cristiana. Su santidad invierte el interrogante inicial: ¿es posible una mística que no sea social? ¿Es pensable una mística auténtica que metódicamente haga oídos sordos al clamor de dolor de la inmensa mayoría de la humanidad?

Mística del P. Hurtado

Alberto Hurtado es un místico cristiano. Su intimidad con Dios es recuperable en los testimonios de lo que constituyó la voluntad de Dios para su vida: la edificación de un orden social más justo y caritativo, como expresión de amor a Cristo identificado con los pobres y liberador de los pobres. Porque el amor a Cristo en el prójimo está al centro de su vida espiritual, la lucha por cambiar las estructuras de las sociedad, que él urge una y otra vez, en ningún caso podría realizarse en perjuicio de personas concretas y de modo alguno posterga el deber de caridad inmediata con los más necesitados.

Dos aspectos son distinguibles en su «mística social»: la mística del prójimo y la utopía social; dos aspectos que se exigen recíprocamente.

La «mística del prójimo»

Así como el P. Hurtado contempla a Dios en Cristo, contempla a Cristo en el prójimo y, en Cristo, se hace cargo de él. En otras palabras, el ser Cristo para el prójimo, el compromiso ético-activo, deriva su razón de ser del momento místico-contemplativo, del ver a Cristo en el prójimo, y es inseparable de él.

Ver a Cristo en el prójimo

La razón última del amor al prójimo es que «el prójimo es Cristo». Siendo novicio jesuita se propone «…servir a todos como si fueran otros Cristos»[1]; luego, como estudiante, determina fijarse en las virtudes de sus compañeros en quienes ve actuando al Sagrado Corazón. Para Alberto Hurtado Cristo vive en el prójimo, pero especialmente en el pobre:

            «Tanto dolor que remediar: Cristo vaga por nuestras calles en la persona de tantos pobres dolientes, enfermos, desalojados de su mísero conventillo. Cristo, acurrucado bajo los puentes en la persona de tantos niños que no tienen a quién llamar padre, que carecen ha muchos años del beso de una madre sobre su frente. Bajo los mesones de las pérgolas en que venden flores, en medio de las hojas secas que caen de los árboles, allí tienen que acurrucarse tantos pobres en los cuales vive Jesús. ¡Cristo no tiene hogar!»[2].

Ser Cristo para el prójimo

El aspecto activo, ético, de esta «mística del prójimo», es distinto, pero no separable del aspecto contemplativo, ya que consiste en ser «cristo» para otros «cristos». Para el P. Hurtado, el cristiano es «otro Cristo»; pero no en el mero nombre y la exterioridad, sino por una gracia y convicción interior: «un testigo no será útil a la causa de Cristo, sino en la medida en que un auténtico espíritu cristiano anime su pensamiento y su corazón»[3].

Por esto, se indigna contra los «testigos incompletos» que, lejos del Espíritu de Cristo, guardan las apariencias, pero faltan a la justicia y la caridad; clama contra los malos católicos, «los más violentos agitadores sociales»[4]; contra los cristianos «nominales» que forman parte del mundo burgués: «… ese conjunto de máximas, de modos de vivir fáciles, muelles, en que el dinero y el placer son los ídolos…»[5].

La utopía social

La «mística social» de Alberto Hurtado ansía cambiar las estructuras de la sociedad, como expresión del más alto amor al prójimo. El expresa su utopía social en dos conceptos: el de Orden social cristiano y el de Cristianismo integral.

El Orden social cristiano

El orden social existente, según el P. Hurtado, «tiene poco de cristiano»[6]. Es imperativo cambiarlo. «El orden social actual no responde al plan de la Providencia»[7]. No puede ser «orden» la conservación del statu quo; el «‘orden económico’ implica gravísimo desorden»[8].

Para el P. Hurtado, el Orden social cristiano -concepto que extrae de la Doctrina Social de la Iglesia- reproduce el Reino de Dios del Evangelio. Como el Reino, ya está en gestación «entre sacudimientos y conflictos»[9]. Lo describe así:

            «Hemos de desear un orden social cristiano. Este supone el respeto a la Iglesia, a su misión de santificar, enseñar, de dirigir a sus fieles, y supone también algo tan importante como esto: que el espíritu del Evangelio penetre en las instituciones, y que las leyes se inspiren en la justicia social y sean animadas por la caridad. Un Estado es cristiano no sólo cuando establece el nombre de Dios en sus juramentos, sino cuando el sentido del Evangelio domina su espíritu»[10].

La construcción de este orden, sin embargo, no será posible si se olvida que «el primer elemento de restauración social no es la política, sino la reforma del espíritu de cada hombre según el modelo que es Cristo»[11]. Pero, dirá también: «Esta reforma (de estructuras) es uno de los problemas más importantes de nuestro tiempo. Sin ella la reforma de conciencia que es el problema más importante es imposible»[12].

Cristianismo integral

El Cristianismo integral que el P. Hurtado auspicia, procura que la fe en Cristo se manifieste en todos los aspectos de la vida, no sólo en ocasiones religiosas; pero tampoco en un puro cambio de estructuras.

Amplísimas son las áreas y ángulos de la vida humana, que el P. Hurtado quiere cristianizar. Se ocupa de la educación, la alimentación, la salud, la vivienda, el trabajo, la empresa, los salarios, la familia, la propiedad, las clases sociales. Es notable verlo hacer una lectura de la historia de Chile desde la perspectiva de los indios tratados como bestias. Critica a su querida Iglesia por la negligencia en la pérdida de los obreros. Está atento a lo nacional e internacional. Así como ausculta los signos de los tiempos, se interesa por el gesto cristiano pequeño: invita a ponerse en el punto de vista ajeno o alegrarle la vida a los demás.

Conclusión

La gran diferencia del cristianismo con los «espiritualismos» que lo desvirtúan, desde el gnosticismo herético del siglo I hasta el de nuestros días, está en postular el amor de Dios por el mundo. La mística cristiana, la mística del P. Hurtado, se distingue y se opone a otras místicas, porque en ella la creación entera, y el prójimo en particular, no es óbice a la contemplación, sino condición de autenticidad.

Publicado en Mensaje nº 442, 1995.


[1] Archivo del P. Hurtado 12,3,27.

[2] Archivo del P. Hurtado: 9,7,1-2.

[3] Humanismo Social, Ed. Salesiana, Santiago, 1984, p. 82.

[4] O.c., p. 68.

[5] O.c., p. 65; cf., 87.

[6] O.c., p. 83.

[7] O.c., p. 89.

[8] Sindicalismo, Editorial del Pacífico S.A., Santiago de Chile, 1950, p. 40.

[9] O.c., p. 9.

[10] Humanismo Social, o.c., p. 181.

[11] O.c., p. 179.

[12] A. Lavín, La vocación social del Padre Hurtado S.J. Santiago, 1978, p. 100.

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