La cruz de la educación católica

Educacion+CatolicaLa máxima de la educación católica hoy, es decir, en atención a los signos de los tiempos, es seleccionar a los excluidos.

¿Puede un colegio católico aspirar a un financiamiento estatal si quiere tener un proyecto educativo que le permita cumplir su misión evangelizadora? Sí, por qué no. Sería una barbaridad que el Estado se lo impidiera.La función estatal, en la sociedad contemporánea, es el servicio de los impulsos de vida personal y colectivos que enriquecen la convivencia. Por lo demás,  ¿qué Estado es neutro antropológica, cultural e ideológicamente hablando? Si hubiera de primar el Estado sobre los posibles los proyectos educativos de las tradiciones de humanidad de una sociedad, estaríamos en el estalinismo puro o algo parecido.Pero si del financiamiento estatal a un colegio católico se sigue un perjuicio de los colegios no-católicos más pobres; si el colegio católico, en este caso, al elegir a sus alumnos por el “plus” que ofrece en la competencia, descrema a los otros colegios de sus mejores alumnos, nadie puede objetar al Estado que impida esta crueldad. Sería una paradoja, por de pronto, que el Estado hiciera una “opción por los pobres” y no la Iglesia.

Otro asunto aún más complejo es la educación católica de las élites. ¿Cómo se justifica que haya colegios cristianos que arrastren los mejores profesores, se queden con las familias más afiatadas, ofrezcan contactos e influencias infalibles y con una enormidad de recursos, seleccionando y excluyendo alumnos bajo estos mismos respectos? Confieso que no sé cómo. Tengo la impresión que la necesidad de educar a las élites hace 100 años no es la misma que la de hoy.

Por lo mismo, celebro la iniciativa del  gobierno de terminar con los liceos de excelencia.  Es arriesgado que el Estado se inhiba de formar directamente una élite laica. El país debe muchísimo, por ejemplo, al Instituto Nacional. ¿Renunciar ahora a un colegio de selección como este, siendo que por tantos años la calidad de sus alumnos ha sido, además de un orgullo, una necesidad nacional? Cambian los tiempos, cambian las valoraciones.  Tengo la impresión de que el gobierno acierta al hacerlo.

Así las cosas, los católicos han de reconocer que no sería la primera vez que la secularidad les lleva la delantera. Si se trata de un crecimiento auténtico en humanidad, los católicos no debieran sentir vergüenza de aprender de los que no lo son. El Concilio Vaticano II así se los aconsejaría.

Si el Estado hace la apuesta por acabar con la selección/exclusión. ¿No debiera la educación católica hacer lo mismo? ¿No debiera hacerlo a fortiori? Me parece que la selección de los excluidos es el único norte posible para la educación católica. No creo que se la pueda exigir de un día para otro.Pero si no se avanza hacia allá, el cristianismo se hará insignificante.

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