¿Qué será de la línea editorial del canal católico de Chile? Inevitablemente, tras su venta, otra vez la contribución cultural del canal entrará en conflicto con los intereses económicos en juego. La tensión es antigua y no se la podrá superar. Pero la búsqueda de rentabilidad económica que sustentará la nueva operación de este medio, bien debiera admitir la libertad de prensa. En algún caso, ésta será materia de ley. La Iglesia, propietaria del 33%, tendrá que juzgar más allá de lo que diga la ley, si, en razón de esta misma libertad de prensa, vende o no su parte so pena de comenzar a ganar dinero a costa de su misión.
En medio de esta tensión el canal tendrá que definir su identidad católica. La cultura chilena ha recibido una impronta católica neta. El 13 ha sido la televisión de la Universidad Católica. ¿Cambiará de nombre el canal? No es este un asunto menor, pero la cuestión de fondo importa más. Veo dos posibilidades: una, que se excluya de la línea editorial toda referencia a la misión evangelizadora de la Iglesia y, por tanto, ninguna autoridad eclesial podrá exigir su cumplimiento; otra, que se incluya, y en este caso, tendrá que resolverse qué papel jugará en él la jerarquía eclesial.
En este último caso, aun cuando la Iglesia se abstenga de incidir directamente en las decisiones del canal, y si “lo católico” pudiera tener algún significado real (y no meramente publicitario) en la línea editorial, el nuevo 13 tendrá que aclarar su comprensión de la presencia de la Iglesia en la cultura contemporánea. Mi deseo es que no coopere con la involución eclesial que progresivamente va dando la espalda al Concilio Vaticano II, sino que, haciendo la contra a esta tendencia, contribuya decididamente con la puesta en práctica de uno de los concilios más extraordinarios de la historia de la Iglesia.
Si algún lugar pudiera tener “lo católico” en el nuevo 13, desearía que:
(1) Ayude a los católicos a entender que Dios no los ama a ellos más que a los demás, que Cristo murió por todos y que todos, en consecuencia, pueden acceder a eso que los cristianos llamamos “salvación”. Este supuesto teológico constituye la condición básica del pluralismo y de la elaboración de una verdad que nadie posee, sino que es fruto de una búsqueda honesta, de una crítica y de un diálogo. Tanta importancia tiene esta conclusión conciliar que de ella depende nada menos que la razón misma de ser de la Iglesia.
(2) Que extraiga del acervo de humanidad del cristianismo la dignidad inalienable de la persona humana. Por esta vía el canal ofrecerá a su audiencia “libertad” y “comunidad”. Hoy nuestra cultura está cargada del lado de la libertad, lo cual debe considerarse un progreso en humanidad. Pero, como reverso de la moneda, el individualismo que acompaña a la libertad como a su sombra, socava las comunidades que acogen a las personas, acompañan a los abandonados, incluyen a los estigmatizados y contribuyen decisivamente a la felicidad de la gente. Nuestro país necesita canales televisivos que salvaguarden la libertad y el valor de la conciencia y que, al mismo tiempo, combatan todo tipo de exclusiones; canales que aporten contenidos éticos pero que, sobre todo, que enseñen a discernir, a elegir y a optar en bien propio, pero también de los otros.
(3) Que, por último, el nuevo 13 ayude a la Iglesia a continuar nutriendo la cultura del país tal como lo ha hecho hace bastante más de doscientos años. A este fin, me gustaría, lo digo abiertamente, un canal que ayudara a la Iglesia a dar cumplimiento al Vaticano II. Creo que solo bajo esta inspiración la Iglesia será un aporte real al bien común en Chile. Conforme al concilio, quiero un canal que nos ayude a los católicos a entender que en Chile hay otras tradiciones religiosas, étnicas y filosóficas que enriquecen la patria, y encauce la contribución que estas deseen hacer; que muestre en las pantallas la dignidad de los rostros de los que no tienen rostro y sea voz de los que no tienen voz; que nos enseñe a todos que los medios de comunicación no son un mero instrumento de evangelización o de proselitismo, sino el nuevo espacio en el que la humanidad conversa consigo misma, discute, se equivoca y entiende el punto de vista de los que no creen ni piensan lo mismo, lo cual, sin duda, expresa exactamente lo mejor del Evangelio.