Archive for Jorge Costadoat

Conversación teológica con la Inteligencia artificial (III)

ChatGPT:

“La culpa de las inocentes” puede interpretarse como una denuncia del peso injusto que recae sobre quienes no han cometido ningún mal, pero terminan cargando con las consecuencias de un sistema opresor o desigual. Las inocentes podrían ser aquellas que, a pesar de su pureza o fragilidad, son señaladas, reprimidas o dañadas por el entorno social. La culpa, en este caso, es impuesta desde afuera, fruto de estructuras que perpetúan la violencia, la discriminación o la exclusión.

También evoca la paradoja de sentir culpa sin haber hecho daño, reflejando una interiorización de juicios externos. Si la exposición de Mon Laferte aborda temas como la violencia de género o la desigualdad, tu título resaltaría la injusticia de estas realidades, donde las víctimas terminan sintiéndose culpables de su propia opresión. ¿Ese es el tipo de sensación que te dejó la instalación?

ChatGPT:

Esa dimensión añade un nivel profundo de perversión al concepto: la manipulación psicológica donde los agresores invierten la lógica moral, haciendo creer a las víctimas que son responsables de su propio sufrimiento. Este mecanismo, muy presente en contextos de violencia intrafamiliar, de género o institucional, busca perpetuar la dominación al despojar a las víctimas de su legítimo derecho a la indignación o a la denuncia.

La expresión “La culpa de las inocentes”, entonces, denuncia no solo el sufrimiento injusto, sino la violencia adicional de ser obligadas a cargar con una culpa que no les corresponde. Es un retrato brutal de cómo el poder manipula las emociones para mantener el control. ¿Quizá viste algo en la instalación que simbolizara esta perversión?

ChatGPT:

Tu reflexión toca un punto clave: el ciclo perverso donde el agresor no solo inflige daño, sino que también asume el rol de “salvador”, creando una dependencia emocional y psicológica en la víctima. Este tipo de relación confunde los límites entre el bien y el mal, haciendo que la víctima, en lugar de rebelarse, termine aceptando esa doble condición de ser culpada y liberada por el mismo opresor.

Llevado al infinito, como propones, adquiere un carácter casi metafísico y, por eso, “diabólico” resulta una palabra adecuada. Evoca esa figura que promete redención a cambio de sometimiento perpetuo, atrapando a la víctima en un círculo sin salida. ¿Estás pensando en explorar esta idea más allá de lo estético, quizá teológicamente o en un escrito?

ChatGPT:

Esa es una intuición muy profunda y teológicamente fecunda. En Cristo crucificado, la inocencia absoluta se enfrenta al sistema más cruel de violencia y culpabilización. Su muerte, siendo él completamente inocente, desenmascara el mecanismo perverso del que hablábamos: la manipulación que carga la culpa sobre los inocentes para perpetuar el poder de los agresores.

Cristo no solo se solidariza con las víctimas, sino que asume esa culpa impuesta, la desactiva y la redime. Al resucitar, no devuelve violencia ni condena, sino una oferta de liberación definitiva: la posibilidad de que los inocentes ya no carguen con culpas ajenas. Su cruz se convierte en un lugar de juicio contra los agresores y de reivindicación para los inocentes.

¿Estás pensando en desarrollar esta reflexión en tu artículo del Jubileo de la Esperanza? Podría ser un enfoque potente.

ChatGPT:

Exacto, el reconocimiento de que “nadie merece lo que sufre” es crucial para una comprensión profunda del misterio del sufrimiento humano. Cristo crucificado no solo ofrece empatía a quienes han sido injustamente culpabilizados, sino que también revela una verdad fundamental: el sufrimiento impuesto no tiene justificación ni legitimidad moral.

La cruz, en este sentido, no es simplemente consuelo, sino una denuncia radical de todo sistema que inflige sufrimiento y culpa arbitrariamente. En Cristo, Dios mismo se identifica con los inocentes sufrientes, despojando al sufrimiento de cualquier sentido punitivo o expiatorio impuesto por el poder humano.

Este “ir al fondo” es la base de una teología de la esperanza: la certeza de que el sufrimiento no tiene la última palabra y que la inocencia redimida es el principio de una nueva justicia. ¿Quizá este enfoque podría ser el núcleo de tu reflexión para el Jubileo?

ChatGPT:

Desacoplar culpa y sufrimiento es un acto profundamente liberador, porque desmonta la lógica retributiva que sostiene que todo sufrimiento es consecuencia de una culpa previa. La expresión “se lo merece” refleja esa mentalidad retributiva, que no solo juzga, sino que legitima el sufrimiento como una forma de castigo.

Cristo crucificado rompe esa lógica: su sufrimiento, siendo él inocente, muestra que el mal padecido no es necesariamente el resultado de un mal cometido. Además, su mensaje desmantela el mecanismo que vincula dolor y culpa, invitando a ver el sufrimiento no como castigo, sino como un llamado a la compasión y la solidaridad.

Esta visión es clave para una teología que busque sanar a quienes, además de sufrir, han sido cargados con una culpa injusta. ¿Cómo crees que podrías desarrollar esta idea en tu reflexión sobre el Jubileo? Podría ser un camino para animar a la Iglesia a ofrecer esperanza verdadera.

ChatGPT:

Lo que describes es una dinámica profundamente arraigada en nuestra cultura: la tendencia a culpabilizar a quienes sufren, como si su mal fuera siempre consecuencia de sus propias acciones. Este juicio implícito genera rechazo y perpetúa la exclusión, impidiendo que la sociedad se haga responsable de sus miembros más vulnerables.

Esta actitud refleja una visión moralista y punitiva, donde el sufrimiento del otro no despierta compasión, sino sospecha. Es una forma de protegerse psicológicamente del dolor ajeno, atribuyéndolo a una causa que justifique no intervenir: “si están mal, es por su culpa”.

Frente a esto, se necesita una ética de la compasión que no juzgue, sino que acoja; una mirada que vea en el sufrimiento un llamado a la responsabilidad común, no a la condena. ¿Crees que esta reflexión podría orientar alguna acción concreta en tu entorno o en tus escritos?

ChatGPT:

Perfecto, me alegra haber podido aportar a tu reflexión. Cuando quieras retomarla, aquí estaré. Que tengas un buen día. 😊

Laferte, una fuera de serie

He asistido a la exposición pictórica -es poco decir pictórica, tampoco musical- de Mon Laferte en Matucana 100.

No recuerdo el título de la obra. Le pongo el mío: “La culpa de las inocentes”. ¿O “la redención de las inocentes”?

Me concentro en la interpretación de la pasión de Cristo. En nuestro medio la sala del Via crucis de este centro cultural tiene un solo rival: la vida de Cristo de Claudio di Girolamo.

¿Cómo interpretarla? Me atengo a lo fundamental. Para interpretaciones más finas de cada uno de los cuadros necesitaría más elementos de juicio.

La clave hermenéutica de la pasión de Crista, sí, Crista, es el sufrimiento masivo de mujeres inocentes que han interiorizado una culpa que no es su culpa. Se trata de mujeres a las cuales los instrumentos electrónicos les han permitido llorar en público. ¿Por cuántas generaciones no han podido hacerlo? ¿Saben las mujeres qué es ser mujer? Laferte habla por ellas. Mientras sus voces no sean oídas por ellas mismas su infinito dolor les será incomprensible. Se trata de desgarros de seres ínfimos, que a ellas y a cualquiera que abra el alma a lo que allí acontece, tendrán que considerarse llagas eternas.

La sala cuenta con catorce estaciones del Via crucis y un enorme retablo al fondo. Considerada en su conjunto, la sala es una capilla. Veo a una pareja hincada en un reclinatorio rezando, parece, tal vez, como sí lo hacen dos hombres andrajosos en figuras de cartón que, al igual que los santos de altar, juntan sus manos y se encomiendan al santo principal. Este, en esta capilla, es la Crista del caño que asciende a los cielos resucitada. ¡Hay salvación para las mujeres y para quienes se identifiquen con las mujeres despreciadas, insignificadas, proscritas, condenadas por microtráfico, usadas y descartadas, mujeres que casi no se saben a sí mismas, que necesitan de una evangelista que cuente su historia! La Crista es una mujer sexualizada para ser sexualmente explotada.

Este cura mira ajeno por completo. ¿Es que alguien entiende algo?

Nadie hable nunca más de Cristo sin conocer a Crista. No se diga palabra sobre el aborto sin conocer la pena de las inocentes. Se trata de mujeres víctimas de sus familias, de sus padres y madres, de sus abuelos; de la lascivia; individuas reducidas a sus órganos sexuales; de hermanas nuestras, hijas de nuestro Padre, diría Jesús, pero de un Padre ausente. El Padre no aparece por ninguna parte; porque Crista, como el Jesús de san Juan, resucita solo. Las mujeres redimen a las mujeres. ¿Autopoiesis? “Hacerse a sí mismo”, es el concepto que Laferte toma de Maturana y Varela para explicar su obra.

Cur Deus homo? Se preguntaba san Anselmo en el siglo XI. ¿Por qué Dios se hizo hombre? Respondía el benedictino: para reparar el universo herido por los pecados de la humanidad. Anselmo y Laferte se dan la mano. Pero el teólogo vio en Cristo el perdón de los pecados; y Laferte clama compasión para quienes han sido reducidas a la culpa de existir. La pregunta hoy es: Cur Deus femina?

Dirán los padres de la Iglesia del primer milenio: “Lo que no es asumido no será salvado”. Decimos hoy, si Cristo no es Crista, las mujeres no tienen salvación. Y si las mujeres no la tienen, nadie la tiene.

¿Se trata de una crítica a la Iglesia? No. ¿Al cristianismo? Tampoco. Todo lo contrario: en esta exposición el cristianismo se juega su razón de ser. Laferte hace que las últimas de las mujeres se identifiquen con Crista, porque Cristo se identificó con ellas.

Conversación Teológica con la Inteligencia artificial (2)

CHAT GpT: La tensión que planteas es real, pero no necesariamente irresoluble. Los teólogos cristianos, al dialogar en el foro público, enfrentan el desafío de mantener fidelidad al magisterio de la Iglesia y, al mismo tiempo, abrirse a un intercambio genuino que implique escuchar y considerar los argumentos de otros. Aquí hay algunas reflexiones sobre cómo abordar esta aparente contradicción:

1. La libertad teológica y la fidelidad al magisterio

La teología católica reconoce un espacio legítimo para la libertad de pensamiento dentro de los marcos de la fe. Esto permite a los teólogos explorar nuevas preguntas y responder a desafíos contemporáneos sin abandonar los fundamentos doctrinales. El magisterio no pretende sofocar el pensamiento, sino guiarlo hacia la verdad en fidelidad al Evangelio.

2. La naturaleza del diálogo

Dialogar no significa necesariamente aceptar las conclusiones de los demás, pero sí implica un compromiso honesto con la búsqueda de la verdad. El diálogo en el foro público permite que los cristianos presenten el Evangelio como una propuesta razonable, abierta al escrutinio y enriquecida por el intercambio con otras perspectivas.

3. El anuncio del Evangelio como prioridad

El teólogo que participa en el foro público debe hacerlo desde una posición de testimonio, buscando comunicar la riqueza del mensaje cristiano con claridad y caridad. Esto no implica imponer, sino proponer un horizonte de sentido y acción que transforme vidas.

4. El respeto por la diversidad de opiniones

Aceptar las conclusiones de un adversario no equivale a traicionar la fe. Más bien, puede ser una oportunidad para reconocer verdades parciales presentes en otras perspectivas y dialogar desde ellas, fortaleciendo el anuncio del Evangelio.

5. Fidelidad creativa

El teólogo está llamado a ser creativo en su fidelidad, encontrando formas de traducir el Evangelio al lenguaje y las preocupaciones del mundo actual, sin diluir su esencia. Esto requiere un equilibrio constante entre tradición y apertura.

En última instancia, no se trata de una contradicción, sino de una tensión fecunda que puede dar lugar a una teología viva, que dialoga sin miedo, fiel a su misión y capaz de iluminar las preguntas del mundo contemporáneo.

CHAT GpT: El caso de Galileo es, sin duda, un ejemplo emblemático de las tensiones entre la Iglesia y el mundo, particularmente en el ámbito de las ciencias y la modernidad. La falta de diálogo efectivo en ese momento histórico se debió a varios factores que, en conjunto, reflejan una dificultad estructural para integrar nuevas perspectivas en la comprensión del mundo y la fe. A continuación, algunas razones generales que explican por qué no se ha dado un diálogo más consistente:

1. Contexto histórico-cultural

En la época de Galileo, la Iglesia era una de las principales instituciones culturales y políticas. El heliocentrismo, al cuestionar la cosmología aristotélico-ptolemaica, no solo ponía en jaque un sistema científico predominante, sino también una visión del mundo que parecía alineada con la interpretación bíblica de la época.

2. Falta de hermenéutica bíblica adecuada

El conflicto se complicó porque las lecturas literales de ciertos textos bíblicos fueron usadas para juzgar teorías científicas. Esto mostró una insuficiencia en la hermenéutica teológica del momento, que no había desarrollado aún herramientas para distinguir entre el mensaje de salvación y los marcos culturales en que se expresó.

3. Temor al cambio

La Iglesia percibió las propuestas de Galileo como una amenaza no solo para su autoridad, sino también para la estabilidad del orden social y religioso. Este temor al cambio contribuyó a una postura defensiva que dificultó el diálogo.

4. Ausencia de autonomía disciplinar

En ese momento, la ciencia no era reconocida como un ámbito autónomo del saber, sino como parte de una cosmovisión teológica integrada. Esto impidió que la investigación científica pudiera desarrollarse sin interferencias teológicas inmediatas.

5. Poder y control

La Iglesia tenía un rol hegemónico en Europa y, a menudo, buscó controlar las narrativas culturales y científicas. Esto limitó su capacidad para dialogar de manera abierta y honesta con nuevas ideas.

Aprendizajes del caso Galileo

El caso de Galileo impulsó una reflexión más profunda sobre la relación entre fe y razón. Con el tiempo, la Iglesia reconoció errores, como lo expresó Juan Pablo II en 1992, subrayando la necesidad de un diálogo respetuoso y mutuo entre teología, ciencia y cultura.

El desafío sigue siendo aprender de estos errores históricos, promoviendo una relación más abierta y creativa entre el Evangelio y el mundo contemporáneo. ¿Qué otras perspectivas o ejemplos considerarías relevantes?

CHAT GpT: Es cierto, aceptar que el relato bíblico de la creación de Adán y Eva pertenece al orden del mito ha sido un desafío tanto para la Iglesia como para muchos creyentes. Este caso refleja una dificultad más amplia: cómo interpretar las Escrituras de manera fiel a su propósito teológico sin adherirse necesariamente a lecturas literales o históricas. Sin embargo, el reconocimiento del carácter mítico de ciertos pasajes no invalida su valor como fuente de revelación; al contrario, puede profundizar nuestra comprensión del mensaje que comunican.

El carácter mítico de los relatos de creación

Mito como lenguaje teológico:
El término “mito” no debe entenderse como una “fábula” o una mentira, sino como una forma narrativa que busca expresar verdades fundamentales sobre el ser humano, su origen, su relación con Dios y con el cosmos. Los relatos de Génesis no pretenden ofrecer un relato científico, sino teológico.

Teología en el mito:
En Génesis 1-3, se presentan verdades profundas: la bondad de la creación, la relación personal entre Dios y el ser humano, la libertad humana y su vulnerabilidad al pecado. Estas realidades trascienden los detalles narrativos.

Dificultades históricas

Lecturas literales tradicionales:
Durante siglos, los relatos de Génesis se interpretaron literalmente, en parte porque no había un marco hermenéutico que permitiera comprender su carácter simbólico en diálogo con las ciencias naturales.

Temor al relativismo:
Reconocer el carácter mítico de Génesis ha generado temores entre algunos creyentes de que esto debilite la autoridad de la Escritura o conduzca a un relativismo teológico.

Diálogo con la ciencia:
La evolución y las teorías científicas modernas han obligado a la Iglesia a repensar cómo relacionar los relatos de creación con la historia natural. Esto ha llevado a tensiones, pero también a oportunidades de integración.

Reconocimiento teológico actual

El magisterio de la Iglesia, especialmente desde el Concilio Vaticano II, ha subrayado que las Escrituras deben interpretarse según su género literario y el propósito teológico del autor sagrado (Dei Verbum, 12). Esto permite valorar el mito como vehículo de revelación, sin necesidad de afirmarlo como un hecho histórico.

Aceptar plenamente este enfoque es un paso clave para integrar fe y razón, ayudando a los creyentes a comprender que la Biblia no pierde su autoridad cuando se reconoce la riqueza simbólica de sus relatos. ¿Cómo crees que esta comprensión puede ser mejor comunicada en el contexto actual?

CHAT GpT: Estoy totalmente de acuerdo. El lenguaje religioso, por su propia naturaleza, busca expresar realidades que trascienden lo inmediato y lo descriptivo. En este sentido, la metáfora, la poesía y las parábolas son herramientas privilegiadas para hablar de Dios, porque permiten intuir y participar en el misterio sin pretender agotarlo. Esto no solo es evidente en la predicación de Jesús, sino también en toda la tradición bíblica y litúrgica.

La metáfora como puente hacia lo trascendente

  1. Carácter evocador:
    Las metáforas no definen, sino que evocan. Hablar de Dios como “pastor”, “roca”, “luz” o “padre” no explica quién es Dios en su totalidad, pero comunica aspectos esenciales de su relación con el ser humano.
  2. Apertura al misterio:
    El lenguaje metafórico y poético respeta el carácter inefable de Dios. No lo encierra en conceptos, sino que señala hacia Él de manera abierta y contemplativa.

Jesús y el lenguaje parabólico

  1. Parábolas como revelación indirecta:
    Jesús usaba parábolas porque son historias que, aunque simples, contienen múltiples niveles de significado. Invitan a la reflexión, a la participación activa del oyente y a un compromiso con la verdad.
  2. Comparaciones cotidianas:
    Al hablar del Reino de Dios como un sembrador, una semilla o una perla, Jesús usaba imágenes del mundo común, accesibles para todos, pero que al mismo tiempo abren un horizonte trascendente.

Poesía y liturgia

  1. Los Salmos:
    Son un ejemplo paradigmático del uso poético para expresar la relación con Dios. A través de imágenes ricas y poderosas, los Salmos dan voz al sufrimiento, la alabanza, el arrepentimiento y la esperanza.
  2. La liturgia:
    Los himnos, oraciones y textos litúrgicos a menudo recurren a la poesía para articular la experiencia del misterio divino, de modo que el corazón y la mente puedan ser elevados hacia Dios.

Relevancia hoy

En un mundo donde las palabras suelen banalizarse, recuperar el lenguaje poético y metafórico puede hacer que el mensaje cristiano sea más atractivo y profundo. Como Jesús, hablar de Dios con imágenes que conecten con la vida cotidiana y con las preguntas fundamentales puede iluminar mejor el misterio del Reino.

¿Cómo crees que este enfoque poético puede aplicarse en la teología y en la predicación actual?

CHAT GpT: En el siglo XX, aunque se ha avanzado mucho en el diálogo entre fe y ciencia, ha habido episodios en los que este diálogo ha sido tenso o se ha roto, reflejando dinámicas similares al caso Galileo. A continuación, algunos ejemplos destacados:

1. La teoría de la evolución

  • Conflicto: La aceptación de la evolución darwiniana ha sido fuente de tensiones entre algunos sectores religiosos y científicos. Aunque la Iglesia Católica, desde Pío XII (encíclica Humani Generis, 1950), aceptó la evolución como compatible con la fe, ciertos grupos cristianos han rechazado esta teoría, promoviendo el creacionismo literal o el diseño inteligente.
  • Tensión: Para algunos científicos, la intervención religiosa en temas educativos (como enseñar el creacionismo) es vista como una intromisión ideológica. Del otro lado, algunos creyentes perciben la evolución como una amenaza a la doctrina de la creación.

2. El caso de Teilhard de Chardin

  • Conflicto: Este sacerdote y paleontólogo jesuita integró la evolución en una visión teológica cósmica, pero sus ideas fueron vistas inicialmente como problemáticas por la Iglesia. Aunque no fue formalmente condenado, sus obras enfrentaron restricciones.
  • Tensión: Su enfoque, que buscaba reconciliar la fe con una comprensión científica del cosmos, fue criticado tanto por teólogos tradicionales como por científicos que consideraban su integración forzada.

3. La bioética y la investigación en genética

  • Conflicto: La Iglesia ha cuestionado prácticas como la clonación, la manipulación genética de embriones, la fecundación in vitro y el uso de células madre embrionarias. Mientras los científicos han defendido estas prácticas como avances necesarios, algunos creyentes las han denunciado como contrarias a la dignidad humana.
  • Tensión: En debates públicos, estos desacuerdos han generado recriminaciones, con la Iglesia acusada de frenar el progreso y los científicos acusados de actuar sin ética.

4. Cosmología y el Big Bang

  • Conflicto: Aunque Georges Lemaître, sacerdote y científico, fue pionero de la teoría del Big Bang, algunos creyentes interpretaron inicialmente esta idea como una amenaza al relato de la creación. Por otro lado, algunos científicos vieron con recelo cualquier conexión entre esta teoría y la teología.
  • Tensión: A pesar de que la Iglesia ha aceptado plenamente esta teoría, sigue habiendo tensiones con grupos que leen la Biblia literalmente.

5. Inteligencia Artificial y transhumanismo

  • Conflicto: En las últimas décadas, el desarrollo de la IA y las tecnologías transhumanistas ha planteado dilemas éticos y antropológicos. La Iglesia ha advertido sobre los riesgos de deshumanización y pérdida de la libertad, mientras que algunos científicos y tecnólogos perciben estas críticas como un rechazo al avance.
  • Tensión: Este debate continúa abierto, especialmente en torno a la ética de la autonomía tecnológica y el lugar del ser humano en un mundo crecientemente automatizado.

Estos conflictos reflejan un desafío persistente: la necesidad de encontrar un lenguaje común que permita a la fe y a la ciencia dialogar, sin reducir la riqueza de ninguna de las dos perspectivas. ¿Qué opinas de estos casos? ¿Hay alguno que merezca un análisis más profundo?

CRISTIANO: Usted me da ejemplos muy importantes, pero ellos responden a inquietudes más bien especulativas. Los cristianos comunes y corrientes muchas veces viven tensiones con la doctrina de la Iglesia que les hacen sufrir. ¿O no?

CHAT GpT: Es cierto, muchos cristianos comunes experimentan tensiones entre la doctrina de la Iglesia y su vida cotidiana, lo que puede generar conflictos internos, sufrimiento e incluso alejamiento de la comunidad eclesial. Estas tensiones no se dan tanto en el plano especulativo, sino en el ámbito práctico y existencial. Algunos ejemplos incluyen:

1. Cuestiones de moral sexual

  • Situación: Las enseñanzas de la Iglesia sobre el matrimonio, la anticoncepción (Humanae Vitae), la homosexualidad o el divorcio pueden resultar difíciles de integrar para muchas personas que viven situaciones complejas o irreversibles.
  • Tensión: El divorcio y la exclusión de la comunión sacramental para los divorciados vueltos a casar ha sido un punto de sufrimiento recurrente, aunque Amoris Laetitia ha intentado abrir caminos pastorales más inclusivos.

2. El papel de la mujer en la Iglesia

  • Situación: Muchas mujeres experimentan frustración por su limitado acceso a roles de liderazgo y ministerio, especialmente en un contexto cultural donde se busca mayor igualdad de género.
  • Tensión: Aunque la Iglesia reconoce la dignidad y el valor del servicio de las mujeres, las limitaciones estructurales (como la exclusión del sacerdocio) generan sentimientos de marginación.

3. Doctrina social y justicia económica

  • Situación: La doctrina social de la Iglesia pide justicia económica, solidaridad y rechazo al consumismo, pero muchos cristianos encuentran difícil conciliar estas enseñanzas con su inserción en sistemas económicos que fomentan la desigualdad.
  • Tensión: Vivir con coherencia el Evangelio en un mundo capitalista puede generar culpa o sensación de impotencia.

4. Cuestiones de bioética

  • Situación: Temas como el aborto, la eutanasia o el uso de tecnologías reproductivas generan dilemas profundos para quienes enfrentan decisiones personales críticas.
  • Tensión: La percepción de una posición eclesial rígida puede alienar a quienes buscan acompañamiento y comprensión en momentos difíciles.

5. Diversidad cultural y doctrinal

  • Situación: En contextos multiculturales, las enseñanzas universales de la Iglesia a veces parecen descontextualizadas o insensibles a realidades locales.
  • Tensión: Esto genera la sensación de que la Iglesia no escucha o no comprende suficientemente las vivencias concretas de los fieles.

Estas tensiones no solo afectan la relación personal con la fe, sino también la percepción de la Iglesia como espacio acogedor y compasivo. ¿Qué caminos crees que podrían facilitar una mejor integración entre doctrina y vida cotidiana para aliviar este sufrimiento?

CHAT GpT: ¡No hay problema! Ha sido un gusto dialogar contigo. Quedo a tu disposición para futuras conversaciones. Que tengas un excelente día. 🙏😊

Conversación teológica con la Inteligencia artificial (I)

CHAT GpT: El pensamiento teológico cristiano tiene una importancia significativa en el mundo actual porque ofrece una perspectiva integral sobre la vida humana, sus desafíos y su sentido último. En un contexto global marcado por crisis ecológicas, desigualdades sociales, conflictos culturales y avances tecnológicos vertiginosos, la teología puede proporcionar un marco ético y espiritual que trascienda soluciones puramente pragmáticas.

Primero, en el ámbito ecológico, la teología puede fomentar una espiritualidad de la creación, subrayando la interdependencia entre Dios, el ser humano y la naturaleza. Este enfoque, visible en la “Laudato Si'” del Papa Francisco, propone una ecología integral que combina justicia social y cuidado del planeta.

Segundo, en el plano social, el pensamiento teológico impulsa la dignidad humana y la solidaridad, recordando que todos son imagen de Dios. Esto es vital frente a la deshumanización que generan el consumismo, la exclusión y las migraciones masivas.

Por último, en un mundo tecnológico, la teología invita a reflexionar sobre los límites éticos de los avances científicos, como la inteligencia artificial, destacando la centralidad de la persona y su vocación al amor y la trascendencia.

El pensamiento cristiano lejos de ser irrelevante, puede iluminar los signos de los tiempos, dialogar con otras disciplinas y contribuir a construir un mundo más justo, sostenible y pleno de significado.

Sin embargo, esta situación plantea un desafío crucial: ¿cómo recuperar la relevancia pública de la teología sin diluir su identidad? La teología tiene la capacidad de dialogar con otras disciplinas y abordar cuestiones esenciales como el sentido de la vida, la justicia, la esperanza o el cuidado de la creación. Un enfoque renovado podría incluir un lenguaje más accesible y una participación activa en debates contemporáneos, como la crisis ecológica, la inteligencia artificial o la ética social.

El hecho de que en los medios apenas aparezcan referencias explícitas a Dios o a Cristo refleja no solo una marginalización cultural, sino también una falta de esfuerzo por comunicar la riqueza teológica en términos comprensibles y relevantes. Este silencio es una oportunidad para que la teología salga al encuentro de los “areópagos” modernos, donde las preguntas fundamentales persisten, aunque se formulen en lenguajes distintos.

CHAT GpT:  La “falta de esfuerzo por comunicar la riqueza teológica en términos comprensibles y relevantes” puede atribuirse a varias causas interrelacionadas:

  1. Encierro en lo eclesiástico o académico: La teología, especialmente en su versión católica, ha priorizado la formación interna (seminarios, facultades) sobre el diálogo con la sociedad más amplia. Esto ha llevado a una desconexión con los lenguajes y preocupaciones del mundo contemporáneo.
  2. Especialización excesiva: La teología ha adoptado, en ocasiones, un lenguaje técnico que dificulta su acceso a públicos no especializados. Esto puede hacerla parecer irrelevante o incomprensible fuera de los círculos académicos.
  3. Falta de incentivos para la divulgación: Los sistemas de evaluación académica y eclesial suelen premiar la producción intelectual orientada a pares o instituciones eclesiásticas, dejando de lado la comunicación pública.
  4. Complejidad del mundo moderno: El pluralismo cultural y religioso puede desincentivar el uso de categorías específicamente teológicas en foros públicos, por temor a no ser comprendido o a ser percibido como dogmático.
  5. Crisis de confianza en las instituciones religiosas: Los escándalos y tensiones internas han erosionado la legitimidad de la Iglesia como interlocutora pública, lo que podría haber reducido la disposición de los teólogos a intervenir en espacios más amplios.
  6. Desafíos tecnológicos y mediáticos: En la era digital, el mensaje teológico compite con una sobreabundancia de información y contenidos diseñados para captar atención inmediata, algo que la reflexión teológica, con su ritmo pausado y profundidad, no siempre logra hacer.

Revertir esta situación requiere un esfuerzo consciente para articular la teología con los temas que interesan a la sociedad, utilizando lenguajes accesibles, plataformas contemporáneas y un espíritu dialogante que muestre cómo el mensaje cristiano ilumina las cuestiones actuales.

CHAT GpT: Es cierto que la teología tiene por objeto último las realidades trascendentes, como Dios y su relación con el ser humano. Sin embargo, su perspectiva no se limita a lo “otro” del mundo, sino que también abarca la relación de lo trascendente con lo inmanente. Este carácter relacional de la teología le permite dialogar con otras disciplinas que abordan la realidad desde distintos ángulos.

Posibilidades de diálogo interdisciplinar

  1. Con las ciencias naturales: La teología puede dialogar con la cosmología, la biología o la física en torno a preguntas sobre el origen, el sentido y el propósito del universo. Por ejemplo, reflexionando sobre el concepto de creación desde la fe en diálogo con teorías científicas como el Big Bang o la evolución.
  2. Con las ciencias sociales: En temas como la justicia, la economía o la política, la teología puede aportar principios éticos y una visión del ser humano que promueva la dignidad, la solidaridad y el bien común. La Doctrina Social de la Iglesia es un ejemplo claro.
  3. Con la filosofía: Este es el diálogo más tradicional, donde la teología y la filosofía se encuentran en cuestiones de metafísica, epistemología y ética, explorando cómo se puede hablar racionalmente de Dios y la existencia.
  4. Con las artes y la literatura: La teología puede colaborar con las artes para expresar el misterio de Dios y la condición humana de formas simbólicas, creativas y culturalmente relevantes.
  5. Con la tecnología y la IA: La teología puede reflexionar sobre el impacto ético y espiritual de las tecnologías emergentes, proponiendo límites y orientaciones para su uso responsable en la construcción del bien común.

Aunque su objeto principal es trascendente, la teología es intrínsecamente dialogal, pues busca entender y anunciar cómo ese Misterio trasciende e impregna el mundo. Esto permite que se enriquezca mutuamente con otras disciplinas, ofreciendo un horizonte de sentido a sus preguntas y desafíos.

CHAT GpT: Decir que “la teología es intrínsecamente dialogal” significa que su esencia misma implica una interacción constante con diversas realidades y sujetos. Esto se basa en su origen y finalidad: la teología no surge en el vacío, sino en respuesta al diálogo entre Dios y la humanidad, y busca articular esa experiencia en relación con el mundo. A continuación, se detallan algunas razones que fundamentan esta naturaleza dialogal:

1. Diálogo con la revelación

La teología nace del diálogo entre Dios y el ser humano, como respuesta a la revelación divina. En este sentido, el teólogo es un interlocutor que escucha la Palabra de Dios (contenida en las Escrituras y la Tradición) y reflexiona sobre ella desde su contexto histórico y cultural.

2. Diálogo con la comunidad de fe

La teología es una tarea comunitaria. No es solo la reflexión personal de un individuo, sino un ejercicio que se desarrolla dentro de la Iglesia, en comunión con las experiencias, desafíos y preguntas del Pueblo de Dios.

3. Diálogo con el mundo

El Vaticano II reafirmó que la teología debe responder a los “signos de los tiempos”. Esto implica dialogar con las culturas, ciencias, filosofías y situaciones concretas del mundo actual, ofreciendo respuestas iluminadas por el Evangelio.

4. Diálogo interdisciplinar

La teología reconoce que otras disciplinas también buscan la verdad desde sus propios métodos y campos. Así, interactúa con ellas para enriquecer su comprensión del ser humano, el cosmos y el misterio de Dios.

5. Diálogo como misión

El cristianismo es, en su esencia, una religión encarnada: Dios entra en diálogo con la humanidad en Jesucristo. Por eso, la teología, al reflexionar sobre este misterio, adopta también una actitud de apertura y escucha hacia otras voces, religiones y saberes.

Espiritualidad medioambiental: Reglas de oro

Los miramos con sorna, pero tenían razón. No les dimos importancia. La tenían. Nos alejamos de su fanatismo, ¿y los profetas, qué? Los profetas se adelantan siempre. ¿O no? No, dirán los que apedrean a los profetas. Hablo de los ecologistas, los del siglo pasado. Hoy su experiencia, y la de sus seguidores, se convierte en la espiritualidad del siglo XXI. ¿No el cristianismo? El cristianismo occidental está exhausto. Es un acorazado varado en la arena. ¿No tiene nada más que aportar? Puede ser que sí, pero está por verse.

Conozco poco la experiencia espiritual de los amantes y defensores de la naturaleza; admiro a los activistas, me inspiran las personas comunes y corrientes que separan el papel del plástico o quienes se han convertido en veganos. Es difícil seguir sus pasos, ¡nos piden tanto! Aun así, merecen mucha atención.

Los observo a la distancia. Espero que ellos suban al Sinaí y desciendan con nuevas Tablas de la Ley. Mientras tanto yo, este simple aficionado, ha redactado dos leyes que, cuando las recuerda, trata de cumplirlas.

Regla número uno: “De todo, la mitad”. Por ejemplo, la mitad de pasta de dientes… un poquito basta. ¿Si nos aumentan las caries? La experimentación en esta causa es clave. ¿Mitad de duchas? Es mejor para la piel, es lo que dice la inteligencia artificial. ¿Lavada de pelo? Lo mismo, la mitad. Carne, la mitad. Azúcar, licores, envases, bencina, ¿no podrían disminuirse a la mitad?

Regla de oro número dos: “Menos consumo, máximo goce”. “Ah, no, no es posible”, piensa el devoto del qué-dirán. “Goce, consuma”, sugiere Satanás. ¡Qué manera de comprar idioteces! ¡Salir de paseo a un mall! Sobran cartones, corbatas, autos, lapiceras, sombreros, libros, zapatos, ropa para qué decir.

Se puede gozar infinitamente más con menos. Se necesita inventar otra civilización, la de quienes se contentan con el mínimo de lo mínimo. Gozan con lo ínfimo: un nido de chercanes. Allí están, juntan ramitas, trapos, giran eléctricos, pían, despistan… Son asombrosos. Observarlos es gratuito. Lo mismo los chincoles que en primavera improvisan cantos uno tras otro. Nunca se repiten. Su creatividad supera la algorítmica. Se puede gozar sin consumir, no me digan que no.

La espiritualidad del siglo XXI habrá de ser laica, así no más, sin apellidos. El cristianismo podrá contribuir con san Francisco, reeditar el voto de pobreza, volver al Primer Testamento, el del pueblo judío, lleno de alabanzas a Dios por su creación. Pero si el cristianismo no se conjuga con otras tradiciones religiosas ni promueve el amor a Gaia, el planeta viviente, distraerá de lo que hoy es esencial.

¿Habrá otras reglas de oro?

Los visionarios del siglo XX, esos hombres y mujeres ecologistas que se nos adelantaron, deberían enseñárnoslas. Si no lo hacen o no las tienen, hemos de seguir legislando a la buena de Dios. Entre los seres hay una maravillosa interdependencia. Pero la comunión se agrieta, estamos en un grave peligro.

Peligra Gaia. Nos amó, nos ama. Pero nosotros a ella, poco o nada.

Entrevista del Instituto Humanitas – Unisinos

https://www.ihu.unisinos.br/645573-o-grande-sinal-dos-tempos-e-a-consciencia-da-catastrofe-ecologica-e-ambiental-entrevista-especial-com-jorge-costadoat

¿Cómo recibió la Iglesia chilena la noticia de la nominación cardenalicia del arzobispo de Santiago de Chile, Monseñor Fernando Natalio Chomalí? ¿Cómo evalúa esta nominación?

La Iglesia chilena está contenta con el nombramiento de Fernando Chomalí. Es inevitable decir que sus predecesores fueron cuestionados por los y las católicos, sea por su responsabilidad en el abordaje de las acusaciones por abusos sexuales del clero y su encubrimiento, sea por su falta de representación pública. En la Iglesia las autoridades desempeñan una labor de representación del Pueblo de Dios. El caso es que los y las católicas, incluidos muchos sacerdotes, se han sentido abandonados por muchos años.
Fernando Chomalí, por el contrario, ha salido al espacio público llenando un vacío muy grande. La gente esperaba una voz de la Iglesia. El nuevo cardenal de Santiago no le quita el cuerpo a ningún tema. Y el mismo pone asuntos nuevos en el debate que interesan a cristianos y no cristianos. El obispo se expone a la crítica. No faltarán razones para objetar algunas de sus ideas. Aun así, y precisamente por esto, se valora su ánimo amistoso y dialogante con la sociedad.

¿Cómo reaccionan hoy la Iglesia chilena y la Compañía de Jesús en Chile ante la crisis de los abusos sexuales?

La crisis de los abusos sexuales del clero en Chile ha tenido efectos catastróficos en la Iglesia chilena. También ha impactado a gente no católica que tenía una buena idea de la Iglesia.

Los casos de abusos son numerosos y han afectado a personas que tuvieron una enorme figuración pública. Es una triste paradoja que los representantes de la “fe”, nosotros los curas, nos hayamos convertido en personas “no dignas de fe”.

Aun así, la Iglesia chilena y la Compañía de Jesús, sumando y restando, han hecho un proceso de arduo aprendizaje para investigar, sancionar y reparar a las víctimas de estos abusos. Se han creado protocolos de cuidado en los colegios y otras organizaciones eclesiales; se han realizado estudios científicos y publicaciones; se ha procurado aprender de experiencias comparadas y someterse a instancias de supervisión internacional.

Le confieso que, en lo personal, me duele mucho saber que compañeros y amigos míos han sido denunciados y castigados. Por otra parte, me alegra sobre manera que personas que golpearon la puerta de su Iglesia pidiendo justicia hayan sido escuchadas, y no se les haya dado un portazo como se hacía antes.

Agrego algo que seguramente pocas personas han captado. Las situaciones de abuso de conciencia, a veces vinculadas con abusos sexuales, y otras veces no, nos han abierto los ojos sobre el sacramento de la confesión. Hay dos razones para revisar la viabilidad de la confesión auricular. Una es antigua: quienes hemos sido confesores a menudo hemos acogido personas que han vuelto a confesarse treinta años después -años más, años menos- de haber tenido una experiencia traumática con un sacerdote que las maltrató. Otra razón es nueva: hoy caemos en la cuenta de que la revelación de la intimidad no puede obligarse, instarse o sugerirse. La intimidad es sagrada. Solo puede compartirse con plena libertad y en un ambiente de suma confianza.

El problema no es que haya buenos y malos sacerdotes, y que, en consecuencia, haya que mejor su formación. La institución misma de la confesión auricular es abusiva, pues espera o expone a los católicos a una experiencia inhumana.

¿Qué evaluación hace de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad hasta el momento? ¿Podría destacar tres puntos positivos y tres desafíos del Sínodo?

No tengo información suficiente. No me siento capaz de evaluar el conjunto de requerimientos porque, según entiendo, algunos de estos tienen más que ver con peticiones que ya existen en el derecho canónico que, sin embargo, en la práctica no se implementan; otros, con cambios doctrinales que seguramente no se conseguirán, como podría ser la ordenación sacerdotal de las mujeres o de diaconisas. Tal vez se pudiera autorizar la ordenación de los viri probati. No sé

No se me ocurre que al final de todo el proceso el Papa vaya a derogar la encíclica Humanae vitae que tiene trancada la posibilidad de ofrecer a las nuevas generaciones una enseñanza moral-sexual verdaderamente orientadora. La prohibición de la píldora anticonceptiva en 1968 no ha sido aceptada por el Pueblo de Dios, ya nadie la cumple. Pero, por años, condenó a las mujeres a confesarse periódicamente para poder comulgar. Tuvieron que confesarse de un pecado que, en realidad, fue un acto de responsabilidad con sus familias. El daño ha sido enorme.

Otro asunto: se requiere perfeccionar la accountability, es decir, que haya instancias de rendición de cuentas y de control del ejercicio del poder. En la Iglesia no puede haber un estamento como el clerical que se escoge a sí mismo y permite participar muy poco en el gobierno de su Iglesia al resto del Pueblo de Dios. ¿Por qué los católicos/as no eligen a sus autoridades? ¿A los obispos? No está bien que haya comunidades que deben soportar a párrocos despóticos por años.

Se necesitan cambios canónicos. Pero estos no bastarán si se el clero no quiere observar las reglas del juego y, digamos la verdad, el clero es el obstáculo número uno a la sinodalidad. No quiere perder poder.

El clero no ha sido formado para interactuar con el laicado. La reforma de la formación del clero del Vaticano II ha fracasado. La Iglesia volvió al seminario tridentino: seminaristas formados entre cuatro paredes, representantes de lo sacro y adiestrados recordar litúrgicamente el sacrificio de un inocente, separados del resto de los cristianos y supuestamente superiores en dignidad y santidad. La Iglesia no será jamás sinodal mientras sea gobernada por el “hombre sagrado”.

¿Cuáles son los tres temas más urgentes que deben discutirse en la Iglesia hoy?

Este último es un tema clave. Trento, en su tiempo, reaccionó correctamente contra la lamentable situación de los sacerdotes. Su formación era escasa. Los resultados, pésimos. Pero lo que fue válido hace quinientos años ya no sirve tal cual.

El Vaticano II en el siglo XX volvió a los orígenes: la identidad de los presbíteros es distinguible pero no separable de la de los y las laicas, pues lo fundamental es ser “cristianos”, haber sido bautizados, y la única razón de ser del ministerio ordenado es el servicio de actualización del sacerdocio común de los fieles y conducir sus comunidades.

Otro tema: la participación de la mujer. Sobre esto se ha dicho mucho. No me alargo. Hay un punto, eso sí, que me parece clave: si la enseñanza del Evangelio depende ulteriormente de la experiencia espiritual de los cristianos, el día que la experiencia cristiana de las mujeres sea tomada en cuenta tendremos una Iglesia mejor, más humana.

Un tercer o cuarto asunto es el desarrollo de una Iglesia católica en versiones regionales diversas. En la antigüedad hubo grandes patriarcados: Alejandría, Antioquía, Jerusalén, Constantinopla y Roma. ¿No podría darse algo parecido en el siglo XXI?

Usted dijo, en un artículo publicado en Religión Digital en 2022, que “el principal problema de la Iglesia no es el clericalismo, sino la versión sacerdotal del catolicismo”. Y, más adelante, que “la Iglesia católica no necesita solucionar el problema del clericalismo. Necesita, en primer lugar, des-sacerdotalizarse”. ¿Puede explicar esta idea? ¿Qué significa des-sacerdotalizarse? ¿Cómo fundamenta teológicamente esta posición? ¿Qué consecuencias prácticas y espirituales vislumbra para la Iglesia con esta propuesta?

No espero que las mujeres sean ordenadas sacerdotes. Corremos el riesgo de duplicar el problema. Sería aún peor si las mujeres quisieran serlo como un merecimiento y accedieran a la casta de los que tienen “vocación”.

No hace mucho escribí un artículo en la revista Seminarios titulado «Desacerdotalizar» el ministerio presbiteral. Un horizonte para la formación de los seminaristas” (2022). Tenía la idea de que, con el paso de los siglos, el ministerio de conducción de las comunidades se había sacralizado de un modo ajeno a la sencillez querida por Jesús para los que tendrían que cumplir un servicio de este tipo. En la medida que avanzaba en la investigación descubrí que no era para nada original en la materia. Muchos otros teólogos habían escrito sobre la necesidad de desacerdotalizar, desacralizar o desclerizalizar el ministerio.

El Vaticano II en el decreto Presbyterorum ordinis quiso poner las cosas en su lugar. Dio por misión prioritaria a los ministros anunciar el Evangelio. A tal efecto, reordenó los tria munera (los tres servicios ministeriales) en este orden: profeta (de la Palabra), sacerdote (de los sacramentos) y rey (conducción o gobierno). Además, quiso que los ministros fueran llamados presbíteros como se hacía en la antigüedad y no sacerdotes (palabra que nunca se usa en el Nuevo Testamento para los ministros y que, por otra parte, deja abierta la puerta a reeditar el sacerdocio veterotestamentario que, según la Carta a los Hebreos, Jesús derogó).

A pocos años de su promulgación esta reforma tan importante se echó al canasto de los papeles. Ya el primer documento importante sobre la formación del clero en 1970, a cinco años de Presbyterorum ordinis, fue titulado Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis. Las rationes nacionales siguieron esta pauta hasta el día de hoy.

Volvimos en muy pocos años al “hombre sagrado” que inspira temor sacro, que establece distancias con el mundo y las personas, que se viste distinto, que lleva en su propia psiquis una escisión entre la perfección que debe representar y la imperfección que esconde.

Usted escribió, en un artículo publicado en Religión Digital en 2018, que el Papa “Francisco debiera fomentar el desarrollo autónomo de la Iglesia Latinoamericana”. ¿Qué significa eso en la práctica? ¿Qué entiende por “desarrollo autónomo”? ¿Puede dar algunos ejemplos?

El teólogo Karl Rahner en un artículo titulado Interpretación fundamental del Concilio (1980) sostiene que es posible pensar en una tercera gran etapa “teológica” comenzada con el Vaticano II, que él identifica como la de una “Iglesia mundial”. Una primera etapa habría sido la del judeocristianismo que san Pablo terminó por superar. El Apóstol de los gentiles convenció a los apóstoles de Jerusalén que no era necesario ser judíos para ser cristianos. Desde entonces, hasta hoy, prima por doquier la Iglesia greco, latina y occidental que conocemos hemos conocido. Las nuestras son exportaciones de esta Iglesia. Somos colonias. La tercera etapa, la de la “Iglesia mundial”, podría parecerse a la de aquellos cinco antiguos patriarcados. La Iglesia africana, por ejemplo, podría expresar el dogma católico en nuevas categorías, elaborar una moral de acuerdo a sus problemas, celebrar la eucaristía con especies tan significativas como lo son para nosotros el pan y el vino, y redactar un derecho canónico ¿Por qué no?

A esto me refiero conque el Papa debiera fomentar el desarrollo autónomo de la Iglesia latinoamericana. Pienso en iglesias regionales que reúnan a católicos que comparten características culturales semejantes.

La tensión aumenta. En el desarrollo del Sínodo abundan los tironeos entre sectores eclesiásticos diversos culturalmente, y no solo entre conservadores y progresistas. Al término del sínodo sobre la familia el papa constataba una gran diversidad entre los participantes. Se habían dado diversos pareceres en temas importantes.

A este tipo de autonomía me refiero. Se requeriría una obra de ingeniería eclesiástica mayor para organizar las relaciones entre la iglesia romana y las otras iglesias. Roma tiene la responsabilidad de mantener unida a la Iglesia. Las demás iglesias tienen la obligación de ayudar al Papa a cumplir con este deber. No es cosa fácil.

En el mismo texto, usted dijo: “La Iglesia chilena necesita urgentemente que el Papa introduzca cambios claves en la doctrina, en la estructuración y en el gobierno de la Iglesia universal.” ¿Qué necesita cambiar en la doctrina y por qué tales cambios serían positivos? ¿Y en cuanto a la estructura y el gobierno de la Iglesia universal, qué alteraciones sugiere y por cuáles razones?

Lo que digo de la Iglesia chilena creo que sirve para Iglesia en otras regiones. Me refiero a asuntos que ya he mencionado.

En Chile hay un tema que merece especial atención. También se da en otros países latinoamericanos, pero en Chile de un modo acelerado. La transmisión de la fe se ha frenado.

Las razones pueden ser varias. Una muy poderosa es cultural. Al ya antiguo desarrollo de la secularización, deben sumarse las nuevas maneras en que los jóvenes están siendo “formateadas”. Las nuevas generaciones, según parece, creen poder editarse solas. Da la impresión de que los jóvenes piensan que es posible empezar como si nadie los precediera. No necesitan de padres, madres, profesores ni curas ni monjas. ¿Cómo habrían de necesitar de una tradición religiosa milenaria? Se la sacuden. En realidad, no parten de cero, pero da la impresión de que funcionan como si el mundo comenzara con ellos. Si esto es realmente así, el cristianismo será totalmente distinto o terminará por desaparecer no solo porque los catequistas no tendrán alumnos, sino porque a poco andar tampoco habrá catequistas.

En Chile se han cerrado los seminarios. En el más grande de estos entra uno a cinco seminaristas al año. Entran y se van. Los jesuitas en 2024 no tuvimos novicios y en los años anteriores casi ninguno. La vida religiosa femenina también está en picada. De mantenerse esta tendencia en cincuenta años más tendremos una Iglesia totalmente diferente.

Sería lamentable perder una tradición milenaria de sabiduría en tiempos de tanta confusión. Pero también es verdad que se abre la posibilidad de tener un cristianismo desacerdotalizado. Pero, ¿quién sabe realmente lo que ocurrirá?

¿Qué desafíos y posibilidades para el hacer teológico en América Latina emergen de las provocaciones del Papa Francisco en la Carta Apostólica Ad theologiam promovendam para una reflexión teológica “que comprometa a ser una teología fundamentalmente contextual, capaz de leer e interpretar el Evangelio en las condiciones en que los hombres y las mujeres viven cotidianamente…” (§ 4)?

No me esperaba esta pregunta. Se trata de algo muy nuevo que ha pasado desapercibido.

El texto continúa con una oración aún más fuerte: “Por ello es necesario que en primer lugar se privilegie el conocimiento del sentido común de las personas, que es de hecho el lugar teológico en el que se encuentran tantas imágenes de Dios, que a menudo no corresponden al rostro cristiano de Dios, sólo y siempre amor”. Este motu proprio reconoce lo que de hecho ocurre en las comunidades cristianas latinoamericanas y, especialemente, en las CEBs. En ellas se da autoridad teológica a la experiencia creyente de los y las cristianas. Hasta ahora se ha solido pensar que las fuentes de la revelación son fundamentalmente las Escrituras y la Tradición de la Iglesia. En este texto se admite y se pide hacer espacio entre los “lugares teológicos propios” a la vida de las personas y a los acontecimientos históricos.

La constitución del Vaticano II Gaudium et spes inauguró este modo de hacer teología a nivel magisterial. Ella, en suma, la inventó Joseph Cardjin, el creador del método del ver-juzgar-actuar (recomiendo el excelente libro de Agenor Brighenti acerca de este método). En el Vaticano II los más grandes teólogos discutieron este método. No les parecía posible aceptar un método teológico que incluyera un momento inductivo. Tímidamente se habló de “signos de los tiempos”, aunque esta fue la categoría teológica que sirvió para esquematizar la constitución en vista a establecer un diálogo de la Iglesia con el mundo contemporáneo.

En todo caso, no conozco un documento magisterial que afirme con tanta claridad, como lo hace Ad Theologiam promovendam, que Dios habla hoy y no solo en la Biblia. Este sencillo texto -no sé si lo han traducido al portugués, no está en español- da cuenta de una revolución en la historia de la teología. Los tratados de Teología fundamental, a futuro, se dividirán entre los que le den máxima importancia a Ad Theologiam provovendam y los que lo consideren una referencia interesante o simplemente se lo salten.

¿Qué intuiciones de las constituciones del Vaticano II pueden inspirar renovaciones pastorales y una iglesia más sinodal?

Lo más importante es seguir la convicción de Juan XXIII de hacer del Vaticano II un concilio pastoral. La Iglesia, según el Papa Bueno, debía hacer un aggiornamento para anunciar el Evangelio de un modo que los contemporáneos pudieran considerarlo una Buena noticia.

Un elemento clave fue presentar a la Iglesia como una comunidad en la que los integrantes tuvieran entre ellos relaciones fraternales. El capítulo II de Lumen gentium tiene una relevancia mayor. La Iglesia es Pueblo de Dios. El bautismo empareja la cancha. Antes que cualquier organización y autoridad que nos demos, somos hermanos y hermanas por haber sido bautizados en Cristo.

Si la misión de la Iglesia es anunciar la posibilidad de un mundo fraterno, ella debe vivir la fraternidad. La sinodalidad consiste en hacer este camino quienes hemos sido hermanados por Cristo, el hermano mayor. El “Hermano universal”, diría Pedro Trigo.

¿Cómo ve el panorama teológico en América Latina?

El panorama más importante es el abierto por Leonardo Boff.

El gran signo de los tiempos es la toma de conciencia de la catástrofe ecológica y medio-ambiental. En línea con Ad Theologiam promovendan, creo que necesitamos desarrollar una teología que parta de la experiencia de espiritual de todas las personas sensibles al “clamor de la tierra y el clamor de los pobres”, como dirá Francisco en Laudato sí’.

Pero el futuro del planeta es incierto. Una guerra atómica terminaría con los “lugares teológicos” y con los teólogos progresistas o conservadores. La incertidumbre que recientemente se ha generado con la Inteligencia artificial es prueba de que el planeta se nos puede escapar de las manos de un momento a otro.

¿Cuáles son los desafíos para construir una civilización del agradecimiento, de la gratitud y reconocimiento?

Precisamente el desafío teológico anterior ofrece una posibilidad única de contribuir a gestar una nueva civilización. Tiene que terminar la civilización capitalista que nos puso a competir por la vida a todos los niveles, que ha puesto precio a todas las creaturas, incluidas las personas, y que nos ha dejado en banca rota.

La experiencia de la creación exige reconocer que nadie se merece a sí mismo. Siempre hubo Alguien o algo, tendrán que reconocer también los ateos, que nos antecedió. Puede ser que tuviéramos un mal padre o una mala madre. Pero el reconocimiento de esta antecedencia es el principio exacto de un mundo mejor. El agradecimiento, aunque sea como meta, abre las puertas a agradecernos unos a otros. Y para esto hemo sido creados. La gloria de Dios estriba en compartirnos entre las creaturas, las vivas y las inertes.

Murió Gustavo Gutiérrez

Gustavo Gutiérrez Merino (1928-2024), dominico, es un ícono en la Iglesia latinoamericana del posconcilio. Nadie se equivocará si lo llama “Padre” de la Teología de la Liberación.
La contribución de Gutiérrez a la Iglesia del continente se enmarca en la difícil aceptación del Vaticano II, ciertamente uno de los concilios más importantes en la historia de la Iglesia Católica. El teólogo peruano tuvo una notable participación en la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano, celebrada en Medellín (1968), cuya misión era implementar el Concilio en nuestro continente. En esa ocasión, la Conferencia, al igual que lo había hecho el Vaticano II, levantó la mirada y se hizo la pregunta por los “signos de los tiempos”. ¿Qué vio? Enormes transformaciones culturales y, particularmente, graves injusticias sociales cuyas consecuencias eran la violencia y la miseria.
En esos años, quien más tarde entraría en la Orden de los Dominicos, hacía los primeros intentos de redacción de su afamada obra Teología de la liberación. Perspectivas (1971). Esta debía ser, en sus propias palabras: “Una teología que no se limita a pensar el mundo, sino que busca situarse como un momento del proceso a través del cual el mundo es transformado: abriéndose —en la protesta ante la dignidad humana pisoteada, en la lucha contra el despojo de la inmensa mayoría de los hombres, en el amor que libera, en la construcción de una nueva sociedad, justa y fraternal— al don del Reino de Dios”.
No estaba solo. Una pléyade de teólogos caminaba con él: Juan Luis Segundo, Leonardo Boff, Hugo Assmann, Jon Sobrino, Joseph Comblin, Pedro Trigo, Ronaldo Muñoz, Pablo Richard, Juan Carlos Scannone, Diego Irarrázaval y Sergio Torres. Años después, en América Latina se ha desarrollado una teología feminista de extraordinaria calidad. Aunque con matices, en los años siguientes, muchas de estas teólogas han compartido un enfoque metodológico similar: Elsa Támez, Ivone Gebara, Maria Clara Bingemer, Virginia Azcuy, Ana Maria Isasi-Díaz, María Pilar Aquino y Nancy Bedford, entre otras. Son muchos y muchas.
Aunque esta teología se ha desarrollado en tensión con la jerarquía eclesiástica, en particular con la Congregación para la Doctrina de la Fe, y ha sido censurada dentro de algunas facultades de teología, también es cierto que obispos y teólogos/as han coincidido en lo fundamental: la convicción de que Dios opta por los pobres, y que los cristianos/as, para serlo auténticamente, deben optar también por ellos.
Desde una perspectiva milenaria de la Iglesia, es aún más importante señalar que, más allá de ser una teología liberadora, esta corriente ha contribuido a que la Iglesia en América Latina despunte como una institución adulta. Nuestro continente ha dependido intelectualmente durante siglos. Aquí, en particular, los católicos/as han sido vistos como minus habens. Hoy, sin embargo, tenemos una mayor conciencia de haber sido víctimas de un catolicismo occidental romano de exportación. Los obispos latinoamericanos y los teólogos/as de la liberación representan a una Iglesia que alcanza su madurez. En el contexto del posconcilio, ha aparecido en sociedad una Iglesia mayor de edad.
Lo expresa Gutiérrez en estos términos: “La teología de la liberación es una de las expresiones de la adultez que comienza a alcanzar la sociedad latinoamericana y la Iglesia presente en ella en las últimas décadas. Medellín tomó acta de esta edad mayor, lo cual contribuyó poderosamente a su significación y alcance históricos”.
¿Qué hay por delante? La Iglesia Católica experimenta hoy una tensión mayor. En las distintas regiones del mundo, en los diversos continentes en los que está presente, surgen reclamos por el respeto a una síntesis cultural propia y determinada localmente. Roma tiene la responsabilidad de velar por la unidad de la Iglesia, pero el Papa no puede convertir una Tradición de dos mil años en una multiplicidad de tradicionalismos infantilizantes.
La Iglesia en este continente debe su futuro a quienes, como Gutiérrez, han tenido la osadía de pensar por sí mismos/as y el valor de correr el riesgo de responder a una pregunta crucial: “¿Cómo decirles a los pobres que Dios los ama?”.

Anglo American o Santiago de Chile

El honor no tiene precio. ¿O lo tiene? Lo tiene.

El Estado de Chile devenga pingües ganancias con los impuestos que paga Anglo American con Los Bronces al precio de tener a esta minera a pocos kilómetros de Santiago. Esto tiene algo de humillante, ¿o no? ¿Aceptarían los ingleses que una empresa chilena abriera una mina de carbón a las afueras de Londres? Tampoco el Reino Unido querría que le ensuciaran el Támesis.

Chile lleva años de sequías severas. Los glaciares pierden masa. Los pronósticos son malos. Estamos aprendiendo a cuidar el agua. Años atrás logramos canalizar las aguas sucias del Mapocho. Ahora corre barrosa, pero no hiede.

El caso es este: El proyecto Los Bronces Integrado tiene por objeto extender la vida útil de la mina hasta el año 2036, a efecto de lo cual debe realizar labores de expansión del actual rajo y abrir un nuevo túnel en la alta montaña.

Me parece que la capital de Chile no puede arriesgar una zona estratégica. Ningún pueblo ni ciudad chilenos pueden seguir siendo dañados por las transnacionales multimillonarias tal como está ocurriendo en otras partes de Latinoamérica a altísimos costos medioambientales y humanos. Téngase en cuenta que los nuevos mártires del continente son defensores del Medio ambiente.

Inteligencia artificial: “Anglo American, una de las mayores compañías mineras del mundo, ha enfrentado diversas quejas y críticas en diferentes partes del mundo relacionadas principalmente con problemas ambientales, derechos humanos, y el impacto social de sus operaciones”.

En nuestra América Latina, se ha sufrido el extractivismo de Anglo American en Moquegua, Perú, a causa del proyecto Quellaveco; en La Guajira, Colombia, la población indígena Wayuu “ha sufrido las consecuencias del desplazamiento forzado, la contaminación del agua y la violación de derechos humanos” (Inteligencia artificial). Sudáfrica, Australia, Zimbagüe, Zambia… En Santiago peligran las aguas de Las Condes y Vitacura que se abastecen del río Mapocho. Lo Barnechea está angustiada. ¿Quién podría defender comunidades chicas, Til Til, Lampa y Colina?

El INDH, en su informe de enero de 2024, advierte: “El hallazgo más significativo, lo constituye el riesgo de afectación por parte de la actividad minera, ejemplificado con filtraciones ya descritas que contaminan el flujo de agua, provocando potenciales afectaciones al recurso hídrico utilizado para el consumo de la población aledaña. En este sentido, cabe destacar dos aspectos; en primer lugar, la existencia de las filtraciones denota una falla de la empresa en la fiscalización de su infraestructura para evitar que estas situaciones se produzcan y, en segundo lugar, la lenta y deficiente respuesta para subsanar las filtraciones, lo cual cuestiona su eficiencia para hacer frente rápida y diligentemente a eventos que pudieran poner en riesgo a las comunidades cercanas” (p. 54).

El presidente Gabriel Boric ha instado a respetar la institucionalidad del país para controlar la actividad minera en Los Bronces. Él debe velar por el crecimiento económico de Chile. De acuerdo, señor presidente. Pero estamos preocupados. Los diques se trizan, las instituciones también. El Segundo Tribunal Ambiental de Santiago debiera fallar en derecho. Pero este no es solo un tema económico ni tampoco de meras eventuales filtraciones químicas. El honor del país no tiene precio, tampoco los jueces debieran tenerlo. Lamentablemente hemos llegado a este punto. ¿Será necesario revisar las cuentas corrientes…?

“Dios es ateo”

En un muro de la calle Alonso Ovalle con San Ignacio un grafitero escribió “Dios es ateo”. Dio en el clavo.

Es que la posibilidad de confesar a Dios en vano es tan antigua como peligrosa. No ha habido nada más dañino en la historia del cristianismo que traducir a Dios en cruzadas, privilegios y derechos sobre los demás. Hasta antes de Constantino (siglo IV), los cristianos fueron perseguidos por el Imperio. Después de la conversión del emperador, los cristianos comenzaron a perseguir a los que no lo eran.

La oración en común de los líderes de las grandes tradiciones religiosas de las últimas décadas –recuerdo la de Juan Pablo II con representantes protestantes, musulmanes, judíos y otros– apunta en la dirección contraria. No así los actos atroces de terrorismo en nombre de Dios o el inveterado colonialismo confesional. Pues bien, la globalización, que imbrica las creencias o las opone, nos exige más que nunca encontrarnos en lo fundamental. Dicho en términos coloquiales, demanda “poner la pelota en el piso”. Juguemos, pero en condiciones que nos hagan gozar a todos por parejo.

La humanidad requiere ir a la raíz. Se sea creyente o increyente, se crea esto o aquello, solo si se comparte lo más hondo de lo hondo se conseguirá una comprensión recíproca, favorable a una coexistencia y a una copertenencia dichosa. Estas son ciertamente más deseables que hacer prevalecer el propio credo sobre el de los demás.

Si creemos que hay un principio –Espíritu, lo llaman los cristianos– que genera diferenciación y convergencia de la humanidad consigo misma, un agnóstico no valdrá más que un budista ni un musulmán más que un cristiano.

“Dios es ateo”

¿Existe la posibilidad de una experiencia espiritual que pueda ser compartida? Sí la hay. Está a la mano. Se da casi en todos los seres humanos, aunque no lo sepan del todo. Si nos ubicamos en el plano meramente racional, cualquiera debe reconocer que Alguien o Algo le dio la vida, que no se merece a sí mismo; y, sub contrario, que no tiene nada que alegar si sufre y muere porque la existencia no es cuestión, en primer lugar, de justicia sino de haber sido donados a nosotros mismos.

Exactamente por esto, además, ninguno puede reclamar un derecho a apoderarse de los demás y de los bienes que hacen posible que estos sean lo que son. Podrá suceder. Por cierto, ocurre. Es cosa de ver cómo el planeta ha sido loteado y apropiado por unos pocos. Alguien troqueló en una moneda de un dólar In God we trust. Sinceridad pura. Pero si se acepta que el ser humano es un caso de gratuidad, a nadie se le puede poner precio ni aprovecharse de él

Si alguien cree que su vida es un don y piensa que la de los demás también lo es, va bien encaminado. Cualquier religión que reconozca esta convicción filosófica tendría que contribuir a que los otros credos religiosos prosperen. Si no se piensa que la vida es un don, difícilmente podrán evitarse el fanatismo, el proselitismo, el terrorismo y las guerras religiosas. Y, antes que nada, el capitalismo.

La paz, una vez más, se ha convertido en desiderátum de la humanidad. Nuevamente la religión puede reconciliar a los seres humanos o enemistarlos. Ella aportará lo mejor de sí misma si incorpora una ignorancia absoluta acerca de “Dios”, y una certeza irrebatible en que, contradiciendo a Descartes, “somos independientemente de lo que pensemos o creamos”.

Superación de la versión “sacerdotalizada” del cristianismo

Dicho en breve: el “hombre sagrado” sigue siendo el problema. Ha de tenerse en cuenta que la nuestra es una versión “sacerdotalizada” de la Iglesia Católica. Esta no ha sido ni tiene por qué seguir siendo la expresión de la Iglesia de Cristo, pues parece agotada en su capacidad de transmitir el cristianismo. En la actual figura de la Iglesia latinoamericana y caribeña, la pertenencia eclesial pasa por la persona sacra de los sacerdotes. En nuestro medio, los principales sacramentos los realizan los presbíteros. También sucede que las instituciones que oficialmente rigen la convivencia eclesial se consideran en cierto sentido divinas e irreformables.

La Iglesia latinoamericana y caribeña quiere avanzar en sinodalidad. Pero, mientras en la Iglesia no se acabe con la idea del presbítero, cura o sacerdote como “el hombre sagrado”, las relaciones intraeclesiales seguirán haciendo cortocircuito.

Estas son las expresiones más preocupantes de esta situación:

1.- El “hombre sagrado” es un problema ad intra de la Iglesia:

• El “hombre sagrado” establece relaciones insanas: el cura tiene una prestancia tal que inhibe la inteligencia y la libertad de las personas. Es insano que entre el ministro y los laicos las relaciones sean solo asimétricas (tendrían que poder ser, entre adultos, también ser simétricas).

• “El hombre sagrado” infantiliza a las personas y a la misma Iglesia, la que es guiada por pastores que tratan a los y las cristianas como ovejas (un animal poco inteligente).

• La investidura mágica de los presbíteros seduce y favorece la comisión de abusos sexuales, de conciencia y de poder como lo denuncian los informes de Australia y de Francia sobre esta materia.

• El “hombre sagrado” hace girar la Iglesia / comunidades en torno a lo que solo él puede hacer (sacramentos). Él no genera comunidades, sino “público”, “clientes” o “fieles” (gente “fidelizada”).

• El sacerdote se inciensa a sí mismo y a los demás.

2.- El “hombre sagrado” es un problema ad extra:

• Frustra la misión evangelizadora de la Iglesia: Jesús no reclamó un reconocimiento de “sacralidad”, sino que invocó su unión con su Padre como fundamento del advenimiento del reino; Jesús no tuvo la pretensión de ser “sacro”, quiso en cambio ser compasivo.

• Jesús fue víctima de una institución “autosacralizada”. Por esto, el catolicismo sacerdotalizado que tenemos es un anti-testimonio del Evangelio.

A efectos de crecer en sinodalidad se requieren una reforma de las estructuras y una conversión del corazón. Ambas se necesitan recíprocamente. Nos detenemos aquí en un solo asunto: la formación del clero (religioso y diocesano).

Deben tenerse en cuenta que en el documento Síntesis narrativa de la Asamblea eclesial latinoamericana y caribeña, se dijo: «Desterrar la clericalización. Cambiar la visión y misión de los seminarios porque es donde se forja el clericalismo» (2021, p. 135). Y, en otro lugar: «El clericalismo comienza a formarse desde el ingreso al Seminario de los candidatos al Sacramento del Orden» (p. 107). En la Iglesia del continente constatamos que la doctrina del Concilio Vaticano ha sido recibida de un modo incompleto. Es aún más preocupante que, en muchas partes, esta enseñanza ha sido simplemente olvidada. Esta falta es evidente en las Normas de formación de los seminaristas (rationes).

Como antecedente para superar el problema, hemos de recordar que el Concilio de Trento, siglos atrás (siglo XVI), supo responder a una crisis eclesial profunda causada por abusos de distinta naturaleza de los obispos y los sacerdotes. A tal efecto, creo seminarios en los que separó a los seminaristas de las demás personas; puso énfasis en el desarrollo de las virtudes de los jóvenes; subrayó que la eucaristía es un sacrificio más que una cena; hizo pasar la vida de la Iglesia a través de las acciones ejecutadas por el sacerdote (los sacramentos).

Si Trento puso el acento en los sacramentos, el Vaticano II (siglo XX) lo hizo en la predicación del Evangelio. Buscó un diálogo con la Reforma protestante (que provocó la respuesta tridentina) y con la modernidad (que amenazaba a la Iglesia con arrinconarla en el fideísmo). Así exaltó la importancia de la Palabra (Dei Verbum); demandó a los presbíteros que se consagraran con prioridad a su proclamación (Presbyterorum ordinis); asimismo, quiso que las Escrituras fueran “el alma de la teología” que habría de estudiar los seminaristas (Optatam totius); subrayó la prioridad del sacerdocio común de los fieles y subordinó a este el sacerdocio ministerial, y promovió la santidad de todos los bautizados y bautizadas, queriendo acabar con los “estados de perfección” (status de superioridad de los clérigos y religiosos/as) (Lumen gentium). Además, el Vaticano II puso a la Iglesia en diálogo con las culturas y los tiempos (Gaudium et spes).

Sin embargo, el Concilio no armonizó las innovaciones teológicas referentes a los presbíteros y su formación. En los documentos convivieron las innovaciones junto con las que Trento introdujo. El Concilio toleró la contradicción. Lo más complejo ha sido no acabar con la idea de superioridad de los clérigos en virtud de su ordenación sacerdotal.

Después de unos años de experimentaciones y de crisis de identidad sacerdotal, Juan Pablo II golpeó la mesa y exigió un retroceso. El Papa, en Pastores dabo vobis (1992) – el documento que reinterpretó Optatam totius- sostuvo: “ha llegado el tiempo de hablar valientemente de la vida sacerdotal como de un valor inestimable y una forma espléndida y privilegiada de vida cristiana” (n° 39). Según Gilles Routhier, desde entonces “por desplazamientos sucesivos, se vuelve a considerar el presbiterado, que se designa más y más a partir de la categoría sacerdotal, como un estado de perfección. Después de cincuenta años, prácticamente se ha invertido la perspectiva señalada por el Vaticano” (2014).

Recomendaciones

• Es necesario hacer una armonización teológica entre los documentos que se refieren a la identidad y misión de los presbíteros, pues ellos contienen elementos del antiguo régimen que facilitan el retorno al seminario tridentino que protege a los formandos del mundo y los envía luego a él como personas sagradas superiores a las demás.

• Es preciso que el régimen de formación no separe a los seminaristas del común de la gente, antes bien los exponga a relaciones afectivas, espirituales, intelectuales y pastorales que, según el paradigma de la Encarnación, les haga más humanos.

• La formación de los futuros ministros debe ser una responsabilidad de todo el Pueblo de Dios. Los y las católicas deben tener una palabra decisiva al momento de aceptar personas a la formación y al de concederles el sacramento del orden, además de establecer los criterios que deben regir esta larga etapa.