El día que nos miremos a la cara

Me desempeño como capellán de la capilla católica en la «Toma de Peñalolén». Durante la misa del domingo pasado pregunté a los asistentes qué querrían que los demás supieran acerca de su traslado a algunos de los sitios de la Comunidad Ecológica en la misma comuna. «Que no nos desprecien», me dijeron.

Esta ha sido una polémica hiriente. El solo rechazo a la posibilidad de que los pobladores de la toma tengan sus viviendas en aquellos terrenos, ha puesto en evidencia la crueldad de la pobreza. Además de dañar irreparablemente a personas inocentes, la pobreza es ocasión de humillación para sus víctimas.

Se sospecha de los pobres como si fueran peligrosos. «No somos todos iguales…», insistió una señora. Alguien dirá que los pobladores se apropiaron de un terreno ajeno, que todos y no sólo algunos representan una amenaza. ¡Falso!, digo yo. La propiedad privada tiene un límite: el derecho de cualquier ser humano a vivir en un pedazo de tierra. Sucede que en esta sociedad, embrujada por una ideología individualista y economicista, se ha alterado gravemente el orden de los valores fundamentales. A mí parecer, ¡ellos se tomaron el terreno con la ayuda de Dios!

«Nos gustaría vivir en una vivienda digna», añadió otra señora. «Con fe, seguiremos luchando por conseguirla». Por su parte, no les desagradaría ser vecinos de la gente de la Comunidad Ecológica. Pero se contentarían con una casa en cualquier parte. ¿Aunque les quede lejos del trabajo? «Sí», me dijeron. Seguramente no todos piensan lo mismo. Muchos, pero no todos tienen la garra que uno de ellos tiene para partir a trabajar a las cinco de la mañana a Colina y volver a las doce de la noche. «Queremos que se sepa que somos esforzados». Y lo son. Su obra es titánica. Trabajan a más no poder. Les pagan una miseria. Ahorran lo que pueden. Si se enferma un niño se acaba el ahorro… Y vuelve la angustia: «si no reúno las 20 UF nos tirarán a Buin, Talagante…».

Urge una solución. Nada se saca con echarle la culpa o burlarse de los valores que defienden las personas de la Comunidad Ecológica. Fuera del argumento de algunos de depreciación del valor de sus inmuebles, su causa también es noble. En la toma, por otra parte, hay muchos cartoneros tan ecológicos como los que más. La solución comienza con una casa digna, una vivienda que no corra riesgo de incendio (acabamos de perder un niño y su hermano apenas se recupera de quemaduras gravísimas). La solución completa llegará el día que los chilenos, en vez de marcar las distancias, nos acerquemos y nos miremos a la cara sin vergüenza.

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