Bienvenida la diversidad

Hace poco vi a un “pelado” con barba azul. Caminando por la playa me crucé con un joven que se había teñido la cabellera de azul. Pero no es el azul el asunto. Pelos rojos, amarillos, cortes insólitos, aros, tatuajes, vestimentas de cualquier tipo. Asistimos a una explosión de la diversidad. Todo está permitido. ¡Cuánto nos faltaba perderle el miedo al ridículo!

Un fenómeno de la época, pero único en cada caso. Dado que las motivaciones son a fin de cuentas personales, no ha de significar lo mismo andar con los calzones al aire para una chiquilla que para otra. Valoro la libertad, la audacia, la protesta, la ruptura con los padres que los adolescentes necesitan para desarrollar su individualidad. Sin duda no todo es tan sano. Pero reclamo para esta diversidad un minuto de admiración. Qué está sucediendo, no sé. Quiero creer que de este pluralismo saldrá una sociedad más auténtica. Por el contrario, enjuiciar prematuramente este fenómeno, no dejarlo desplegar sus búsquedas, nos puede privar de la fuerza y de la imaginación indispensables para el futuro.

La diversidad nos complica, eso sí, cuando pasamos de la moda a la ética. La multiplicidad de decisiones hoy posibles topa con la necesidad de acordar los hábitos que posibiliten la justicia y la paz. Conversábamos con unos colegas profesores al almuerzo cuando una estudiante de música, a dos metros de distancia, se puso a cantar a voz en cuello. Repasaba su tarea. Le pedimos, luego le mostramos los dientes para que se callara. Ocurre que asistimos a una revolución de las costumbres que, sin embargo, debiera terminar en la gestación de una nueva urbanidad que evite la discordia, la violencia, la imposición de los viejos a los jóvenes o viceversa.

Los cambios culturales que nos afectan son tan grandes que necesitaremos mucho diálogo, paciencia e inventiva para regenerar una mejor convivencia. No será fácil. El miedo ante lo nuevo hará a algunos añorar las conductas del pasado, y las dictaduras religiosas y políticas que puedan garantizarlas. Será más difícil, pero más verdadero, vivir con cierta inseguridad, observando, probando, aprendiendo dolorosamente de los errores y procurando alcanzar una sabiduría colectiva que nos sensibilice a la legitimidad de los demás y nos exija sacrificar nuestros caprichos para entendernos con ellos.

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