Artemio Tinto

Artemio nació desbalanceado. Por una extraña crueldad de la madre naturaleza, Artemio desarrolló una escasa fuerza moral junto con un fuerte sentido de culpa. Él tiene la atroz impresión de ser más culpable de lo que a sus fuerzas e inteligencia se les puede imputar. Como no puede abreviar esta distancia, toma en demasía. Para soportar la condena social de alcohólico, toma aún más. Y así, desbalanceado, Artemio va de caída en caída.

            Artemio es casado, pero le gustan las mujeres… Las veces que ha jurado fidelidad a la suya, no ha sido capaz. Incapaz de tolerar el reproche moral, se ha dado al vino, selectivamente al tinto.

            Ni el mismo Artemio entiende bien por qué toma: si por huir del castigo o para castigarse. Sus sentimientos de culpabilidad, más que de la inconsciencia del mal hecho, provienen del temor a los que, desde su infancia, no se cansan de vociferar su ineptitud. Tomando Artemio aligera su dolor y capea la censura. Pero el tinto sirve también a Artemio para castigarse y dañarse, como si con su propia ruina pudiera aplacar a los que lo atormentan o, quién sabe, si hacer brotar su piedad.

            Desde que su hija mayor ha crecido, sin embargo, Artemio se ve distinto. Ella le ha dicho quererlo ¡sin condiciones! Artemio está desconcertado. De la mano de su hija, se ha integrado a un grupo de rehabilitación de enfermos alcohólicos. Allí cada uno se empeña en abstenerse por 24 horas, no más. Hombres y mujeres con las historias más increíbles se reúnen a jugar cartas, pool, dominó. Todos los temas son permitidos. Los chistes giran en torno a las bebidas dulces, la carencia de sucedáneos dignos. Cuando el relajamiento es generalizado, se recuerdan casos de farras fenomenales, de recaídas por los motivos más alambicados, como si a fin de cuentas fuera mejor un borracho famoso que un alcohólico anónimo. Ríen de sus miserias, como si su mundo fuera el único mundo que mereciera ser salvado.

            Ultimamente, por responder al cariño de su hija, Artemio no toma más. Cedió una vez a un “tintolio” de marca por una pena mayor. Pero se levantó y sigue luchando. Desde hace un tiempo se ha dado cuenta de que en el grupo de alcohólicos lamentan sus ausencias, como si él, Artemio Tinto, comenzara a pertenecer a alguien. Se siente obligado y feliz dice tener con ellos un compromiso. Artemio entiende poco de compromisos. Esta vez, en cambio, ha empeñado su palabra y sabe que, aunque tropiece de nuevo con la misma piedra, no le faltará el amor para seguir intentándolo. Artemio siente que lo están desbalanceando.

Comments are closed.